Por Pablo V. Ojeda P.
El anuncio del regreso
a las clases presenciales, sin un monitoreo del virus SARS-CoV-2 y un plan
sensato de vacunación, es una locura. A pesar de los esfuerzos que han hecho
desde el gobierno para garantizar una vacunación contra el virus causante de la
covid-19, no vemos un proyecto coherente que permita llegar a una protección
segura de la población en el corto y mediano plazo. Todo lo contrario, al
llevar a los estudiantes a los salones de clase en condiciones de emergencia
humanitaria compleja se promoverán nuevas infecciones virales, tal como ha
ocurrido en otros países.
Conviene subrayar que
la Unesco ha sido explícita al afirmar que la pandemia de covid-19 reveló la
fragilidad y la falta de preparación de los sistemas educativos en este mundo
del conocimiento. Aún más, ha quedado en evidencia la brecha pedagógica y
digital que existe entre nuestros pueblos.
Sobre este último
asunto, es pertinente traer a colación los comentarios realizados, en la
revista Telos de la Fundación Telefónica, por Colegas de la
Universidad Politécnica de Valencia, quienes señalan (y parafraseo), que los
docentes debemos generar una identidad digital y transformarnos desde lo
personal y afrontar los cambios profundos en la gestión, procesos y funciones
de nuestra actividad profesional. Agrego: de cara al uso intensivo de las
tecnologías en educación.
Al llegar aquí es bueno
recordar que vivimos tiempos de emergencia durante los primeros meses del
aislamiento social, cuando la presencialidad compulsiva, usando las
aplicaciones de video, se convirtieron en las herramientas más frecuentes. El
resultado fue estudiantes cansados de estar horas frente a un computador o un
teléfono, a pesar de los esfuerzos de sus maestros.
Con lo dicho hasta acá,
está clara la necesidad de que nuestros docentes tengan la oportunidad de
demostrar su capacidad innovadora —que la tienen, por cierto— de diseñar y
desarrollar proyectos de enseñanza y aprendizaje con el uso de las diversas
aplicaciones tecnológicas en la web, y así trabajar de manera colaborativa
estudiantes, docentes, directivos y padres y representantes.
Los conceptos antes esbozados nos llevan a pensar sobre la importancia de las universidades en el manejo de la incertidumbre y sobre las acciones que debemos abordar desde el punto de vista conceptual y metodológico.
Advertimos que nuestras
casas de estudio de educación superior serán instituciones promotoras en el
desarrollo de estas novedades educativas a pesar de las normativas oficiales,
que atentan contra su autonomía académica y administrativa, esta última
consagrada en la Constitución y las leyes. Adviértase, pues, que a pesar de las
dificultades se requiere de un apoyo definitivo en materia de formación para
asegurar estas nóveles situaciones formativas.
De acuerdo con el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), los cuatro asuntos fundamentales son:
1.) Nuevas habilidades
y perfil docente para abordar siluetas curriculares centradas en competencias.
2.) Contenidos
educativos y plataformas tecnológicas que se adapten a las condiciones de
conectividad de los estudiantes más vulnerables.
3.) La Información y
seguimiento de los estudiantes es fundamental para garantizar la evaluación del
proceso educativo y dar realimentación inmediata a nuestros niños y
adolescentes, en sus procesos de enseñanza y aprendizaje.
4.) Equipamiento,
infraestructura y conectividad, tanto en las escuelas como en los hogares.
Finalmente, es evidente
el caos educativo que existe en la actualidad, el cual debe ser analizado de
manera integral, abordarlo desde una óptica compleja y confiando en la
capacidad innovadora de nuestros docentes para el desarrollo de experiencias
educativas que estimulen el pensamiento crítico en nuestros estudiantes.
pvojeda@gmail.com
Pablo V. Ojeda P. fue
director decano (2006-2012) del Instituto Pedagógico de Caracas-UPEL.
31-08-21
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