Francisco Fernández-Carvajal 18 de marzo de 2024
@hablarcondios
— Las
promesas del Antiguo Testamento se realizan en Jesús a través de José.
—
Fidelidad del Santo Patriarca a la misión recibida de Dios.
—
Nuestra fidelidad.
I. Este
es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia1.
Esta
familia de la que se habla en la Antífona de entrada de la
Misa es la Sagrada Familia de Nazareth, el tesoro de Dios en la tierra, que encomendó
a San José, «el servidor fiel y prudente», que entregó su vida con alegría y
sin medida para sacarla adelante. La familia del Señor es también, por
ampliación, la Iglesia, que reconoce a San José como su protector y patrono.
La Primera lectura evoca las antiguas promesas en las que se anuncia, de generación en generación, la llegada de un Rey fuerte y justo, un Pastor bueno que conducirá al rebaño hacia verdes praderas2, un Redentor que nos salvará3. En esta lectura de hoy se comunica a David, por medio del profeta Natán, que de su descendencia llegará el Mesías, quien tendrá un reinado eterno. Por José, es Jesús hijo de David. En Él se han cumplido las promesas hechas desde Abrahán4.
«Con
la Encarnación las “promesas” y las “figuras” del Antiguo Testamento se hacen
“realidad”: lugares, personas, hechos y ritos se entremezclan según precisas
órdenes divinas, transmitidas mediante el ministerio angélico y recibidas por
criaturas particularmente sensibles a la voz de Dios. María es la humilde
sierva del Señor, preparada desde la eternidad para la misión de ser Madre de
Dios; José es aquel (...) que tiene el encargo de proveer a la inserción
“ordenada” del Hijo de Dios en el mundo, en el respeto de las disposiciones
divinas y de las leyes humanas. Toda la vida, tanto “privada” como “escondida”
de Jesús ha sido confiada a su custodia»5.
El
Evangelio de la Misa tiene especial interés en recalcar que José está
entroncado en la casa de David, depositaria de las promesas hechas a los
patriarcas: Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació
Jesús, llamado Cristo6.
Es el Patriarca del Nuevo Testamento.
Fue
José un hombre sencillo que Dios cubrió de gracias y de dones para que
cumpliera una misión singular y entrañable en los planes salvíficos. Vivió
entre gozos inenarrables, al tener junto a él a Jesús y a María, y también
entre incertidumbres y sufrimientos: perplejidad ante el misterio obrado en
María, que él todavía no conoce; la pobreza extrema de Belén; la profecía de
Simeón en el Templo sobre los sufrimientos del Salvador; la angustiosa huida a
Egipto; la vida apenas sin recursos en un país extraño; la vuelta de Egipto y
los temores ante Arquelao... Fue siempre fidelísimo a la voluntad de Dios,
dejando a un lado planes y razones meramente humanas.
El
centro de su vida fueron Jesús y María, y el cumplimiento de la misión que Dios
le había confiado. «La entrega de San José aparece tejida de ese entrecruzarse
de amor fiel, de fe amorosa, de esperanza confiada. Su fiesta es, por eso, un
buen momento para que todos renovemos nuestra entrega a la vocación de cristianos,
que a cada uno de nosotros ha concedido el Señor.
»Cuando
se desea sinceramente vivir de fe, de amor y de esperanza, la renovación de la
entrega no es volver a tomar algo que estaba en desuso. Cuando hay fe, amor y
esperanza, renovarse es -a pesar de los errores personales, de las caídas, de
las debilidades mantenerse en las manos de Dios: confirmar un camino de
fidelidad. Renovar la entrega es renovar (...) la fidelidad a lo que el Señor
quiere de nosotros: amar con obras»7.
Le
pedimos especialmente hoy al Santo Patriarca el deseo eficaz de cumplir la
voluntad de Dios en todo, en una entrega alegre, sin condiciones, que sirva a
muchos para que encuentren el camino que conduce al Cielo.
II. Siervo
bueno y fiel, entra en el banquete de tu Señor8.
Estas palabras de la Antífona de comunión de la Misa las oiría
un día San José por el cumplimiento amoroso y alegre de su misión en la tierra.
Son palabras dichosísimas que un día también el Señor nos dirá a nosotros si
hemos sido fieles a la vocación recibida, aunque hayamos tenido que recomenzar
muchas veces, con humildad y sencillez de corazón. En otra oración de la Misa
del día se repite la palabra fidelidad aplicada a San
José: Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la
salvación de los hombres a la fiel custodia de San José...9,
rezamos en la oración colecta. Parece como si el Señor quisiera hoy
recordarnos la fidelidad a nuestros compromisos para con Él y para con los
demás, la fidelidad a la vocación recibida de Dios, a la llamada que cada
cristiano ha recibido, su quehacer en el mundo según el querer de Dios.
Nuestra
vida no tiene otro sentido que ser fieles al Señor, en cualquier edad y
circunstancia en la que nos encontremos. De eso depende, lo sabemos bien,
nuestra felicidad en esta vida y, en buena parte, la felicidad de quienes nos
rodean. San José pasó por situaciones bien diferentes y no todas fueron
humanamente gratas, pero el Santo Patriarca fue firme como la roca y contó
siempre con la ayuda de Dios. Nada desvió a José del camino que se le había
señalado; fue el hombre al que Dios, fiándose de Él, puso al frente de su
familia aquí en la tierra. «¿Qué otra cosa fue su vida sino una entera
dedicación al servicio para el que había sido llamado? Esposo de la Virgen
María, padre legal de Jesús (...), consumió su vida con la atención puesta en
ellos, entregado al cumplimiento de la misión para la que había sido llamado. Y
como un hombre entregado es un hombre que ya no se pertenece, él dejó de
preocuparse de sí mismo desde el momento en que, ilustrado por el ángel en
aquel primer sueño, aceptó plenamente el designio de Dios sobre él, y al
recibir a María su esposa comenzó a vivir para aquellos que habían sido puestos
bajo su custodia. El Señor le confió su familia y José no le defraudó; Dios se
apoyó en él, y él se mantuvo firme en toda clase de circunstancias»10.
Dios, para muchas cosas grandes, se apoya en nosotros... No le defraudemos.
Le
decimos hoy al Señor que queremos ser fieles, entregados a nuestro quehacer
divino y humano en la tierra, como lo fue San José, sabiendo que de ello
depende el sentido de nuestra vida toda. Examinemos despacio en qué podríamos
ser más fieles: compromisos para con Dios, con quienes quizá tenemos a nuestro
cargo, en el apostolado, en la tarea profesional...
III. Concédenos,
Señor, que podamos servirte... con un corazón puro como San José, que se
entregó para servir a tu Hijo...11.
Mientras
preparábamos la Solemnidad de hoy considerando la devoción de los siete
domingos de San José, meditábamos el principio enunciado por Santo Tomás,
que se aplica a la elección de San José, y a toda vocación: «A los que Dios
elige para algo los prepara y dispone de tal modo que sean idóneos para ello»12.
La fidelidad de Dios se muestra en las ayudas que otorga siempre, en cualquier
situación de edad, trabajo, salud, etc., en que nos encontremos, para que
cumplamos fielmente nuestra misión en la tierra. San José correspondió delicada
y prontamente a las innumerables gracias que recibió de parte de Dios.
Nosotros
debemos meditar muchas veces que el Señor no nos fallará jamás; Él espera
siempre nuestra correspondencia firme: en la juventud, en la madurez, y cuando
ya no sea mucho el tiempo que nos separe de Dios; cuando parece que todo
acompaña para ser leales y en aquellos momentos en los que pudiera dar la
impresión de que todo invita a romper los compromisos contraídos.
El no
sentir a Dios alguna vez –o por largos períodos–, el no sentirse
atraído a dedicar a Dios el mejor rato del día, puede deberse, quizá, a que se
tiene el alma llena de uno mismo y de todo lo que pasa a nuestro alrededor. En
estos momentos la fidelidad a Dios es fidelidad al recogimiento interior, al
empeño por salir de ese estado, a la vida de oración, a esa oración en la que
el alma se queda sola, desnuda ante Dios y le pide, o le mira...
Dios
espera de todos nosotros una actitud despierta, amorosa, llena de iniciativas.
¡El corazón del Santo Patriarca estuvo siempre lleno de alegría, incluso en los
momentos más difíciles! Hemos de lograr que nuestro quehacer divino en la
tierra, nuestro caminar hacia Dios sea siempre nuevo, como nuevo y original es
siempre el amor, pues, como señala el poeta: Nadie fue ayer // ni va
hoy // ni irá mañana // hacia Dios // por este mismo camino // que yo voy. //
Para cada hombre guarda // un rayo nuevo de luz el sol // y un camino virgen //
Dios. Siempre eternamente nuevo.
Hoy
pedimos a San José esa juventud interior que da siempre la entrega verdadera,
la renovación desde sus mismos cimientos de estos firmes compromisos que
adquirimos un día. Le pedimos también por tantos que esperan de nosotros esa
alegría interior, consecuencia de la entrega, que les arrastre hasta Jesús, a
quien encontrarán siempre muy cerca de María.
*Se
interrumpe en cierto modo la práctica cuaresmal para celebrar la Solemnidad de
San José, esposo de María. Él, junto con Nuestra Señora, cuidó de Jesús Niño, y
no hay en el Cielo, excepto su Esposa, santo más grande. De igual forma que fue
cabeza de la Sagrada Familia y cuidó de ella aquí en la tierra, así ejerce
ahora su patrocinio sobre la Iglesia universal.
*Esta
festividad, que ya existía en numerosos lugares, se fijó en esta fecha durante
el siglo xv y luego se extendió a toda la Iglesia como fiesta de
precepto en 1621. El Papa Pío IX lo nombró, en 1847, Patrono de la Iglesia
universal. La paternidad de San José alcanza no solo a Jesús -de quien hizo las
veces de padre- sino a la misma Iglesia, que continúa en la tierra la misión
salvadora de Cristo. Así lo reconoció el Papa Juan XXIII al incorporar su
nombre al Canon Romano, para que todos los cristianos -en el momento en que
Cristo se hace presente en el altar- veneremos la memoria del que gozó de su
presencia física en la tierra.
1 Antífona
de entrada. Lc 12, 42. —
2 Ez 34,
23. —
3 Gen 3,
15. —
4 Segunda
lectura. Rom 4, 18. —
5 Juan
Pablo II, Exhor. Apost. Redemptoris custos, 15-VIII-1989,
8. —
6 Mt 1,
16. —
7 San
Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 43. —
8 Antífona
de comunión. Mt 25, 21. —
9 Misal
Romano, Oración colecta de la Misa de San José. —
10 F.
Suárez, José, esposo de María, pp. 276-277. —
11 Misal
Romano, Misa de la Solemnidad de San José. Oración sobre las
ofrendas. —
12 Santo
Tomás, Suma Teológica, 3, q. 27, a. 4, c.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria.aspx
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