Por Edgar Lopez, Laura Helena Castillo, David González, Natscha
Contreras, 06/04/2014
El ciclo de protestas
que comenzó en febrero no tiene precedentes en Venezuela y se perfila como un
movimiento social de alcance nacional. Las formas de expresar el descontento
frente al gobierno se han diversificado
y multiplicado bajo las premisas de la no violencia y la creatividad
El 31 de marzo al mediodía estaban terminando de
confeccionar el pendón de diez metros con el cual rebautizaron la plaza Alfredo
Sadel como “Plaza de la Resistencia”. No eran más de 10 y parecían unos niños
dibujando en el suelo, en medio de un campamento que, 3 días después de la toma
del lugar, sumaba 14 carpas.
Marco Guillén, un flaco de 17 años de edad, explicó el
sentido de la ocupación: “Yo no soy estudiante, yo trabajo en un matadero de
gallinas en Mérida. Me puse en contacto con unos panas de Carabobo y Zulia y
nos vinimos para acá, a luchar contra la dictadura. Vamos a resistir, y
resistir significa mantenernos firmes en la protesta hasta recuperar la
democracia en Venezuela”
El manifiesto suscrito por los líderes estudiantiles
Abzara Gómez (UPEL), Eusebio Costa (Ucsar) y Sairam Rivas (UCV) está ubicado
cerca de los mástiles que distinguen la plaza y tiene el respaldo de cientos de
firmas: “Llamamos a nuestros compañeros y al pueblo a convertir esta plaza en
el centro del debate, organización, expresión y participación. Que vengan todos
los que quieren un cambio para la libertad en Venezuela”.
Gómez tiene 26 años de edad, estudia Educación
Especial y está dispuesta a alejarse de su familia todo el tiempo que sea
necesario. Identifica la resistencia como un objetivo en sí mismo: “Necesitamos
una protesta 24 por 24. Que las plazas sean los lugares de encuentro y la
reflexión permanente.
La solidaridad que hemos recibido es inmensa. Ayer dos
niñas de quinto y sexto grado vinieron a cantarnos una canción”.
Los dirigentes estudiantiles aseguran que han logrado
un pacto de no agresión con la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía
Nacional Bolivariana. Están apostados al otro lado de la avenida principal de
Las Mercedes, en otra carpa, la más grande del lugar. “Esto es absolutamente
pacífico y así se los hemos hecho entender. La convivencia con ellos ha sido
armoniosa. Hasta hemos intercambiado agua y comida”, asevera Abzara Gómez.
Estrategia
En casi dos meses de protestas el ímpetu de algunas
manifestaciones ocurridas durante las primeras semanas se ha ido transformando
en formatos más incluyentes y menos volátiles, que surgen con la velocidad de
la sorpresa en distintas zonas de las ciudades, incluso en los sectores
populares donde salir a la calle tiene un costo más alto.
2.177 detenciones, 1.764 expedientes abiertos y 39
muertos, así como la militarización de los lugares más conflictivos, ha
obligado a muchos de los manifestantes que insisten en no abandonar la protesta
a reinventar las formas de hacer llegar sus mensajes. Una idea, asociada a la
capacidad orgánica de aguante pero también a la tensión entre dos fuerzas
opuestas, se repite cada vez con más frecuencia: resistencia pacífica.
El concepto estratégico ha tenido referencias
emblemáticas con el movimiento del sindicato polaco Solidaridad, en 1981; la
“campaña del poder popular” en Filipinas, en 1986; la “revolución del
terciopelo” en Checoslovaquia, en 1989; la “campaña del desafío” en Suráfrica,
en 1990; y la cruzada serbia para derrocar a Slobodan Milosevic en 2000.
También tuvo expresiones en casos más recientes como los de Egipto, Ucrania y
Siria. En todas quedó demostrada la eficiencia de llegar sistemáticamente hasta
la raya de la confrontación sin cruzarla para detener la opresión de los
gobiernos y lograr las reivindicaciones comunes acordadas por los ciudadanos
como objetivos de lucha.
Mikel las Heras, director de la organización no
gubernamental Conflictove, percibe que la ola de protestas que comenzó en
febrero se ha ido afinando: “La protesta creativa emerge para desmarcarse de la
violencia. Cada vez más, se es consciente de que la protesta, como forma
de resistencia, tiene que ser inclusiva. Los hechos van demostrando que la
guarimba que desmoviliza no tiene sentido, pero sí la que está animada por la
gente en la calle”.
La protesta pacífica se ha multiplicado y
diversificado en formas y proporciones. Además de marchas, concentraciones y
cacerolazos, la molestia se ha expresado con volanteo en varias ciudades,
partidas de dominó en la plaza Brión de Chacaíto para hablar sobre el país con los
transeúntes convertidos en jugadores, un sancocho de leña frente a una
distribuidora de gas para denunciar la escasez del combustible, volanteos en el
Metro, el "recalentazo" de los carros accidentados en plena vía, llegadas
imprevistas a instituciones públicas de estudiantes que se organizan en
susurros e intervención de las estatuas con burbujas que las ponen a repetir
consignas opositoras.
Conflictove y el Observatorio Venezolano de
Conflictividad Social han establecido que 98% de las protestas en Venezuela son
pacíficas y que la violencia del otro 2%, en la mayoría de los casos, surge
después de la intervención de los cuerpos de seguridad del Estado. Las Heras
recuerda que en 2013 hubo 4.410 protestas, y 5.843 el año anterior. Las
principales razones para salir a la calle fueron demandas laborales y de
vivienda. La protesta política, excepto en abril de 2013, no fue una porción
significativa. Hoy, sin embargo, 74% de los venezolanos considera que el país
está mal y 55% que el gobierno de Maduro ya no es democrático, según la más
reciente encuesta del IVAD.
El sociólogo considera que ahora la motivación es
mayoritariamente política y, de este modo, la protesta se ha convertido en
resistencia. Sin embargo, advierte que la resistencia implica claridad de
objetivos, y en la actual coyuntura son muy diversos dependiendo de los actores
que protestan. Hay quienes repiten la consigna “Maduro, vete ya” y otros que
están más enfocados en metas intermedias, como el cese de la represión, el
desarme de los colectivos oficialistas, la liberación de los presos políticos o
la recuperación de la independencia de los órganos del Poder Público.
Punto de inflexión
El cese de la represión fue, precisamente, lo que
impulsó a los vecinos de Chacao a oponerse a la militarización del municipio.
El gesto de irreverencia de los manifestantes, la mayoría mujeres, que
encararon a los piquetes de la Guardia Nacional Bolivariana el 17 de marzo en
la noche en la plaza Francia de Altamira fue un punto de inflexión en el
proceso de maduración de la protesta que tiende a resistencia civil.
La historiadora Margarita López Maya, que desde
mediados de los años ochenta se ha dedicado a estudiar las modalidades de
participación popular, considera que lo que ocurrió en Altamira corresponde a
la llamada protesta confrontacional, las que se acercan a la desobediencia y
producen inquietud en la autoridad: “La gente no tuvo miedo y se confrontó con
los GNB. Se estaba a tirito de que hubiera violencia, pero no la hubo. Ello
produce una gran sensación de solidez de los actores que están en la calle. Las
grandes marchas y concentraciones implican mucha organización, mientras que las
protestas confrontacionales son más efectivas y requieren menos recursos”.
La historiadora destaca particularidades de la
coyuntura: “Lo nuevo e interesante es que este ciclo de protestas ha sido
continuado, masivo y con demandas muy claras. En general, los ciclos terminan
en represión o consecución de las demandas. El presente ha sido tan largo y
sostenido que no tiene precedentes en la historia reciente de Venezuela. Ha
pasado a convertirse en un verdadero movimiento social. Se están dibujando
demandas políticas concretas. Por el cierre de los espacios institucionales, la
gente tiene que tomar la calle”.
La perseverancia ha marcado la diferencia con
protestas de años anteriores. El mismo día en que Chacao fue militarizado, un
grupo de mujeres inició un novenario para detener la violencia en la plaza
Francia. El último día de oración, a 20 metros de la manifestación religiosa,
los estudiantes de Medicina de la UCV recibían una clase muy particular del
profesor Raimundo Cafruni sobre la atención que requiere un paciente
politraumatizado. La primera diapositiva de la presentación era la imagen y el
pensamiento de Platón: “El precio de desentenderse de la política es el ser
gobernado por los peores hombres”. Las siguientes se referían a ejemplos
concretos de los excesos en la represión durante las últimas semanas: los
impactos de perdigones que le causaron la muerte a Geraldine Moreno, el
desangramiento por el cual falleció Jesús Acosta, entre otros casos.
Cafruni se permitió algo de humor: “Tienen apenas dos
minutos para hacer la evaluación del paciente y es imprescindible auscultar su
respuesta ocular, neurológica y oral. Pueden preguntarle dónde nació. Si les
dice que fue en El Valle, luego en Candelaria y luego en Valle Abajo, tienen
que tomar nota de la incoherencia, porque, finalmente, el hombre pudo haber
nacido en Colombia”.
Un municipio, dos visiones. El forcejeo entre
manifestantes y la GNB, entre piedras y lacrimógenas, se asentó. La protesta
violenta de Altamira Sur ya no tiene la misma fuerza que a principios de
febrero, pero persisten algunas escaramuzas, como las que ocurrieron el 2 de
abril en la noche, luego de las manifestaciones contra la destitución de la
diputada María Corina Machado.
El enfrentamiento entre un reducido grupo de
manifestantes y la GNB alcanzó el campamento instalado desde el 23 de marzo
frente a la sede del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Más de
200 personas agrupadas en Jóvenes Venezolanos permanecen en el lugar día y
noche con el objetivo de que una comisión de la ONU visite Venezuela y
verifique las violaciones de los derechos humanos.
“Los más radicales que están en la plaza Francia
empezaron a guerrear con la Guardia. Los persiguieron hasta acá. Nosotros
comenzamos a cantar el himno y a rezar el Padre Nuestro, pero los militares
dispararon, entraron en las carpas y se llevaron detenidos a 13 de los
nuestros. Parte de nuestros esfuerzos ha sido mantenernos alejados de los
violentos”, afirmó José Gregorio Fadoul, un abogado de 24 años que se
identificó como representante del campamento. Los campistas provienen de 14
estados y ocupan las aceras y dos de los tres canales de la avenida Francisco
de Miranda en sentido oeste; dejan uno abierto para evitar el colapso del
tránsito.
Como Las Heras, López Maya rechaza la satanización de
la guarimba, aunque muchos fiscales y jueces la equiparen con el delito de
obstrucción de vía pública: “Aunque implica una tensión entre el derecho
a protestar y el derecho al libre tránsito, el bloqueo de vías se utiliza
muchísimo en América Latina.
Los indígenas bolivianos se lo hacen a cada rato a Evo
Morales y en Argentina los llaman ‘cortes de vías ’”.
El embotellamiento del tránsito implica ganancias y
pérdidas: 65% rechaza los cierres de vías, determinó Datanalisis a finales de
febrero. Los vecinos de las barricadas se quejan en las redes sociales de que
la táctica los encierra en sus propias calles. Sin embargo, guarimbas que son
desmontadas por las fuerzas de seguridad son montadas de nuevo por los
manifestantes. Desde el gobierno se busca descalificar a todos los que están
protestando con el término “guarimberos”.
¿Refinamiento o domesticación?
El 8 de marzo “El Grito Silente” llegó a la Plaza de
los Museos a pesar de que el gobierno ha convertido el municipio Libertador en
coto vedado para la protesta opositora. Un grupo de 50 personas decidió
protestar en completo silencio por los 24.763 venezolanos que murieron a manos
del hampa en 2013 y los más de 2.481 homicidios que han ocurrido en lo que va
de año.
No hacía falta hablar, sino vestir de negro y llevar
un cartel con el nombre de la víctima a la que cada quien daría cuerpo. A
través de las redes sociales –instrumento que ha ayudado al engranaje de las
iniciativas y a visibilizarlas en un contexto en el que los medios
radioeléctricos no las transmiten– un grupo de jóvenes egresados de la
Universidad Católica Andrés Bello asignan a los interesados el nombre de la
persona asesinada.
Un contingente de 10 GNB con equipos antimotines se
apostó en el lugar. Parecían no entender lo que ocurría y se fueron a los pocos
minutos. En la entrada del parque Los Caobos dos mujeres discutían. “Ellos no
se deben ir, ellos tienen derecho a estar aquí, nos están matando”. Otra
–vendedora de dulces– replicaba: “Que se vayan, aquí somos chavistas, gente de
paz”. Pero los participantes permanecían en silencio. “¡Qué viva, Chávez!”,
gritó la trabajadora, y otra mujer que salía del parque le respondió: “Chávez
está muerto, igual que él (señalando el cartel) y ella (apuntando otro), a mí
todos los muertos me duelen igual”. La candela se había encendido en el
silencio.
El historiador Elías Pino Iturrieta está convencido de
que la resistencia civil, pacífica o no violenta constituye un “refinamiento”
de la protesta, que, en su opinión, no tuvo lugar antes del ascenso del
chavismo al poder: “La resistencia existe cuando una sociedad se mira en el
espejo y se repugna. En el siglo XX no la hubo en estos términos. Durante la
dictadura de Pérez Jiménez la sociedad venezolana no se mira en el espejo, sino
solo los adecos y los comunistas. La resistencia en ese período se reduce al
murmullo en las casas de familia. Eso no es resistencia, sino miedo o
indiferencia. Desde el año 1958 hasta Chávez nadie había retado a la sociedad
venezolana colectivamente. Ahora sí. Toda la sociedad se siente agredida y
comienza a reaccionar”.
La articulación de las protestas que se han
desarrollado en forma simultánea en todo el país es el reto de la resistencia:
“La Junta Patriótica Estudiantil y Popular es solo parte de la maduración de un
movimiento que se comienza a amalgamar desde lo sociopolítico. Los líderes de
los partidos de oposición también están tratando de domesticar la protesta para
convertirla en una propuesta democrática que enamore a la mayoría de la
población”, indica López Maya.
“Antes, AD y Copei escogían hasta los integrantes de
las juntas directivas de los clubes y se iba a un mitin porque se era adeco o
copeyano; los partidos tradicionales ahogaron el civismo. Ahora no hay partidos
fuertes y la alevosía del chavismo nos empujó a ser ciudadanos. La resistencia
tiene etapas que no pueden calcularse de antemano. Puede conducir a negociaciones
y no necesariamente a un cambio de gobierno. El riesgo es no tener certeza de
la proximidad de la meta. Cando no encuentras quién te guíe, cada quien hace
historia desde su estatura”, agrega Pino Iturrieta. Como los vecinos de Los
Palos Grandes que todas las noches, desde hace dos semanas, pasean una inmensa
bandera nacional por las calles de la urbanización; como los habitantes del
barrio La Bombilla de Petare que trancaron el distribuidor Metropolitano de la
autopista Francisco Fajardo por falta de agua; como los residente de Santa Fe
Norte y de Las Minitas que coincidieron en un trancazo contra el gobierno, en
la autopista del Este.
Es posible, por ejemplo, ver a dos mujeres que caminan
juntas por Colinas de Bello Monte con pequeños carteles con mensajes escritos a
mano sobre hojas de papel bond. La estudiante, de 21 años de edad, exhibe una
pregunta provocadora: “¿Le decimos dictadura o todavía no?”. La contadora, 17
años mayor, interpela a los transeúntes: “Ser indiferente no resolverá tus problemas.
¡Únete!”. Sacan esas diminutas pancartas cuando van al trabajo o la
universidad, o cuando regresan de ellos. Parece que no hicieran nada mientras
caminan, pero la verdad es que los gestos de simpatía son palpables, tanto como
la tensión de quienes se sienten cuestionados. “Nos han insultado, pero
seguimos adelante porque es una manera pacífica de protestar”, dice la más
joven.
La psicóloga social María Teresa Urreiztieta,
especialista en movimientos sociales, considera que la protesta es el lugar de
la ciudadanía y no de los héroes.
“En este momento los anhelos democráticos no
corresponden a una lucha heroica, según la cual los estudiantes van a estar en
la vanguardia, sobre expuestos a la violencia. Esa visión épica es perversa. Lo
que se impone es consolidar una ciudadanía activa. Ya lo dijo el padre de
Roberto Redman: ‘Mi hijo no quería ser un héroe ni un mártir’. Y es que la
resistencia pacífica frente a un gobierno opresor no es cosa de héroes, sino de
ciudadanos”.
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