Escrito
por Fernando Luis Egaña Lunes, 01 de Abril de 2013
En nombre del comando de campaña de
Capriles Radonski, el diputado Alfonso Marquina ha hecho una denuncia
pertinente: la del operativo político-militar en marcha para remolcar a electores
a fin de que voten por el oficialismo. La llamada “operación remolque” en la
jerga comicial venezolana.
El tema, desde luego, no es nuevo. En
las pasadas elecciones presidenciales esa misma operación remolque funcionó con
gran agresividad. Y en las antepasadas elecciones presidenciales, también. Así
como en otros comicios y referendos. Y es que la articulación de la Fuerza
Armada con los operativos proselitistas de la “revolución bolivarista” antes,
durante y después de las fechas comiciales, es una realidad avasallante y,
repito, desde hace muchos años.
En todo caso, es conveniente la
denuncia de Marquina aunque también sea insuficiente. Y lo es porque la gran
operación remolque no se limita al traslado manu-militari de los electores. No.
Es mucho más abarcadora. Y de hecho, el remolque electoral es sólo una de sus
dimensiones. Por eso el asunto amerita ser considerado con más amplitud.
En verdad, el régimen imperante es un
proyecto de dominación o de remolque político-social, en el cual participan
todos los “poderes” del Estado, comenzando por la FAN, y para el cual no se
escatima ningún recurso disponible, sea presupuestario, jurídico,
comunicacional o sancionatorio. En ese sentido, toda la “revolución
bolivarista” es una operación remolque para someter a la nación venezolana.
Y volviendo al aspecto electoral, el
remolque no sólo se verifica el domingo de las elecciones, ya que todo el
proceso está configurado para que haya una campaña hegemónica o el denominado
ventajismo, cuya finalidad es el condicionamiento ilegítimo de los resultados.
Y cómo será la cosa en esta ocasión, que el propio Vicente Díaz está haciendo
señalamientos de extrema gravedad.
La partisanía roja del CNE con todas
sus consecuencias en materia de parcialidad, inequidad, discriminación y lógica
ausencia de transparencia y confiabilidad, es un remolque del “poder electoral”
a favor de los intereses continuistas del oficialismo. Y esa remolcada no es de
ahora sino que la consolidó Jorge Rodríguez hace una década.
El más radical de nuestros viejos y
honorables comunistas, Domingo Alberto Rangel, se cansó de denunciar la
esclavitud clientelar que el régimen de Chávez estaba promoviendo en el país.
Así con esas letras. ¿Puede haber una mayor operación remolque que ésa?
De allí que la denuncia del diputado
Marquina sea un paso en la dirección correcta. Pero sólo un paso. Y entonces
sería oportuno que el alerta sobre el remolque rojo-verde-oliva previsto para
el 14-A, nos lleve de inmediato a formar conciencia sobre los otros remolques
que se llevan a cabo, a veces sin que la crítica democrática se ocupe de ellos.
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