Luis Manuel Esculpi 17 de julio de 2018
Esta
frase la repetía constantemente, junto al reto a otro campeón mundial de su
misma categoría pero del Consejo Mundial de Boxeo y la solicitud de la
bendición a su mamá. Fue el segundo venezolano en alcanzar un título mundial –
el de los semipesados- de la Asociación Mundial de Boxeo. Vicente Paul Rondón
quien había nacido en Barlovento después de una vida sumamente complicada y una
accidentada carrera había logrado la hazaña que para esa época era la máxima
aspiración de quienes practicaban el deporte de los puños.
Dos
décadas después el campeón culminó su vida en medio de la miseria, víctima
lamentable de desequilibrios y enfermedades, lo encontré en varias
oportunidades en tal situación en Carapita – donde residía – mientras
recorrimos los barrios de Antímamo en actividades de nuestra militancia
política.
También
fue un 27 de febrero, pero del año 71, cuando logró el ansiado título. Un mes
antes se había formalizado el nacimiento de una organización renovadora del
pensamiento de izquierda, que había realizado una severa autocritica a la
política desarrollada en la década anterior, rompiendo con las interpretaciones
teóricas dogmáticas y las pretensiones hegemónicas del llamado “socialismo
real” representado por la Unión Soviética y sus aliados.
Los
vientos renovadores se reflejaron en importantes sectores juveniles, la
intelectualidad, el movimiento obrero de avanzada y en las barriadas populares
de las ciudades; de allí se nutrió en sus inicios el Movimiento al Socialismo
de otros tiempos. El del lenguaje y la propaganda irreverente, de los afiches
de cuerpo entero, del Si Podemos compuesto por Theodorakis, el que editó un
diario con el dinero obtenido por García Márquez al ganar el premio Rómulo
Gallegos.
Otra
izquierda posteriormente también incorporó la democracia como un valor esencial
en sus postulados, otra jamás rompió con los viejos esquemas y algunos de sus
representantes hoy están en el poder.
Estos
recuerdos me vienen ahora a la memoria cuando con muchísima frecuencia oímos a
los voceros del oficialismo pretendiendo desviar la atención de la gravísima
crisis que vivimos, pregonando que somos los primeros o los mejores del mundo
en diversos aspectos.
Repiten
hasta la saciedad que tenemos las reservas petroleras más grandes del mundo,
asoman la idea que en oro también ocupamos el primer lugar. Afirman que en lo
electoral tenemos el mejor sistema automatizado del planeta, mientras que en
países con mayor número de electores y sin máquinas se conocen los resultados
en pocas horas, en Venezuela hay que esperar la madrugada o el día siguiente
para saber los resultados desde la conocida baranda. Sin referirnos a las
manipulaciones, trapisondas y trampas que caracterizan ahora estos procesos
cada vez más opacos y menos transparentes.
Recientemente
la flamante ministra de Asuntos Penitenciarios declaró de manera insólita -no
es la primera vez- que tenemos el mejor sistema carcelario del mundo.
Es
verdad que antes de la tragedia del mal llamado “socialismo del siglo XXI”
teníamos una de las primeras empresas petroleras del planeta, una de las
represas más grandes del mundo, las mejores carreteras y el mejor Metro de
Latinoamérica, estuvimos a la vanguardia de la lucha contra el paludismo y
otras enfermedades endémicas, estábamos entre los primeros exportadores de
hierro, acero y aluminio, la educación pública de calidad se había masificado,
la salud y los servicios públicos en general cumplían con los estándares
mundiales, solo para citar algunos aspectos en los cuales estábamos situados en
la vanguardia.
La
retórica gubernamental, falsa y mendaz, desdeña los avances alcanzados en los
gobiernos civiles, etapa en la que sin duda más progresó el país, para así
ocultar los inmensos retrocesos como consecuencia de la implantación de un
modelo fracasado universalmente y que nos ha conducido a una crisis sin
precedentes en la Venezuela contemporánea, solo podrá ser superada por un
cambio político que implica necesariamente el cambio del modelo económico
actual.
Luis
Manuel Esculpi
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