Por Maritza Izaguirre
Semana a semana se complica
la adquisición de los alimentos y productos básicos para la familia. La
ausencia en los anaqueles de las harinas, pastas, pan, mantequilla y otros
componentes de la dieta obliga a una búsqueda incesante, en la cual se
establece toda una estrategia, cada miembro del grupo familiar cumple con
tareas específicas al recorrer, día a día, los diferentes establecimientos
ubicados en el vecindario, para comprobar si el o los productos se encuentran a
la disposición o si se sospecha que lo pondrán a la venta en las próximas
horas, ello consume varias horas, hasta encontrar el producto deseado. Sin
embargo, al finalizar la compra se encontrará con la sorpresa de que el valor
de lo adquirido supera lo estimado.
El precio de la mayoría de
productos se ha incrementado sustancialmente, en relación con el costo de los
mismos la semana anterior, lo cual obliga al retiro de algunos para poder
ajustarse al presupuesto y cancelar utilizando al máximo las tarjetas de
crédito disponibles, ya que el presupuesto familiar se ve fuertemente castigado
por el incremento exagerado de la canasta básica, limitando la disponibilidad
de recursos para cumplir otras obligaciones del gasto familiar. De allí la
sensación de frustración y desasosiego.
De esta manera, la
adquisición de los productos básicos se convierte en un calvario: hacer la
cola, soportar horas a la intemperie para luego ingresar y no conseguir lo que
necesitas; ante esta situación, algunos reaccionan con agresividad, lo cual
suele traducirse en fuertes expresiones verbales cada vez más duras que
cuestionan las políticas públicas adoptadas por el gobierno y que, a su juicio,
han conducido a una grave situación de desabastecimiento e inflación.
Proceso que ha sido expuesto
a la consideración de todos los venezolanos en el excelente documento
presentado por la Academia de Ciencias Económicas en carta abierta a la nación
dado a conocer recientemente, donde explica claramente las verdaderas causas de
la crisis y el empobrecimiento, y ratificando lo que ya se ha dicho, de que la
crisis tiene solución si se adoptan los correctivos necesarios.
De allí que la paciencia se
agota y se cuestiona abiertamente la necesidad de un cambio en las políticas
adoptadas; reconocer el fracaso del modelo, el cual no pudo superar la caída
del ingreso petrolero, lo que limita el acceso a las divisas, agudiza la crisis
de la producción nacional, y deja en claro que si no se corrigen los errores
cometidos la crisis se agudizará y el empobrecimiento y el malestar de la
población crecerá y dejará a un lado los objetivos y metas tantas veces
repetidos de una sociedad inclusiva, justa, capaz de ofrecer a todos por igual
riqueza y bienestar.
Por lo tanto, a cambiar, tal
como lo expresaron los firmantes de la solicitud del revocatorio, para abrir
así una oportunidad legítima y constitucional para la renovación del Poder
Ejecutivo.
17-05-16
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