FAUSTO MASÓ 16 DE AGOSTO 2014
En un abrir y cerrar de ojos a Nicolás
Maduro le sobrarían los dólares, pero nunca aceptará que el padre eterno metió
la pata cuando trajo el oro para Caracas; bastaría que lo enviara de vuelta a
la Banca de Londres, porque ese oro en Londres serviría de garantía para
préstamos inmediatos de miles de millones de dólares, como se hacía en el
pasado, a un interés bien bajo. Los dólares seguirán bajo la cama de Maduro y terminará
vendiendo Citgo y hasta la plaza Venezuela para pagar las importaciones de
aspirina, azúcar, café y hasta toallas sanitarias.
A Maduro también le sobrarían los
bolívares con dos o tres medidas. Pero se quedará con los brazos cruzados.
Cualquier día descubre que el Guaire está sucio y que no se consigue cemento
desde que las empresas son del pueblo, ja, ja, ja...
Chávez tomaba decisiones en un
instante, equivocadas muchas veces. Trajo las reservas de dólares oro temeroso
de que se lo confiscaran por alguna demanda de una empresa extranjera. Ahora
tenemos 15.000 millones de dólares en oro que no sirven para nada, antes
ganaban hasta intereses.
Todo es una locura. Por ejemplo,
cuando uno cambia un cheque el banco lo abruman con billetes de a 50 y de 100
bolívares. El gobierno no imprime billetes de 500 o 1.000 bolívares para no
reconocer como anda la inflación.
Alí Rodríguez, que conoce la situación
de los países vecinos, acepta que las
empresas estatizadas andan mal, igual que voceros de la oposición; pero no da
el siguiente paso, pedir que privaticen Agro Patria, las cementeras. Las
empresas de la CVG, con la excepción de la Sidor de Techin y Venalum, las
siempre dieron perdidas en todos los gobiernos.
Maduro debiera dar una .vuelta por el
centro de Caracas para ver a los buhoneros vender los productos que escasean y
que alguien se los facilita; aparte de los que compran los infelices haciendo
colas en los automercados.
Castro cumple 88 años, cuando tenía
74, se despidió de la lucha armada en el Aula Magna de la UCV, aceptó que no
era posible una segunda Cuba; ya no
presentaba su revolución como el futuro de la humanidad, sino como un pasado
remoto, producto de circunstancias irrepetibles, y reconocía que la democracia
se había consolidado en América Latina y había que llegar al socialismo por los
votos. Ahora Maduro es el heredero real del patria socialismo o muerte. Maduro
y un viejito, el propio Castro representan el final de la revolución. Castro le
dejó a su hermano la tarea de la transición hacia la economía de mercado, él
prefiere que lo recuerden con las armas en la mano.
Iban a crear un hombre nuevo, y todo
terminó con los revolucionarios en sillas de rueda, visitados por dignatarios
extranjeros que los vienen a ver como los turistas van a los museos, monumentos, cementerios; quieren
¡darle la mano a Castro, qué emoción!
Cuando le recordábamos estas verdades
a Orlando García, unos días antes que muriera asfixiado por una enfermedad que
contrajo por haber pasado años en una oficina con techo de asbesto, meciéndose
en una mecedora, en un humilde apartamento de Miami, con una bomba de oxígeno
al alcance de la mano, contestaba, ¡alguien tenía en América Latina que poner
en su lugar a Estados Unidos!
Le decíamos que un ex embajador cubano
en Venezuela contaba a un amigo en La Habana: “Gracias a la revolución mis 7
hijos se volvieron ingenieros, médicos, artistas, menos el más pequeño que
rechazó estudiar y hoy trabaja de mesero en un hotel de lujo y alquila el
garaje de su casa a las putas, en dólares. Hoy gana 1.500 mensuales y todos,
los doctores, el exembajador, yo, vivimos de su dinero”.
Maduro no da un paso hacia la
izquierda, ni hacia la derecha. Vive paralizado en Miraflores.
¡Y todos nos quejamos por la falta de
dólares!, mientras Maduro virtualmente los tiene escondidos bajo su cama.
Tenemos un montón de reservas en oro que no sirven para nada. Quizá sea mejor
así, para que no las despilfarren en unos meses.
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