Por Eduardo Colmenares F., 1/04/2013
Recibido por
correo electrónico
En las sociedades modernas existen grupos de personas que
deambulan en la vida dentro de lo que llamaríamos la subcultura de la pobreza. Esos seres
no han escogido ese camino ni ese ambiente para desarrollar sus existencias
sino sencillamente sus antecesores nunca conocieron otro destino y terminaron
buscando refugio en sitios y barrios de centros poblados que en el tiempo se
constituyeron en verdaderos cinturones de miseria. Nada ha cambiado para ellos
desde que Víctor Hugo escribió Los Miserables. Esta subcultura no solo se
percibe en las grandes ciudades sino que hoy se puede observar también en el
campo y algunos poblados del interior de muchos países especialmente de
Latinoamérica y África. También es fácil determinar que estas masas de pobres
se ven contrastados con unos pocos afortunados que poseen niveles de vida
ostentosos con quienes se confrontan en el trascurrir de lo cotidiano y de ahí
sus frustraciones y resentimientos. Cuando uno observa con detenimiento. Ninguno
de estos dos grupos muestran inclinaciones en cultura política alguna más allá
de las subculturas propias tanto de la pobreza crítica como de la riqueza pomposa,
ambas por igual apolíticas por definición. En resumen, un gran problema social
se convierte en el tiempo en una tragedia política.
Cuando analizamos con detenimiento las raíces históricas
que desencadenan estas calamidades sociales de subdesarrollo se puede observar,
como el problema de fondo, es que todas
provienen de relaciones deformadas en el intercambio político entre la sociedad
y estados atávicos dominantes,
generalmente aceptadas pasivamente por la historia. Han
surgido independencias que conceden soberanías nacionales y revoluciones que
introducen elementos ideológicos en la solución, con la intención de crear sociedades mas
justas pero en muchos casos regresamos a las mismas realidades de pobres en
masas y ricos en clanes, solo con el cambio de nombre de los protagonistas.
Por otro lado existen hoy sociedades en las cuales se
están superando estas injusticias sociales y donde, por generaciones, se han
venido creando clases intermedias salidas de la pobreza que crecen con el
tiempo y conforman oportunidades abiertas hacia el futuro de los que están por
venir. La pregunta es entonces ¿Porque
unas sociedades progresan y otras no? En mi opinión, la respuesta es muy sencilla,
aunque muy compleja para implementar en su solución. Si observamos con
detenimiento y sin prejuicios ideológicos notamos que la clave la constituye la
forma como se manejan las relaciones sociedad civil - estado. En aquellas
sociedades desarrolladas estas relaciones son de respeto, entendiendo que el
poder político real lo ejerce la sociedad civil a través de instituciones públicas
conformadas por personas que no buscan destacar su imagen sino servir con
humildad. En esos casos el estado es un servidor público con poderes
equilibrados que actúan dentro de normas basadas en principios de justicia y
equidad, prestando ayuda a los más frágiles de la sociedad, como son los niños
y adolescentes, los ancianos, los discapacitados, las embarazadas y los
enfermos. Los ciudadanos, así llamados en esas culturas, no están sometidos por
el estado y no les deben recompensas ni culto a su desempeño, ni sumisión a sus
líderes. Solo exigen oportunidades iguales para todos en educación, salud y
trabajo dentro de un régimen de libertades amparados por leyes justas y
sistemas de justicia sin privilegios. El estado posee un tamaño conforme a sus
necesidades esenciales y permite que sea la sociedad la gran emprendedora y
productora de bienes y servicios en ambientes de alta competividad. Todo lo
anterior está regulado por democracias pluralistas descentralizadas donde los
ciudadanos en elecciones libres son los que expresan su opinión con conciencia
y sin presiones.
En estas sociedades donde proliferan “los cinturones de
miseria”, las relaciones entre las
personas y el estado son de absoluta dependencia y sumisión a la autoridad del
estado. Son sociedades donde históricamente se ha sometido al pueblo a obedecer
al caudillo o presidente, o a quienes
ellos representan, aun en democracias incipientes. Bajo esa premisa de crear y
hacer creer en una imagen de magnificencia del ESTADO es donde los ciudadanos
son cohibidos y convertidos en súbditos, cuasi esclavos, ante el poder supremo
de estados omnipotentes, ineficientes y de los caudillos que lo representan. Muchas
son las personas que se entregan al facilismo y el clientelismo que
irremisiblemente los conducen a la pobreza en la esperanza que sea el estado el
que les resuelva la vida. A
través del tiempo la pobreza, ya convertida en marginalidad, se concentra en
espacios de hábitat inadecuado, dentro de núcleos de familiares deformados,
propiciados por la paternidad irresponsable y auspiciada por un estado
paternalista y de una sociedad de cómplices, que se torna indiferente para
adquirir mano de obra barata y así satisfacer sus ambiciones de confort. Cuando
los estados persisten en mantener invertida la relación entre ellos y los
pueblos, la pobreza critica, ya establecida como subcultura, se convierte en un estamento mental y de
comportamiento de graves consecuencias, aun dentro de democracias plurales.
Para desgracia para los venezolanos, nuestros centros
poblados encierran enormes cantidades de personas dentro de la subcultura de la
pobreza donde se ha encontrado el caldo de cultivo para ser manipuladas impunemente
dentro de un proyecto político que esconde la mano peluda del comunismo
internacional manejado desde Cuba. De acuerdo a ese proyecto los pobres son
usados como medio para crearle sustentación política electoral para deformar la
democracia hacia la construcción de una cultura marxista que solo funciona en
la mente febril del neocaudillismo latinoamericano de la izquierda trasnochada.
Esas masas se han degradado para conseguir ventajas materiales que le permitan
aliviar su pobreza a cambio de la fidelidad hacia un líder mesiánico que se ha
constituido en ídolo de multitud de pobres, que tanto dañó causa al logro de enrumbar
al país en la ruta de la
modernidad. La pobreza, así prostituida, a esos niveles es una
degradación política que no permite la evolución de una sociedad hacia el bienestar
y el progreso sostenido y como tal, debe ser erradicada de raíz y no “aliviarla”
para mantenerla en estado latente y así ser utilizada con propósitos políticos
que llevan a la instauración de regímenes totalitarios.
Venezuela atraviesa hoy por una crisis de proporciones
muy preocupantes, con una sociedad dividida y desarticulada, con un estado pervertido
en el ejercicio del poder, concentrado en verdaderas mafias de aprovechadores
que se rasgan su pecho con mensajes socialistoides Mientras tanto amasan
grandes fortunas y prostituyen a las masas mas desfavorecidas dentro de una maquinaria
aceitada para manipular un ventajismo insólito de “legitimación” electoral,
Pero desaparecido su líder, se acerca su fin dentro de una profunda crisis
económica causada por su incompetencia. Crisis que nos llevará inexorablemente
a un abismo inflacionario que muy probablemente desembocará en una era
poschavista con una transición muy traumática. No importa cuales sean los
resultados electorales del próximo Abril del 2013, se hace mandatario
reformular la republica.
El discurso de Capriles va en esa dirección Una rectificación de fondo de las bases políticas
sobre las que se formula nuestra constitución deben ser debeladas. La pregunta
clave tiene que dirigirse a debatir sobre el país que deseamos los venezolanos
para deslastrarnos de los viejos paradigmas del caudillismo presidencialista y
de los estados omnipotentes que son muy eficientes en crear masas de pobres y
unos pocos ricos ostentosos. Deseamos un estado fortalecido con un poder político
ilimitado frente a una sociedad descompuesta con una mayoría viviendo en la
pobreza, o deseamos una sociedad de ciudadanos, moderna, emprendedora, con
poder político a nivel local y nacional, con un estado con servidores públicos
de vocación. He aquí el dilema
existencial de los venezolanos del futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico