Boris Santos Gómez Úzqueda 04 de enero de 2022
@ BorisSGomezU
Ante
que nada: que 2022 sea un nuevo tiempo. Un año de prosperidad y felicidad para
todos los lectores de El Nacional y particularmente a aquellas
personas que vienen a dar una leída a mi columna.
Estuve
“ocupado” el fin de año 2021 revisando películas nuevas, viejas, documentales y
con la facilidad/felicidad que hoy tenemos una variedad de plataformas
digitales que nos presentan estrenos de películas cada momento.
Tengo
larga tradición de ser cinéfilo. Asistía semanalmente al menos una vez a
principales salas de cine de mi ciudad, antes de la pandemia de 2020, luego de
ello infortunadamente dejé el cine para empezar a volcarme más al cable y
principalmente a plataformas digitales.
Hay una variedad de películas, de series, de documentales y hoy, con la licencia que me permito de no analizar ningún tema relacionado a energía, quiero compartir algunos conceptos sobre la película Dont Look Up.
La
trama puede resumirse en tres palabras: una joven científica, de una
universidad de mediano tamaño en Estados unidos, descubre un cuerpo celeste
cuya trayectoria va directo a la Tierra con posibilidad elevada de impacto cuyo
resultado sería catastrófico (extinción) para la raza humana y los seres vivos
de éste planeta.
La
primera reacción: acudir a la institución estatal a cargo del espacio. Luego de
eso cita con la presidenta del país más poderoso del mundo. Hasta allí todos
creíamos que la obvia reacción sería “vamos a trabajar inmediatamente en un
plan para tratar de desviar el cuerpo celeste”. La burocracia (la presidenta)
además de ser incrédula estaba rodeada de ineptos y calculadores que aún
seguían en temas de la trama humana a días de acabarse la vida. En
politiquería, digamos, sin prestar atención al real problema que era esa bola
de fuego (cometa, cuerpo celeste) que se aproximaba a velocidad extrema a la
tierra.
La
gente, el común de la gente, está adormilada en el día a día de los asuntos
triviales, sin importancia y adormecidos por las redes, por las “estrellas” de
música y cine que tienen mejor y más importancia que los posibles desastres
estelares. Los científicos entran en pánico. Especialmente la doctora
interpretada por la hermosa J. Lawrence que es primero ofendida, luego
disminuida, desacreditada hasta ir a parar totalmente destruida por la sociedad
a una “tribu urbana” que detesta la linealidad que la vida plantea y se
convierten en transgresores de lo común y cotidiano, en tanto su colega
(interpretado por L. Di Caprio) sucumbe a los placeres de ser famoso y de estar
entre famosos. Se acomodó a los ritmos del poder hasta que, en algún momento,
se da cuenta que “el poder” nada está haciendo por la sociedad y toma el mismo
camino de su colega: marcharse rendido a esperar el final de los tiempos
rodeado de lo único que debiera importar a cada persona: su familia.
En
tanto ocurre “lo oficial”, de forma paralela el mundo tiene un “plan b”, pero
no es “el mundo” sino un grupo de súper ricos que tienen la posibilidad financiera
de lograr construir una nave que pueda llevarlos fuera de la tierra en caso de
que los planes estatales (oficiales) fallen y de que fallen sus propios planes
(drones que volaron al cometa a tratar de perforar e introducir bombas). La
élite siempre tendrá un plan. Nunca estarán desprotegidos. Por más hollywoodesco que
parezca, de ocurrir un evento así no dudo que los grandes magnates que hoy
controlan las principales economías no tengan algo en mente o algo en plena
ejecución.
El fin
de la trama: el común de la gente, los científicos (Lawrence y Di Caprio) no
son importantes. Las élites que están llenas de dinero y que pudieron construir
esa nave nodriza para escapar, logran salir de la Tierra y buscar un nuevo
horizonte en un nuevo planeta. Se salvan de la catástrofe.
Lo
obvio: las cosas importantes en esta sociedad no tienen la importancia que debieran.
Los políticos están endiosados y creen más en las redes y encuestas que en
promover bienestar para la sociedad a la que dirigen y los científicos serán
siempre los eternos luchadores contra el sistema que los trata mal y los
denosta. Los superricos, como siempre en la historia, son y seguirán siendo
factor determinante en el curso de la historia de la civilización. La película
plantea una mirada totalmente positiva de la tecnología. Sin ella no somos
nada. Una mirada absolutamente contundente de los empresarios (los más ricos)
los que generan iniciativa y los que hoy por hoy son más importantes que el
Estado más importante del planeta.
Puede
ser una sátira pero es una llamada de atención: estamos embobados con el TikTok
y no damos atención a la vida. A los temas que construyen la vida. Y quizás ese
desastre no ocurra en nuestra generación, pero lo positivo de todo es que
existen, en este mismo momento élites tecnológicas que están trabajando en
soluciones (aunque sean parciales) para paliar sino evitar la extinción de la
vida humana.
Las
democracias parece fueron reemplazadas por las twittercracias, faceboocracias,
de manera que los gobernantes están sometidos a “aprobaciones” mediáticas sin
que necesariamente les importe la vida real. Nos «acostumbraron» a dirigirnos
con mensajes: no haga, no mire, no diga, no piense…
Hay
una desconexión entre la realidad física y la nueva realidad digital, virtual
que se va imponiendo de a poco. Ya algo de eso nos planteó la película Ready Player One en donde “vivir” en la
virtualidad digital era mucho mejor que en la realidad física.
La
película, al margen de su original factura, su inconfundible sello de
exquisitez norteamericana es una película que tiene un planteamiento serio:
¿qué haremos en el fin del mundo? ¿Qué harán ustedes?
No soy
experto en crítica de cine, pero es una película que marca nuevas formas de pensar.
Es la Schindler’s List de estos tiempos o la Odisea en
el espacio 2001: ambas que nos obligaron a mirar el mundo desde la ternura
y la aventura. No comparo la realización de las películas, sino el mensaje.
Gran
realización con profundo mensaje: vivir dejando de lado la farándula que
enceguece y empezar a mirar lo importante. A defender la tierra, a amarla
nuevamente y a ser más considerados con el prójimo.
Adicionalmente,
nos toca imaginar que pasa “luego” del fin del mundo: allá, en ese nuevo planeta,
la élite de ricos que escapa de la tierra deberán –¿podrán hacerlo?– crear una
nueva sociedad basados en sus nuevas reglas. ¿Cuáles podrían ser esas reglas?
¿Cómo organizarán una sociedad nueva? ¿Qué dinero o qué valor de intercambio
estará en vigencia? ¿Quién liderará ese nuevo tiempo? Pero eso ya son otras
preguntas.
Boris
Santos Gómez Úzqueda
@
BorisSGomezU
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