Miguel Méndez Rodulfo Caracas 6 de febrero de 2014
Aunque
hay una montaña de argumentos que justifican que no va a pasar nada, y estos 15
años que ya acumula el régimen, en tránsito hacia su año dieciséis, son una muestra
palpable de que contra viento y marea se han mantenido incólumes en el poder, a
pesar de eso, hay signos evidentes de que las cosas han empezado seriamente a
cambiar. Quien observe con curiosidad inquisitiva los escenarios político,
social y económico de Venezuela, encontrará signos evidentes de una ruptura
significativa en varios órdenes del acontecer nacional. Uno tras otro, estos
datos evidencian que estamos en la transición de una época a otra. Por una
parte un modelo que ya lleva tres lustros en el poder, no seduce ni crea
esperanzas como las que produjo en sus orígenes, con toda esa carga emocional
que genera un experimento nuevo que surge de las cenizas de una época pasada. A
estas alturas el modelo ya luce francamente
agotado y su ciclo se cierra para dar paso nuevamente a la esperanza.
Por la otra el líder carismático que forjó una relación místico religiosa con
las masas de desfavorecidos, ya es difunto y quien lo sustituye, no tiene el
ángel, ni la expresividad, ni el amor incondicional de los pobres. Pero algo
que nunca había ocurrido en esta década y media es que el desabastecimiento ha
llegado a niveles escandalosos, y hay que recordar que una de las causas
principales, de la derrota chavista durante el referéndum constitucional, fue
precisamente el desabastecimiento.
Ya
no es un solamente la leche, el pollo, la carne, el aceite, la harina de trigo,
la harina precocida, el papel toilette, las servilletas, sino que ahora no hay
pan de trigo, ni galletas, ni mayonesa; estos es, que cada vez más se agregan
nuevos artículos a la lista de alimentos desaparecidos de los anaqueles y eso
es grave porque va minando la paciencia de los venezolanos, más allá de que
algunos piensen que ya nos hemos acostumbrado a las colas y a la escasez. Otro
factor que se suma a la gravedad del concierto nacional es la inflación. Por
más que se diga que pareciera que la sociedad venezolana es ilimitada en su
aguante a los embates inflacionarios, la verdad es que unos precios que se han
quintuplicado y un salario que ha aumentado 30%, tienen que estar corroyendo la
fe y la confianza de quienes han sido los sostenedores del régimen. Ni el pago
de las misiones, ni el salario mínimo actualizado permiten afrontar el pago de
una reparación menor de la vivienda, la compra de un repuesto para la moto, el
mercado semanal, el vestido de graduación de la hija o los zapatos para los
hijos menores. Si el gobierno cree que puede devaluar cuando le dé la gana,
emitir el dinero inorgánico que considere conveniente y mandar a saquear los
comercios impunemente, sin que tenga que afrontar consecuencias adversas de la
gente, se equivoca de medio a medio.
La
inseguridad hoy es más precaria que nunca. A la masacre cometida contra la
familia Spear, se suma el asesinato de un connotado y muy querido arquitecto
venezolano, John Machado. La tendencia es que este flagelo aumente por la
ineficiencia e incapacidad de este régimen. Pdvsa está destruida, Sidor en la
carraplana, los hospitales en el piso, las escuelas abandonadas, la misión
vivienda ha sido un monumental engaño, las carreteras intransitables, los
puertos atestados, las cárceles un infierno, etc. De manera que estamos
sentados en un polvorín. El gobierno lo sabe, por eso se atornilla con el
estamento militar; sin embargo este cuerpo siempre responde al poder sin
guardar fidelidades. Estas razones y otras más, muestran a las claras que algo
huela mal en Dinamarca y que la presión sobre la olla ha aumentado en este año
de una forma mucho más dramática que en todos los anteriores. Lo que está por
venir no será fácil para nadie pero sobre todo el gobierno la pasará muy mal.
Estará recogiendo lo que malévolamente sembró en estos 15 años.
Caracas
6 de febrero de 2014
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