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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Dialectica de la guerra civil



Por Radar de Los Barrios

A la memoria de Yuban Antonio Ortega Urquiola,

presidente de la FCU del Instituto Universitario Tecnológico de Ejido y militante del PSUV,
asesinado el 28-04-2009 por presuntos efectivos de la“revolucionaria” Policía Regional de Mérida
cuando manifestaba solicitando presupuesto justo para su institución educativa.

A la memoria de Jesús Eduardo Ramírez Bello,

estudiante de la Universidad Nacional Experimental del Táchira,
asesinado el 8-12-2009 presuntamente por un paramilitar oficialista
cuando manifestaba contra los apagones
y el racionamiento de combustible en su estado.

A todos los niños y jóvenes venezolanos,
que tienen el derecho a crecer y vivir en un país sin el fantasma de la guerra civil




Hay conceptos en los que se nos puede ir la vida. Guerra y paz son conceptos en los que es muy importante estar claros. La paz es mucho más que la ausencia de guerra. Paz es además libertad. Y justicia social. Porque sin libertad en vez de paz tendremos terror y comunismo, y sin justicia social en vez de paz tendremos terror y capitalismo salvaje, como alguna vez dijo ese insigne luchador anticomunista y guía espiritual de la humanidad que fue el polaco Karol Wojtyla, mejor conocido como Juan Pablo II.

Lo mismo ocurre con la guerra. Si usted confunde la guerra con una “profesión” o con un “negocio”, entonces llegara a conclusiones necesariamente equivocadas. Para el pueblo la guerra es una desgracia. La guerra de verdad, no la que sale en los libros o en las películas. La guerra que deja hombres muertos, niños mutilados, mujeres violadas. Si usted es uno de esos sujetos que confundió la guerra con un oficio, y estudió y se formó para ello, entonces le puede parecer muy normal afirmar aquello de “si quieres la Paz, prepárate para la guerra”, como dijo nuestro Presidente Hugo Chávez Frías. O si es usted un funcionario vinculado en razón de su cargo a una industria militar que maneja miles de millones de dólares, puede que le suene hasta bonito decir que “para lograr una Paz Justa el uso de las armas tiene un papel muy importante”, como dijo hace poco el Presidente norteamericano Barack Obama. Una cosa es segura: En caso de guerra (de Venezuela contra Colombia, de Estados Unidos contra Afganistán…) ni Chávez ni Obama estarán en primera fila. Ellos pondrán los discursos. Los muertos serán el venezolano humilde, el gringo de a pié...

Peor que una guerra entre países es la guerra dentro de un mismo pueblo. Las cicatrices que deja una guerra civil duran siglos. Aunque la memoria oficial del país quiera olvidar, la memoria íntima de las familias da en herencia, generación tras generación, el dolor de los muertos, de los perseguidos, de los exiliados. Después de una guerra civil jamás viene la paz. Viene la “victoria” para unos, la “desaparición” para otros. Paz, lo que se llama paz, ni los muertos la logran…

Pero la inmensa desgracia de una guerra entre hermanos no llega en forma repentina y sorpresiva. La guerra civil es un muro de vergüenza que se va construyendo bloque a bloque: Cada vez que se anuncia públicamente que se va armar y a entrenar a los partidarios de un determinado sector político; Cada vez que se afirma desde el poder que quienes opinan distinto son “apátridas, quinta columna al servicio del enemigo”; Cada vez que, al referirse al adversario político, se afirma que “quienes me critican son los ricos… y los ricos no son gente, no son humanos”, quitando al otro la condición de persona para facilitar así la agresión. Cada vez que se incurre en una irresponsabilidad de estas, amplificada además en su alcance y profundidad por haber sido dichas y/o realizadas desde el poder, se esta abonando el camino de la guerra civil. Envenenar el alma de un joven venezolano para llevarlo a darle dos tiros en la cabeza a otro joven venezolano porque tiene una posición política distinta, como acaba de ocurrir en el Táchira, es un asqueroso proceso que lleva su tiempo…

Si para colmo ese discurso violento se produce además en el contexto de una sociedad en que la cultura de la muerte tiene tiempo avanzando, una sociedad clasista que “tolera” las ejecuciones extrajudiciales en los barrios como algo “normal”, una sociedad egoísta que por décadas creyó en soluciones individuales a problemas colectivos, entonces podemos ver las gigantescas dimensiones del problema que tenemos enfrente. Porque frenar el discurso y la conducta que desde el poder alimentan la ominosa perspectiva de una guerra civil es posible, claro que sí. Pero para ello hace falta una sociedad solidaria, firme en sus principios y valores, dispuesta a movilizarse e incluso a ponerse en riesgo si ello es necesario para frenar la confrontación y garantizar la vigencia de los mecanismos no violentos para resolver las diferencias entre venezolanos. Algo muy distinto, preciso es reconocerlo, a la actual situación.

Es imposible negar que puede haber también mucho teatro, demagogia y politiquería en la retórica violenta del “Aguajero Mayor”. Eso es verdad. Son demasiadas las veces que lo hemos visto hablando “para atrás y para adelante”, como decimos popularmente, y es entonces inmensa la tentación de no tomarlo en serio. Pero también el riesgo es inmenso. Si valoramos en forma inadecuada el inmenso peligro que significa la violencia física e institucional convertida en “política de estado” no sólo contra la oposición sino incluso contra la propia base chavista cuando lucha contra los burócratas por sus derechos, entonces estará en peligro la vida de todo un pueblo.

El asesinato de Jesús Ramírez Bello en Táchira debe encender una inmensa luz de alarma en el tablero. Así como las guerras convencionales del presente parecen juegos de video, tan distintas son a las guerras convencionales del pasado, las guerras civiles del presente también han cambiado su forma, naturaleza e intensidad. En Venezuela la violencia impune del hampa mantiene arrinconados en sus casas a todo un país, mientras la también impune violencia de grupos paramilitares hostiliza, agrede y asesina a opositores y a dirigentes sociales, sindicales, ambientalistas y líderes indígenas que participan o participaban hasta hace poco de las filas del oficialismo. Esa guerra ya esta aquí. Pararla es una responsabilidad de todos, aquí y ahora.

Así, cuando el señor Presidente repita aquello de “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, le responderemos: “¡Si repudias la guerra, movilízate por la paz!”

Publicado por:
Radar de Los barrios

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