Luis Ugalde 01 de marzo de 2024
La
Iglesia antes de la Semana Santa nos invita a un tiempo de 40 días de ayuno, de
oración y de conversión. El Miércoles de Ceniza se abre la puerta de entrada
con la exhortación “Conviértete y Cree en el Evangelio”, mientras nos marcan la
cabeza con ceniza en señal de arrepentimiento y de cambio.
El
gran profeta de Israel Isaías hace unos 2.700 años le dice a su pueblo
deprimido palabras ardientes de esperanza y de cambio, pero a condición de que
reconozca la maldad reinante y cambie su conducta. Sus palabras proféticas hoy
también son verdaderas, inspiradoras y de esperanza para el pueblo venezolano,
que sufre males personales y desgracias nacionales.
El profeta recoge las quejas contra Yahvé de parte del pueblo sufriente: “¿Para qué ayunamos si tú no nos ves? ¿Para qué nos mortificamos, si tú no te das por enterado?” (Isaías 58,1-9) y responde: porque “ayunan entre peleas y disputas, dando puñetazos sin piedad”. No es grata a Dios la oración, mientras se maltrata al prójimo; el ayuno que “agrada al Señor no son penitencias ni ayunos, ni vestidos de saco y de ceniza…” (Isaías 58,3-9).
Siglos
después, Jesús de Nazaret anuncia de la manera más radical la unión del amor de
Dios con el amor al prójimo. “Lo que hicieren con uno de estos más pequeños
conmigo lo hacen”. Y ataca la religiosidad meramente exterior y falsa de
aquellos que oran ostentando vestidos y gestos penitentes “como hacen los
hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres”
(Mateo 6,2). Jesús pide sinceridad, humildad y profundidad para encontrarnos
con Dios en nuestro interior: Tú, en cambio “cuando ayunes, perfúmate la cabeza
y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre,
que está en lo secreto; y tu Padre que ve lo secreto te recompensará” (Mateo 6,
6).
Pecados
personales y estructurales
El
actual naufragio de Venezuela es grave e inocultable. A dos tercios de la
población les falta alimento, atención de salud, educación, trabajo, ingresos…
Carencias que los condenan a la pobreza y degradación humana. Nunca en nuestra
historia, millones de venezolanos se vieron obligados a abandonar el país en
búsqueda de vida, porque aquí se les niega, aunque jamás el Estado venezolano
recibió ingresos tan multimillonarios; pero el descarado saqueo de los recursos
e ingresos públicos y la ineptitud del gobierno han convertido la riqueza
nacional en empobrecimiento generalizado.
No se
trata solo de faltas individuales, sino de “pecado estructural” con una
política convertida en fábrica de miseria, de persecución y de maltrato a
millones de venezolanos. Para cambiar esta economía derrotada, atraer recursos
y promover inversiones y esfuerzos para que millones de venezolanos tengan
trabajo digno y bien remunerado y para que los servicios públicos sean una
bendición y no un desastre, el cambio ha de ser estructural y efectivo; a
quienes sufren pobreza y cadenas, de nada les sirven altisonantes denuncias
antiimperialistas y promesas de paraísos, son necesarios cambios efectivos.
Nos
guste o no, este barco nacional ha naufragado y corre el peligro de hundirse
sin remedio. Nos hundimos todos, no sólo el gobierno, y es necesario el
esfuerzo asociado de todos para mantenernos a flote y renacer como país. Es
necesaria una alianza de salvación nacional para que Venezuela nazca de nuevo.
Todo ello exige cambio político con elecciones libres y renovación total de
Venezuela. A ello nos invita la Iglesia en esta Cuaresma:
“El
ayuno que yo quiero es este, dice el Señor: abrir las prisiones injustas, hacer
saltar a los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos
los cepos, compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo,
vestir al que ves desnudo y no despreocuparte del hermano. Entonces brillará tu
luz sobre la aurora, tus heridas sanarán rápidamente; tu justicia te abrirá
camino, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces llamarás al Señor y te
responderá; pedirás auxilio y te dirá: Aquí estoy. Si destierras de ti la
opresión, y el señalar con el dedo, y la palabra maligna, si das tu pan al
hambriento y sacias el estómago del necesitado, surgirá tu luz en las
tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía” (Isaías 58, 6-10).
Luis
Ugalde
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