martes, 8 de diciembre de 2009

Se busca Presidente


Por Manuel Bermúdez Romero

Nunca más que en este instante de mi exilio voluntario y leyendo un artículo de Pedro Lastra que me transmitió un colega y que trata sobre los miles de millones de dólares que supuestamente Ricardo Fernández Barrueco sustrajo al país, recuerdo en contraste ejemplar a la operadora Lagoven en su austeridad reflejada en la oficina que ocupé al incorporarme a ésta en el Zulia.

Austeridad de dueño

Pero no sólo era la oficina. También el modesto auto que me asignó la empresa y al que debía dársele uso estricto en funciones de trabajo, como debe ser. Así mismo el control minucioso de las fotocopias que se imprimían, las cuentas claras que había de presentarse cuando se viajaba nacionalmente en tareas laborales y se otorgaba un adelanto de gastos del cual se hacía la relación del consumo previsto y del no realizado, para proceder con el reintegro correspondiente al control administrativo. Eran cuatro lochas, pero obviamente tenían que devolverse.

Muchísimos miembros de la nómina tenían en su oficina un teléfono sin salida al sistema CANTV. Es decir, era un aparato exclusivamente para uso interno. El personal que contaba con uno con entrada telefónica al mundo exterior venezolano, pagaba por caja mensualmente y en efectivo las llamadas personales de larga distancia nacional que hubiese hecho desde ese teléfono. Era un gesto de confianza de la empresa en sus trabajadores. Pero no se crea que no había seguimiento a los excesos, y al personal que abusaba de la facilidad, se le demostraba con elementos de prueba que había efectuado llamadas que no había cancelado y discó con propósitos distintos al de trabajo. Aparte de que por deslices como ése la credibilidad del empleado quedaba “rayada” y, así, en alguna medida, lo que se denominaba “el potencial”, vale decir, la posibilidad de ascenso a más altos cargos.

Celoso cuidado de los bienes

Los montos de la gasolina surtida en la estación interna o el gasto de combustible en las estaciones públicas que originaban los autos propiedad de la empresa, eran controlados para detectar incrementos que mereciesen explicación por hallarse sobre un promedio previamente calculado. Los carros recibían periódico mantenimiento general y mecánico de cuyo cumplimiento su conductor-empleado era corresponsable.
El cuidado de las propiedades y bienes de Lagoven, era celosamente supervisado. Una mañana en que me dispuse a partir a mi trabajo en La Salina, me alarmé porque el carro de la empresa no estaba en la puerta de mi casa y pensé que se lo habían robado. Felizmente no fue así, yo le había dejado una puerta sin seguro (en ese tiempo eran individuales) y el cuerpo de “guachimanes” en combinación con Transporte Terrestre de la compañía, para resguardarlo y afincarse en los beneficios de su tarea preventiva, lo habían remolcado al estacionamiento del área industrial.

La corrupción se sancionaba

Quien chocaba un auto o unidad de transporte de la empresa y la investigación comprobaba que había sido fuera de la actividad de labor, tenía que asumir el pago por los daños causados al auto y a terceros. No era una empresa perfecta. Los actos de corrupción, mínimos y la mayoría menores, se sancionaban sin escándalo ni absurdas demostraciones públicas de pulcritud en el manejo de los dineros del Estado comunicadas abiertamente a expensas del nombre de esporádicos infractores individuales.

Todos los gerentes en la División de Occidente, incluido el gerente general, manejaban personalmente sus autos asignados. Es decir, no contaban con chofer sino para situaciones muy excepcionales. En Lagoven, la operadora líder de PDVSA, no había automóvil ninguno para la prestación de atención a las necesidades de movilización de las esposas de los gerentes ni para otros privilegios que se pareciesen.

Aviones: servicio para el trabajo productivo

El uso diario y rutinario de pequeños aviones en la ruta Maiquetía-Oro Negro-Maiquetía se hacía en estrictas funciones de trabajo o relacionadas con la dinámica operacional y comercial de la empresa, y el embarque se daba por orden jerárquico con una lista de control. Si se preestablecía que quedaría algún asiento desocupado en el pasaje y después de llenar las solicitudes de puesto de parte de empleados, ingresaban trabajadores o sus familiares directos con necesidad de traslado por razones de salud o algún otro tipo de emergencia cierta. Y sólo si no había requerimientos de tal carácter, se daba colas al personal o familiares que copaban el muy limitado cupo existente.

Pero, según, aparte de arrogantes éramos dispendiosos los petroleros criollos… Vaya usted a ver a qué se dedican hoy las unidades -aquellas que queden en condiciones de vuelo- de la que fue la flota aérea Lagoven y luego PDVSA, aparte de ser transporte de maletines con dólares del erario público venezolano para aportarlos a la campaña presidencial de la señora Cristina Fernández en otro desquiciado intento por exportar a la Argentina el trasnochado Socialismo del Siglo XXI o, igualmente, trasladar por las Américas al ex Presidente hondureño Manuel Zelaya, mientras a los jubilados de PDVSA y sus ex filiales no se les informa absolutamente nada respecto al rendimiento del Fondo de Pensiones, conformado con dinero que no es del Estado sino que fue aportado por cada ex trabajador al jubilarse, todo en medio de un proceso inflacionario que les ha roto los bolsillos porque reciben pensiones que no se les homologan.

Dicho sea a propósito, la flota aérea Creole-Lagoven-PDVSA operó durante más de sesenta años sin accidentes, nunca tuvo ni uno. Ello motivó que, por las marcas de seguridad que alcanzó, fuese reconocida internacionalmente por especializados organismos de aviación. Mas al poco de salir de la administración de PDVSA y pasar a manos de un pool de aviones del gobierno de la involución bolivariana, una de esas naves pilotada por aviadores militares -los mismos que irían a plantearle la guerra a Colombia- se quedó sin gasolina en pleno vuelo y la aterrizaron de barriga sobre un arrozal portugueseño que por suerte le amortiguó el impacto y no arrojó fatalidades, aunque sí lesionados.

PDVSA a la orden de una banda…

Pero “se acabo la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar” el supuesto derroche de petroleros vernáculos, según él, vendidos por siempre al imperialismo gringo, inglés y holandés, no obstante que las realidades demuestran que la estatizada PDVSA original que fue gerenciada bajo conceptos de empresa privada por los venezolanos Alfonzo Ravard, Rodríguez Eraso, Quirós Corradi, Calderón Berti, Natera, Coronel, Chacín Guzmán, Roosen, Sosa Pietri, Mandini, quienes no la politizaron ni la aprovecharon como pivote de sus intereses personales o de grupo, y además la expandieron y colocaron en camino del progreso basado en la competitividad, permitió hacia principios de los años 90 latirle productivamente en la cueva a Exxon y Shell, las dos petroleras más poderosas del mundo.

Y así, frente a la debacle socioeconómica nacional que padecemos, cada día debe surgir más en la memoria venezolana el verbo sabio del escritor Arturo Uslar Pietri cuando describió al personaje inombrable como un “ignorante delirante”.

Se recuerda esa voz notabilísima al margen de que se tiene hoy comprobado que se quedó corto el ilustre doctor en su luminosa apreciación, y el oro líquido de la por ahora inagotable mina petrolera, corre como lava de un volcán en erupción o -más bien- en corrupción, la más hemorrágica que por lo menos en ciento nueve años se haya visto en Venezuela porque al país y a los venezolanos nos está dejando anémicos después de tanta roja y recientemente bullente riqueza estatal, mientras se le ha aplicado una transfusión intravenosa a la amada Cuba usurpada al gentilicio caribeño por dos de los héroes de la Sierra del Escambray devenidos en los explotadores hermanos Castro Ruz que nos dominan y parasitan luego de empobrecer durante 50 años de dictadura comunista al pueblo tiranizado de la antilla mayor.

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