Piero Trepiccione 20 de abril de 2022
@polis360
El
ejercicio de la política ha estado signado durante mucho tiempo y a gran escala
por la `bidimensionalidad´, es decir, por un abordaje métrico que solo ha
considerado lo largo y ancho de las situaciones, olvidándose de la profundidad
del volumen de las cosas. Esta superficialidad ha llevado a una cada vez
mayor desconexión de la gente con el liderazgo político al no
tenerse en cuenta una `cubicación´ de los procesos y narrativas que le aporten
una tercera dimensión que atienda los problemas reales.
`Cubicar´ la política es algo realmente urgente y necesario. Para ello hay que cambiar el orden de prioridades bajo el cual se realizan los debates y discusiones en las agendas públicas nacionales, regionales y locales. No se entiende, por ejemplo, que un tema relacionado a un conflicto interno en un partido o una coalición de partidos tenga mayor prioridad en el liderazgo que una discusión profunda sobre cómo resolver los problemas eléctricos de un país o una región en particular. Para la gente común, no tiene ningún o escaso interés lo primero, mientras que las carencias eléctricas golpean fuertemente su cotidianidad y le hacen complicar su calidad de vida. Este sencillo ejemplo muestra cómo se van abriendo enormes grietas entre la percepción ciudadana y la percepción del mundo político con el consiguiente deterioro de la credibilidad y confianza de la población hacia su liderazgo.
Otro ejemplo
esencial tiene que ver con las etapas del discurso político. Muy comúnmente
apreciamos que la narrativa se concentra en el diagnóstico exclusivamente para
afianzar, o bien las críticas, desde los lados opositores, o bien justificantes
para hacer anuncios que nunca terminan de atinar con las soluciones, desde los
lados gubernamentales. Ante esto, la gente se cansa y se va desilusionando con
el paso del tiempo. Son muy pocos los líderes políticos que plantean soluciones
reales o posibles en sus intervenciones y en paralelo, ejecutan
acciones que tienden a consolidar alternativas.
Por
ello, es altamente necesario entrar en una etapa de `cubicación´ del ejercicio
de la política para generar dos respuestas claves. La primera tiene que ver con
la recuperación de la confianza ciudadana en los asuntos públicos y en la
convivencia democrática. Este es un paso vital si queremos avanzar hacia
estadios civilizados plenamente humanísticos y en absoluta armonía que nos
lleven a un verdadero desarrollo humano. Y la segunda tiene que ver con el
procesamiento de las políticas públicas llevadas a una serie de debates con
alto contenido de profundidad analítica que respondan con mayor
eficiencia y rapidez a las demandas ciudadanas.
`Cubicar
la política´ nos va a hacer abandonar un mundo plano de solo dos dimensiones y
llevarnos a un mundo profundo accionando en tres dimensiones. Nos va a permitir
contar con una conexión emocional y racional permanente entre el liderazgo y la
gente. Nos va a dar sistemas políticos democráticos no solo
legítimos en la acepción jurídica del término, sino realmente eficientes en las
capacidades de respuesta frente a los problemas comunes y globales. Puede
parecer esto como un sueño irrealizable, pero cada vez estamos observando el
surgimiento de una categoría de líderes con profundo trabajo social y de
vinculación con comunidades, que han entendido que deben ser parte de la
solución y que las narrativas sin fundamento y acciones reales, se pierden en
las redes sociales y en el “mundillo” de la política. Creo firmemente que, en
medio del caos y la desorientación, está naciendo una nueva generación de líderes
envueltos y practicando un humanismo pleno.
Piero
Trepiccione
@polis360
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