ALBERTO BARRERA TYSZKA 18 de julio de 2018
El
fenómeno se conoce como “la invasión turca”. En muy poco tiempo, sin saber muy
bien cómo y por qué, gran parte de la programación de la televisión abierta en
América Latina comenzó a llenarse de series y de telenovelas producidas en
Turquía. Y, antes de que nadie sacara cuentas, de repente en el prime time de
Chile, por ejemplo, se estaban transmitiendo al mismo tiempo cinco telenovelas
que transcurrían en Estambul.
Nunca
antes la industria había vivido un proceso de ese tipo. Son varias y diversas
las razones que pueden explicarlo. Una de ellas, es el mismo desarrollo y
cambio de la industria de la telenovela en nuestro continente. Con el comienzo
de la auto proclamada revolución bolivariana y el inicio de una paulatina
destrucción de la industria televisiva del país, sumado al crecimiento de la
producción de ficción colombiana, alejada en general de los cánones del género
rosa; los turcos encontraron un espacio libre para retomar la telenovela más
clásica, con altos niveles de calidad y sostenidos grados de melodrama amoroso
y familiar. La industria turca recogió del abandono el espectáculo de los
latidos. Nos recordó que, por estos costados del mundo, las lágrimas son muy
rentables.
Esta
semana hemos descubierto que Nicolás Maduro es también un fan enamorado de
estas producciones. A Chávez no le gustaban las telenovelas. De hecho, según se
sabe, a Nancy Colmenares, su primera esposa, le prohibía verlas. Y, en más de
una ocasión, se refirió con desdén a ese género que promovía anti valores y
distorsionaba la realidad. En su ataque contra los medios de comunicación, que
fue en realidad parte de sus primeras batallas en su gran guerra contra la
democracia venezolana, Chávez terminó desmantelando una industria que había
logrado que la telenovela fuera nuestro primer producto de exportación no
tradicional. No en balde, ahora, el mercado internacional está lleno de una
enorme cantidad de talentos que se vieron obligados a salir de Venezuela para
buscarse la vida en otros territorios. No pienso solo en actores y actrices o
en libretistas, sino también en la inmensa cantidad de excelentes técnicos en
distintas áreas, camarógrafos, luminitos, sonidistas, asistentes, directores,
productores y ejecutivos…La industria del entretenimiento en Venezuela fue
minuciosamente devastada. Y ahora Maduro aparece promoviendo las teleseries
turcas.
Pero
eso no es realmente lo peor. Lo peor es la noticia de la visita del presidente
de Venezuela y su esposa a un estudio de televisión en Estambul. Lo peor es la
frivolidad de un supuesto líder de un país que se está derrumbando. Las fotos
de Nicolás Maduro y de Cilia Flores, disfrazados y jugando a actuar, en un set
de su teleserie favorita, en Estambul, son un carajazo despiadado a la pobreza
que se vive el país.
Que el
“presidente obrero y la primera combatiente” se dediquen a farandulear en el
exterior, demuestra el desprecio radical que tiene el Gobierno por el
sufrimiento de todos los venezolanos.
En
tierras muy lejanas, ambos dirigentes juegan a la ficción. Se dan el lujo de
pasear, de ser fatuos e intrascendentes, de vivir una fantasía otomana
mientras, en esta esquina de la realidad, hay venezolanos que viven sin luz,
sin agua; venezolanos que mueren sin medicinas, que mueren por no comer.
¿Se
acordó acaso Maduro, en Estambul, de lo que dijo a los trabajadores de la salud
a la hora de negarles un aumento de sueldo?; ¿acaso pensó en eso mientras
paseaba por el plató de aquel estudio de televisión? Les habló de la guerra
económica, del bloqueo, del imperialismo y de la oligarquía. Los trabajadores
solo pedían el mismo aumento salarial que se les dio a los militares. Pero
Maduro dijo que no. Dijo que ahora no podía. Y exigió fuerza. Valor. “Ustedes
deben resistir -también les dijo-. Por la patria. Por Chávez”.
¡Cómo
se sacrifican ellos por la Patria y por Chávez en el set de la serie
Resurrección Ertugrul! ¡Cómo resisten! Nico y Celia también lloran. Pero solo
con historias extranjeras. La realidad de Venezuela no les interesa. Siguen
negándose a verla. Hace demasiado tiempo apagaron al país.
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