Rogelio Núñez 8 de abril de 2014
La oposición venezolana al régimen de
Nicolás Maduro ha conseguido un éxito indudable, presentar un frente unido
contra el chavismo y marcar la agenda política del país. Sin embargo, al
interior del movimiento antichavista subsisten diferencias de liderazgo y de
táctica.
El gobierno de Maduro pensaba afrontar
un año 2014 más tranquilo, políticamente hablando, a diferencia de 2013 en el
que el fallecimiento de Hugo Chávez en marzo, las elecciones presidenciales en
abril (las segundas en seis meses) y las locales de finales de año no dieron
respiro a los herederos del chavismo.
Sin embargo, el principal éxito de la
oposición antichavista ha sido poner en segundo término las diferencias
internas que les separan para priorizar la lucha contra el régimen. Desde febrero los planes del gobierno, fueran
cuales fueran, han quedado en el olvido en aras de afrontar la ofensiva
opositora que ha ganado la calle al chavismo.
El régimen no ha podido acabar con las
protestas y estas, junto con la presión internacional (vía mediación de
UNASUR), han acabado forzando que Maduro acepte dialogar con la oposición.
Una
oposición, dos estrategias y liderazgos
En ese contexto es en el que se ha
dado el anuncio del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aceptando la
propuesta de los cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)
para reunirse con representantes de la oposición: “Tuvimos una conversación
bastante amplia, ellos me propusieron hacer una reunión con la delegación de la
oposición y, bueno, yo acepté, como he venido convocando desde hace ocho
semanas al diálogo político, por la paz, por la democracia“.
Pero lo que tiene enfrente Maduro, y
él lo sabe, no es una oposición unida y monolítica sino fracturada por
diferentes visiones estratégicas y lucha de liderazgos.
Es cierto que durante las protestas y
movilizaciones han logrado pasar a un segundo planos esas tensiones internas.
Habrá que ver si durante el diálogo (o
amago de diálogo) esa unidad se mantiene.
Henrique Capriles que solidariamente
ha apoyado las movilizaciones lideradas por Leopoldo López y María Corina
Machado tiene claramente una estrategia diferente a la de estos dos dirigentes.
En primer lugar apuesta a que el
movimiento antichavista salga de su enclaustramiento social (el de ser un
fenómeno de clases medias y barrios acomodados).
Por eso repite sin cesar que no hay
que esperar a que los sectores populares, como en el Caracazo de 1989 bajen de
los cerros sino que hay que acudir a los barrios pobres (situados en esos
cerros que rodean Caracas) para conquistarlos para la causa: “Preguntan que
dónde anda Capriles, ¡Capriles anda en los barrios y en los caseríos, porque es
ahí donde se construye el cambio!”.
Y en declaraciones al diario El País
lo dejó aún más claro: “ Yo he visto una clase media muy movilizada. Pero esa
clase media, golpeada y maltratada, no es la mayoría del país. A veces pisa el
peine, es decir, entra el juego del Gobierno, y no se da cuenta de que colocar
las barricadas no suma a quienes hay que sumar. Escucho a algunos sectores
decir: “cuando bajen los cerros…”. Los cerros no van a bajar. Hay que subir a
ellos y hablar con los pobres. Si usted se queda en un tema de Maduro vete ya,
eso no conecta con la gente que viven en el barrio (zona de pobreza). Y al
Gobierno le interesa la polarización, esa pelea entre la clase media y los
barrios”.
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