PAULINA GAMUS 11 ABR 2014
El inicio de las protestas
universitarias en el estado Táchira, al oeste de Venezuela y fronterizo con Colombia,
fue casi coincidente en el tiempo con el llamado para salir a la calle que
hicieran los dirigentes Leopoldo López y María Corina Machado bajo el lema “La
Salida Ya”. Cuando las manifestaciones y protestas se extendieron por todo el
país y reclutaron a ciudadanos de distintos sectores sociales y con diferentes
maneras de manifestar su indignación, fue fácil para el gobierno culpar a los
ya mencionados líderes de ser los instigadores de esas protestas. Sin que ello
fuese cierto, Leopoldo López está hoy en prisión y María Corina Machado ha sido
despojada de su investidura parlamentaria. En ambos casos la Constitución y las
leyes han sido pisoteadas por una Asamblea Nacional y un poder judicial que son
brazos ejecutores de las órdenes que emanan de la presidencia. Así fue en
tiempos de Hugo Chávez y así es con Nicolás Maduro.
No cabe duda que las protestas que se
iniciaron el 12 de febrero y continúan hasta estos días de abril, han sido
lideradas por los estudiantes de distintas universidades del país que han
asombrado a todos con su valentía y creatividad. Pero nadie ha podido evitar
que, al mismo tiempo, se soltaran los demonios del radicalismo y de la
irracionalidad. No se trata solo de las llamadas guarimbas que generalmente
afectan a vecinos que comparten los sentimientos anti gobierno de los
“guarimberos”, sino de una campaña de descrédito en contra de la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD) y de Henrique Capriles Radonski, actual gobernador del
Estado Miranda, quien hace apenas un año obtuvo más de 7 millones de votos y
muy probablemente ganó las elecciones a Nicolás Maduro. Cuando se le recuerda
este hecho a sus detractores de hoy, que entonces votaron por él, la respuesta
casi unánime es: “ganó, pero no cobró”. Cobrar significaba convocar a sus votantes
a salir a la calle para ser masacrados por la Guardia Nacional bolivariana y
los grupos paramilitares del chavomadurismo, cuya manera de administrar la
violencia ha sido suficientemente mostrada en estas últimas semanas de marchas
y protestas pacíficas. Las críticas destructivas se extienden a la MUD, la
misma entidad que logró reunir y poner de acuerdo a diecisiete o más
agrupaciones políticas y organizar unas impecables primarias en 2012 para
seleccionar al candidato que debía competir con Hugo Chávez Frías en las
elecciones presidenciales de octubre de ese año, y a los candidatos a
diputados, gobernadores y alcaldes. Lo que fue una tarea titánica, un esfuerzo
ciclópeo si tomamos en cuenta la cantidad de intereses y ambiciones en juego,
hoy carece de importancia para un sector de la oposición que ha retornado a la
antipolítica como su deporte predilecto y que prefiere olvidar el espinoso
camino transitado hasta lograr la unidad de las fuerzas opositoras, la que
permitió que después de catorce años el chavismo resultara derrotable.
Es en medio de este escenario de
descalificaciones de distinta índole y acusaciones de traición y
colaboracionismo, que se produce un ensayo de diálogo entre el gobierno de
Maduro, los cancilleres de Colombia, Brasil y Ecuador, un delegado de El
Vaticano y la oposición representada por el único ente que aún goza de
legitimidad representativa, la MUD. Ramón Guillermo Aveledo, su secretario
ejecutivo, ha dejado muy claras las condiciones para que el diálogo prospere:
amnistía para todos los presos políticos incluido, por supuesto, Leopoldo
López, el sobreseimiento de todas las causas iniciadas con motivo de las
protestas estudiantiles y vecinales, el desarme de los grupos paramilitares del
gobierno, el retorno al país de los exiliados y la pronta designación de los
poderes públicos que tienen sus lapsos vencidos, en condiciones que garanticen
su autonomía. ¿Son tan ingenuos Aveledo y los otros dirigentes que han aceptado
participar en el diálogo, para creer que el gobierno va a complacer tales
exigencias? ¿Puede alguien imaginar a Maduro y a la mafia gubernamental
admitiendo que el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral sean
integrados por personas independientes? Sería el principio del fin -un fin
rapidísimo- del régimen socialista del siglo XXI inspirado en el estalinismo
del siglo XX. ¿Van a liberar al Comisario Iván Simonovis y a los otros
funcionarios policiales condenados a 30 años de presidio por las muertes de 17
personas en los sucesos del 11 de abril de 2002? Sería reconocer que esos
asesinatos los cometieron pistoleros chavistas identificados en multitud de
videos y fotografías.
El debate en torno a si la MUD,
Henrique Capriles, el gobernador de Lara, Henri Falcón y otros líderes
opositores deberían sentarse a dialogar con el gobierno, recuerda el viejo
chiste del hombre que encuentra una lámpara oxidada en la playa, la frota y
aparece un Genio que dice lo normal en estos casos: ¡Me has liberado, pídeme un
deseo! El hombre le pide un puente que le permita viajar en automóvil desde
Caracas a París. El Genio le responde que eso es algo imposible hasta para él,
que le pida algo más fácil. El liberador cambia su petición porque se logre la
paz definitiva entre palestinos e israelíes. Entonces el Genio le dice ¿de cuántos
canales quieres el puente?
Son incontables las reuniones y
conversaciones de paz entre palestinos e israelíes, se repiten una y otra vez y
todas fracasan porque los primeros se niegan a reconocer la existencia del
Estado de Israel y los segundos jamás admitirán el desmembramiento de su país
para regresar a la situación anterior a 1948. Sin embargo, se seguirán
reuniendo y dialogando una y cien veces más y quizá algún día la paz sea más
fácil que construir el puente. Los radicales de la oposición venezolana
empeñados en la autodestrucción, deberían entender que los diálogos de paz se
hacen entre enemigos y que la única manera de dialogar es sentarse unos con
otros aunque sea con el pañuelo en la nariz. Quizá, el regaño de Lula Da Silva
al obtuso Maduro por su manifiesta ineptitud y el derrumbe del gobierno en
todas las encuestas, hagan el milagro de lograr, al menos, la libertad de los
presos políticos y el retorno de los exiliados.
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