Rafael Veloz García 14 de abril de 2022
@Rafaelvelozg
El
juicio más injusto de la historia, condujo a la condena de Jesucristo, quien
pocas horas después de su muerte, abrió las puertas del Cielo. Los principios
universales del debido proceso, juez natural, presunción de inocencia, no
fueron aplicados al proceso del Hijo de Dios. Su corto pasaje por este mundo,
fue suficiente para exhibir muchas enseñanzas a la humanidad, y una de ellas
fue mostrar el linchamiento en la “apariencia” de un Estado de Derecho.
Por ello, en Semana Santa, se reavivan las peticiones de restablecimiento de la justicia, libertad para los presos políticos, entre muchas injusticias terrenas.
El
juicio a Cristo no fue realmente un proceso, fue un linchamiento, con todos los
horrores de las violaciones legales, tanto a la ley judía como a la ley romana
de la época. Escribió José Elías Romero en su libro “El Proceso a Cristo” lo
siguiente: “A los judíos no se les acusa de crueldad sino de traición, y a los
latinos no se les acusa de traición sino de crueldad… Los romanos no
enfrentaron a Jesús por razones religiosas; fueron los propios judíos”. A
Cristo, lo dice el penalista Romero, no se le respetó ningún principio
universal (esbozados por los romanos), y se le mató bajo procedimientos penales
de entonces, pero bajo un proceso violatorio de esas propias leyes vigentes. El
proceso a Jesús es, por lejos, el proceso penal más importante de la historia.
Tan pronto Jesús fue aprendido en el Monte “Getsemaní” lo llevaron donde Anás
(suegro de Caifás, sumo sacerdote de aquel año). Era la primera vez que Jesús
se enfrentaba a su más fiero enemigo. En poco tiempo (horas), a Jesús lo
interrogan Anás, Caifás, Herodes y Pilatos. En ese espacio ocurren claras
violaciones a la ley judía: notoriedad y privacidad. Nadie podía ser juzgado al
amparo de las sombras ni en la clandestinidad. Dice la historia que el
interrogatorio hecho por Anás fue sin la presencia de testigos y sin abogado
que abogase por Jesús, aunque José de Arimatea ante el Sanedrín cumplió este
papel. La principal acusación contra Jesús era la blasfemia. Del Interrogatorio
a Jesús formulado por parte de Anás quedó claro que éste no tenía competencia
para juzgarlo y por ello lo remitió a Caifás. El juicio a Jesús ante el
Sanedrín o Sanhedrín comenzó a las 4:00 a.m. del día viernes. El Sanhedrín era
la cúpula de la autoridad judía. Estaba integrada por 70 personas
representantes del dinero, de la religión y del saber. Este cuerpo condena a
Jesús por blasfemo o falso profeta. Esta reunión violó claras normas jurídicas
del derecho penal judío de la época; a saber:
1. El
Sanhedrín no estaba autorizado para celebrar esta clase de reuniones en la casa
del sumo sacerdote.
2. En
los procesos penales no podía aplicar la pena capital y no podía juzgarse en
los días festivos ni en la víspera.
3.
Ningún acusado podía ser condenado con base en su propio dicho. 4. No se
presentaron testigos a acusar a Jesús.
5. La
blasfemia tal como fue tratado por el Sanhedrín, no debió concluir en
culpabilidad, pues Jesús no blasfemó contra Dios.
Es
decir, el proceso ante el Sanhedrín se sustentó básicamente en la afirmación de
Jesús que él era el hijo de Dios. Se afirma que a las 6:00 a.m. de ese viernes,
el Sanhedrín emitió su sentencia de muerte y remitió a Jesús a la autoridad
romana para su ejecución. En esa época Judea estaba bajo la dominación romana;
por tanto, no podía ejecutar la sentencia, esto es, matar al acusado. Y el
poder en Judea lo ejercía Poncio Pilatos, como gobernador; por tanto,
procurador y preceptor del Imperio. Se dice que los representantes del
Sanhedrín llegaron donde Pilatos a eso de las 8:00 a.m. Se sabe que la primera
pregunta que le hizo Pilatos a Jesús fue “¿Eres tú el rey de los judíos?” y
Jesús le respondió “Tú eres el que lo dice”. Y cuando Pilatos les quiso
devolver a Jesús a los judíos aduciendo que no encontraba falta alguna, los
judíos le dijeron que no tenían facultad para aplicar la pena de muerte. La
historia también cuenta que ante esta situación Pilatos envío a Jesús donde
Herodes Antipas, quien no lo condena porque lo considera un “extraviado mental”
por tanto, lo devolvió a Pilatos. Eran las 10:00 a.m. del día viernes de la
Pasión. Luego, de nuevo Jesús ante Pilatos, Caifás cambió la acusación. Acusó a
Jesús de “alborotador”, esto es, que predicaba no pagar los impuestos al César.
En el fondo, cambiaron una acusación religiosa por una política. Serían las
11:00 a.m. de ese viernes cuando Jesús es devuelto a Pilatos. En ese momento de
produce el enfrentamiento de Pilatos con la muchedumbre. Pilatos pregunta “¿Qué
hago con Jesús? y la muchedumbre responde “¡crucifícalo, crucifícalo!”. Y
Pilatos temeroso toma agua y se lava las manos de la sangre que iba a derramar
de un hombre inocente. Pilatos, cuenta la historia, buscó dejar en libertad a
Jesús, pero el temor a la muchedumbre y al César hizo que se acobardara.
¿Cuántos
Pilatos tenemos hoy en la Administración de Justicia? Jueces y magistrados con
temor, con pavor a lo que piense el Ejecutivo de sus fallos. No queremos más
“Poncio Pilatos”. Pilatos soltó a Barrabás y entregó a Jesús para que fuese
crucificado en la cruz. Con ello se consumó no una ejecución, sino un
linchamiento y como lo afirma el penalista Romero “Un asesinato tumultuario sin
sentencia declaratoria ni condenatoria”. El proceso y su ejecución violaron
claramente las normas vigentes, tanto judías como romanas de la época. Este
juicio, este proceso, nos debe servir de ejemplo y de incentivo para
reflexionar si estamos, en el camino correcto.
El
juicio más injusto de la historia, provoca la necesaria reflexión de la
justicia venezolana. En toda la historia republicana, nunca un Poder Judicial
se había postrado o sometido a un proceso de promoción del anti-Estado.
El
sistema de justicia es la balanza de la democracia. En un Estado fallido,
violador de los derechos humanos, de contenido dictatorial y criminal, los
jueces son los verdugos. Así ha sucedido en decenas de juicios de “condena” a
presos políticos, donde habiendo evidencias de tortura, en plena audiencia,
bajo la mirada complaciente de los jueces, fiscales y otros actores, condenan a
quien aboga por servicios públicos, libertad, democracia. Los expedientes que
cursan en la Corte Penal Internacional, prueban que ya existen evidencias,
pruebas de hechos sistemáticos de violaciones de los derechos humanos, y nos
encontramos en fase de ubicar los actores, que están en la cadena de mando que
nace desde Miraflores y altos funcionarios militares y civiles, pues pretenden
hacer creer al mundo que en las últimas decisiones, entre ellas, en el caso del
asesinato del abogado Fernando Albán, se hizo justicia, condenando a
funcionarios medios que recibían órdenes superiores.
El
restablecimiento de una justicia independiente es factor indispensable para la
reconstrucción del país, pues combatir la impunidad, la corrupción, la pobreza,
etc., la justicia siempre estará en la ecuación de la democracia. De ahí que
una de las primeras decisiones acordadas en la mesa de negociación es de
México, fue tratar el tema de la justicia.
El
clamor de quienes están sometidos a la pobreza (80 % de la población) es seguir
la lucha para buscar garantías con los aliados del mundo libre, para unas
elecciones presidenciales y parlamentarias. Quienes usurpan hoy la justicia,
tendrán que no involucrarse en lo que definan los ciudadanos con un nuevo
Presidente y Asamblea Nacional, en el entendido que el primer Poder Público a
reconstruir será el sistema de justicia.
Rafael
Veloz García
@Rafaelvelozg
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico