Laureano Márquez 07 de enero de 2022
–A
ver, amigo Sancho, sabed de antemano que la lucha es desigual cuando los
hacedores de risas nos enfrentamos a estos gigantes de la política, porque
dejamos expuestas sus desnudeces y no les gusta.
–Su
merced se confunde, no son gigantes, son simplemente molinos de viento, que
mudan el giro de sus aspas a conveniencia del viento que sopla.
–Respondedme
una cosa–replicó el amo–. ¿Qué dirías de aquel que conspira en contra de quien
ha hecho pública promesa de lealtad?
–Pues diría que no es gente de fiar a no dudarlo, mi señor. Que lealtad debemos a quien la juramos y que no habemos de prometerla si no somos capaces de cumplirla.
–Con
más razón si hace tan solo por el gobierno, siempre pasajero como todo lo
humano, de una ínsula.
–E
incluso de una península, su merced.
–Dices
bien, amigo Sancho, que yo de matemáticas nada sé. Poco importa, según mi
parecer, por cuanto multipliques tu hacienda, si los dineros son bien avenidos.
Pero con justicia te digo que de endeblez, flojedad, inconsistencias y
contradicciones entre lo que se proclama y se hace, sí que sé mucho, que por
largo tiempo me ha tocado padecedlos en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no
quiero olvidarme.
–Su
merced podría afinar más su argumento, quizá con algunos ejemplos, para que
este desabrido labrador os comprenda bien.
–Veamos,
Sancho, mi fiel escudero, si alguien un 20 de agosto de 2012, por poneros un
ejemplo cualquiera al azar, coloca un Twitter en el que pregunta:
«¿Entregarías la política económica de un país a quien se gasta 600.000 euros
en un ático de lujo?» y al tiempo gasta exactamente lo mismo no ya en un ático,
sino en una de esas casas de caballería que llaman chalés. ¿No dirías cuando
menos que tiene flojedad de convicciones?
–Sin
duda lo diría, por más que no lo haya comprado de contado y lo tenga que
galapagar a plazos.
–Sumo
y sigo, Sancho. ¿Qué dirías, entonces, de quien ha asumido «el compromiso de
vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones»,
renunciando a privilegios, si lo ves en un coche oficial Ford Mondeo Titanium,
arrastrado nada menos que por 140 caballos?
–Coño,
vaya caballería sus mercedes, quise decir, su merced. Los corrientes andamos en
burro y en este rocín flaco y destartalado que vos tenéis. Por otro lado: ¿No
es acaso Ford la marca emblemática del Imperio al que combatimos? –y añadió
luego de una pausa–. Mas noto, por la expresión perdida de vuestra mirada que
la lista de desatinos es larga.
–¿Qué
manducáis que adivináis? Ameritaría todo esto, cuando menos, una segunda parte.
Pero una cosa diría, por último, amigo Sancho.
–Decidla
pues, mi señor, a toda presa.
–Sabed,
amigo Sancho, que hay quien se cree administrador de la democracia, dueño de
señalar quien posee sus virtudes y quien no. Son los que a un tiempo emplean
las neuronas que tienen en sostener, defender y alentar cuantas dictaduras
criminales y violadoras de los derechos humanos se presentan, de manera
particular, en aquellas tierras salvajes del Nuevo Mundo.
–Ahora
comprendo lo de las contradicciones. Negar con las acciones aquello que se
presenta como cierto en la palabra.
–Hablas
con sabiduría, mi sencillo escudero. Dejemos atrás todo esto y sigamos en busca
de nuevas aventuras de caballería, que el año apenas comienza.
Laureano
Márquez
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