Por Yoani Sanchez, 06/04/2014
Mejor desnudos que…
Una mujer con los
senos descubiertos hace de oráculo en una obra de arte efímero. Es La Habana de
los años ochenta y el escándalo que trae la exposición “Nueve Alquimistas y un
Ciego”, termina con su cierre y la satanización de no pocos artistas. La piel
afuera es un desafío, una protesta, en un país donde el poder se enfunda aún
hoy en uniformes verde olivo, mangas largas, calurosos atuendos que esconden,
en lugar de mostrar.
Los autoritarismos
manejan mal la desnudez. La sienten impura, sucia, humillante, cuando en
realidad es el estado natural y primigenio del ser humano. Son pacatos los
totalitarios, pacatos y timoratos. Les asusta cualquier gesto libertario y la
demasiada piel expuesta la perciben como un gesto desafiante. Piensan así,
porque –en el fondo- ven al cuerpo humano como algo impuro y obsceno. De ahí
que el desvestir a sus contrincantes constituya una de las prácticas represivas
que más disfrutan. Creen que al despojarlos de su ropa los reducen a ser
simples animales. El mismo mecanismo mental que les lleva a llamar “gusanos”,
“sabandijas” o “cucarachas” a sus críticos.
En una celda sin
ventanas un guardia obliga a un preso político a desvestirse; en un cuarto
donde nadie puede escuchar los gritos, tres mujeres hurgan bajo la ropa de una ciudadana recién
apresada; en un albergue de una escuela al campo las duchas no
tienen cortinas para que ningún estudiante pueda poseer para sí el territorio
de su cuerpo; en una sala fría y gris los judíos eran despojados de su ropa
antes de entrar a las cámaras de gas. Desnudar para humillar, desnudar para
deshumanizar, desnudar para matar.
Las imágenes que llegan desde Venezuela,
confirman que aún se practica la privación de la ropa como castigo moral. Un
joven es desnudado por un grupo que busca degradarlo al exponer cada centímetro
de su piel. Sin embargo, terminan convirtiéndolo en un ícono hermoso, puro,
candoroso. ¡No hay suciedad en el cuerpo humano, no hay nada de que
abochornarse en quedar ante los demás tal y como llegamos al mundo!
Que se avergüencen
esos otros, escondidos tras uniformes, carcasas, grados militares que ellos
mismos se otorgaron. ¡Que se abochornen esos que se ocultan bajo los
deshonrosos atuendos del miedo!
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