Por Alexis Alzuru
Las fórmulas legales para
remover al gobierno son más gaseosas cada día; a la vez, Maduro no da señales
de estar pensado irse de Miraflores. Al contrario, las posibilidades de
mantenerse en el poder han aumentado con las decisiones del TSJ, el CNE y la
actitud de los militares. A lo mejor, en el actual contexto lo conveniente es
introducir algunas piezas en el tablero. Por ejemplo, negociar el exilio de
Maduro podría ser una vía para destrancar el juego. Por lo demás, consensuar el
destierro del presidente sería una acción complementaria a la de bregar su
remoción a través de la Constitución. Lo relevante es definir rutas
alternativas para avanzar hacia una transición en paz porque la enmienda, el
revocatorio y la constituyente pareciera que entraron en un limbo.
Que Maduro se exilie pudiera
estar más a la mano que conseguir la revocatoria de su mandato. Ahora bien,
quizá se tenga que aceptar que la sustitución del gobierno no dependerá de las
fórmulas que definen los partidos y sus directivos necesariamente; entre otras
cosas, porque la solución a ese problema pudiera surgir de manera totalmente
improvisada o de cualquier ciudadano. Además, algunos de los que deberían
liderar esta difícil etapa están confundidos porque están tratando de
posicionarse en la carrera presidencial o desean obtener una victoria
partidista en las próximas regionales. Como si fuese posible tener la más
mínima certeza de que en diciembre esas elecciones no se postergarán hasta que el
presidente las ordene.
Es fundamental evitar que se
debilite la idea de la transición; las esperanzas de un país no pueden
cancelarse por la codicia de unos funcionarios corruptos ni por el temor a
evaluar propuestas que aparecen al calor de la evolución de los
acontecimientos.
Maduro se quedará en el
poder a menos que desde las bases se presione para obtener una solución
oportuna. Gracias a Dios, todas las encuestas indican que las mayorías
genuinamente desean detener la ruina de la nación. Por cierto, en atención a
esos datos no es irracional suponer que en el chavismo haya gente consciente de
lo mucho que se perderá de prologarse hasta 2019 el gobierno y la podredumbre
que deriva de él. Entre ellos hay pueblo, empresarios, políticos y militares
dispuestos a transar salidas a la crisis de la república. Sin embargo, no se
negocia en abstracto; el exilio de Maduro y su entorno es un punto que pudiera
dar inicio a las conversaciones para deponer al gobierno.
Empero, alguien en la
oposición debe entender que parte de la labor que urge abordar es facilitarles
las cosas a los chavistas que desean sentarse en una mesa; para lograrlo hay
que fortalecer las condiciones de negociación de la oposición. En este sentido,
corresponde blindar el expediente contra Maduro para que la militancia chavista
y algunos de sus jefes tengan los argumentos para apoyar la transición. Por
ejemplo, comprobar institucionalmente la doble nacionalidad del presidente es
un mecanismo que despejaría el camino del acuerdo, así como recuperar la
mayoría absoluta en la Asamblea. En especial, fortalecería la disposición al
pacto aclarar la opinión de que el exilio de Maduro no es para exterminar al
chavismo sino para recuperar el bienestar, la libertad y, por lo mismo, la
pluralidad democrática.
Este conflicto se ganará
posicionando algunas ideas en el sistema cognitivo y las emociones de la
población. No por casualidad Maduro y quienes dirigen las instituciones que lo
apoyan toman decisiones para re-educar a la población en la resignación. ¿Qué otro
sentimiento privará en el corazón de los venezolanos si en diciembre Maduro
sigue en la jefatura del Estado y, además, suspende las regionales?
09-04-16

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