Ismael Pérez Vigil 03 de junio de 2023
@Ismael_Perez
Todavía
tengo ese embotamiento, esa perplejidad y angustia, similar a la que produce la
pérdida de un amigo muy entrañable, muy querido, la de un familiar muy cercano.
Así me siento a una semana de lo ocurrido en la UCV en la frustrada y
frustrante elección del 26 de mayo. Sí, siento como una pérdida lo ocurrido,
creo que todos en el país perdimos algo, una gran oportunidad, por lo menos. Y
no piensen que voy a hacer algún análisis o enredarme en algunas de las
discusiones que están planteadas.
Llegué antes de las 11:00 de la mañana a la universidad ese día y estuve más de una hora dando vueltas para estacionar, cuando finalmente lo pude hacer me dirigí hacia la facultad para votar, contento y animado por lo que veía: el gentío, las enormes colas que se habían formado. Aunque me comenzó extrañar que a esa hora todavía fueron tan largas las filas y que parecían no moverse mucho. De camino a la facultad atravesé la Tierra de Nadie y allí me conseguí con Humberto Rojas, uno de los candidatos a Rector a quien conozco desde hace muchos años y me acerqué a saludarlo y hablar con él; le pregunté sonreído, alegre, como estaban las cosas y cuando me dijo: “Esto es un desastre…” pensé que me estaba tomando el pelo, pero debo haber palidecido, porque Humberto no es dado a esas bromas, y me fue explicando lo que estaba ocurriendo.
Yo no
podía creer que eso fuera posible; la especulación sobre las causas de la
demora rodaba por todas partes y había todo tipo de versiones; pero, en aquella
muchedumbre en la universidad, haciendo fila para votar, de excelente humor,
nadie hacía un gesto de que pensara irse. Nos mirábamos como atontados, sin
saber ni entender lo que estaba pasando y de manera absurda, por lo que ya se
sabía, nos metíamos en las filas para ir a votar, aun cuando ya corría la
información de que no había material, que el proceso había fallado y que las
autoridades estaban considerando la posibilidad de diferirlo o suspenderlo.
Pero nadie se movía. Después de tantos años esta oportunidad era demasiado
importante, para la universidad, para el país, como para pensar que todo se
estaba derrumbando.
Viendo
aquel gentío movilizado para votar, resultaba insólito pensar y aceptar lo que
había pasado. Vistas las cosas ahora, sabiendo lo que ahora sabemos, resulta
todavía más inexplicable porque las autoridades de la Comisión Electoral no
suspendieron el proceso sabiendo, como aparentemente sabían, que el material
electoral no estaba completo, que era difícil que llegara a todas las mesas.
Que los votantes nos quedáramos allí, esperando algún milagro, algún acto de
magia, era comprensible, son muchos años esperando este momento; pero, no era
comprensible que las autoridades electorales no suspendieran ese proceso a las
dos horas de haberse iniciado, a las 10:00 de la mañana y pasar el trago amargo
en ese momento, en vez de esperar seis u ocho horas para suspender el proceso
de todas maneras; ya sabían que el material no iba a estar disponible.
Cuando
hay vacíos, información incompleta, ese vacío, esa información incompleta se llena
con lo que se consigue, con rumores, con suposiciones, con versiones, o
noticias falsas o medio verdaderas, con lo que sea. Si las autoridades
electorales designadas por el Consejo Universitario, o el propio Consejo, no
informaban, no es de extrañarse que el vacío se llenara con cualquier
información y a estas alturas −una semana después− todavía no se sabe cuál es
la información completa de lo que allí ocurrió. De nada sirve analizar el
pasado conjugándolo con verbos que suenan a futuro y a condicionales: “… que
hubiera pasado sí…”. Ahora, hoy, ¿Qué podemos pensar hacia adelante, hacia lo
más inmediato, acerca de lo que podrá ocurrir la próxima vez que se monten las
mesas? Como evitar que vuelva a ocurrir el 26 de mayo.
Por
eso se debe explicar a la comunidad universitaria, claramente y completamente,
que fue lo que paso. No bastan lacónicas explicaciones, a través de tuits, de
la Comisión Electoral, porque si las interrogantes no se resuelven y las
versiones continúan rodando, las preguntas siguen taladrando el ánimo. Son
demasiadas preguntas, se necesitan más respuestas, es demasiado importante lo
que está en juego.
Ahora
nos enfrentamos a la incertidumbre, del futuro y de lo inmediato: ¿Qué va a
ocurrir la próxima vez, el 9 de junio? Los candidatos ponen las ideas y los
programas, los electores universitarios ponemos el entusiasmo y los votos;
pero, alguien tiene que poner las sillas y los platos en la mesa para todos los
comensales, los más de 220 mil convocados, o los 30 mil, o el número que sea
que vayamos a concurrir. Hay que asegurar que se podrá subsanar todo para ese
día, para que se vuelva a movilizar el gentío, dejando atrás el trago amargo y
la frustración del 26 de mayo. Sin duda es una herida que se debe restañar. Que
tiene que cicatrizar bien, aunque de vez en cuando duela.
De
todas formas, el 9 de junio “…yo pisaré las calles nuevamente… (y) …me sentaré
a llorar por los ausentes”
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
Invitamos
a suscribirse a nuestro Boletín semanal, tanto por Whatsapp como vía correo
electrónico, con los más leídos de la semana, Foros realizados, lectura
recomendada y nuestra sección de Gastronomía y Salud. A través del correo
electrónico anunciamos los Foros por venir de la siguiente semana con los
enlaces para participar y siempre acompañamos de documentos importantes,
boletines de otras organizaciones e información que normalmente NO publicamos
en el Blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico