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miércoles, 29 de agosto de 2012

Se acabó el fuego, pero el show continúa (o lo que nos dice una foto)



Por Golcar, 28/08/2012

Luego de varios días de infierno y fuego en Amuay, después de que llegara la espuma apaga incendios comprada al imperio mesmo a la carrera y, según dicen las malas lenguas -y repite la mía que no es muy santa-, de recibir en la madrugada la asesoría de expertos norteamericanos, a hurtadillas, sin que se sepa, pues la orden fue: me dicen en tres horas lo que hay que hacer y se me largan por donde vinieron, las gigantescas llamaradas que salían de los tres tanques incendiados de la refinería fueron extinguidas.

Se acabó el fuego. El país quedó sumido en una profunda depresión y tristeza. Las cientos de imágenes que se tomaron del suceso aún desfilan en nuestras mentes y cuando cerramos los ojos nos atormenta aquella foto de la camioneta Pick up con los cuerpos calcinados arrumados unos sobre otros, la de la señora sentada en la calle con lo poco que había podido rescatar de las brasas y su guacamaya abrazada, las de los automóviles convertidos en chatarra con la humareda y el fuego al fondo que parecían sacadas de una película de ciencia ficción de las que relatan historias del fín del mundo.

El estado de bb messenger de Rigoberto Colina, trabajador de Puramin, muerto en la tragedia, retumba en nuestras mentes:

Y las fotos de los animales quemados despiertan la sensibilidad del mas duro de los mortales. Luego de cuatro largos días de dolor, terror, impotencia, rabia y frustración, Venezuela queda hipersensible, a punto de llanto. Gran parte de los ciudadanos estamos en un estado de desolación tan fuerte que pareciera que en cualquier momento, por la más mínima cosa, arrancaremos a llorar.

Para la mayoría, tristeza y depresión son los sentimientos que nos acompañan y que sentimos nos obsesionarán por largo rato.

Es por eso que nos choca, sentimos una profunda repulsa y animadversión al contemplar la foto del Ministro Ramírez de lo más sonreído, posando alegremente, con sus ofensivas chaqueta y gorra “dojas-dojitas”, como diría él, frente a la cámara, como quien posa en un cumpleaños para el apagado de las velas.

La imagen es grotesca, el rojo de la vestimenta para una ocasión de duelo hiere la vista. Es como para gritarle: ¿Qué fue, Ministro, se está quitando el luto por las más de 40 víctimas fatales poco a poco?

Uno ve la fotografía y de inmediato recuerda a la hiena Izarra con su cínica sonrisa en CNN y su insensible comentario acerca de que Franklin Brito olía a formol cuando el agricultor se encontraba en los últimos días de la huelga de hambre que le costó la vida.

No podremos olvidar nunca la, en mal momento, citada frase del presaliente: La función debe continuar.

¿De qué materia fecal están hechos estos “socialistas” de pacotilla? ¿En qué albañal cultivan sus sentimientos estos “revolucionarios”?

No era nada difícil para el presaliente aparecer 40 horas después, como lo hizo,  y saludar humildemente a las víctimas y a sus familiares, pedir un minuto de silencio por los fallecidos en el accidente, pedir excusas a quienes pudieran pensar que esas muertes son su responsabilidad tomando en cuenta que él es el jefe del Estado que tiene a su cargo la administración y el resguardo de esas instalaciones petroleras y las vidas de quienes allí laboran. De una manera u otra, son su responsabilidad. Podría haber inmediatamente solicitado una investigación y anunciar al mismo tiempo que se indemnizaría a las víctimas.

Pero no. Todo lo convierte en un show que debe continuar. En el espectáculo con el que pretende humillar a quienes están en minusvalía frente a él, como la periodista de RCN. Todo termina reducido a show y a campaña electoral sin el más mínimo sentimiento de solidaridad con quienes sufren.

La imagen de Ramírez muerto de risa entre las ruinas de Amuay, es la representación gráfica de lo que hemos vivido los venezolanos estos 14 años. Largos 14 años de burlas y desprecio, de manipulación y vejación de un país al que le han bajado su autoestima a los subsótanos de la humanidad.

El fuego en Amuay se extinguió gracias a la llegada tardía de una espuma apaga incendios que, según mi escaso conocimiento y entender en materia de seguridad industrial, no debería faltar en unas instalaciones de alto riesgo como una refinería, pero el show continuó.

Es que la formación de todos estos revolucionarios del siglo XXI pareciera estar marcada por las pautas “showceras” que les da su comandante presaliente. El sabelotodo de todo. El que conoce a la perfección hasta de sonido de espectáculos públicos pues, según confesó en cadena nacional, en mejores tiempos para el país, fue animador de concursos de reinas de pueblos y narrador de caimaneras deportivas. Afición a la que lleva catorce años haciéndole honor pues, no puede ver un micrófono porque allí se queda pegado por horas, hablando más paja que radio “fiao”, echando cuentos y anécdotas que parecieran sacados de una edición barata de imitadores de García Márquez.

El Ministro podría haber honrado las circunstancias y una vez apagado el fuego, aunque fuese por pudor y humanidad poner cara de circunstancia, agradecer a los bomberos, pedir un minuto de silencio por los fallecidos, cantar el himno nacional en honor de las víctimas y largarse a celebrar en la intimidad de su casa, si era lo que se le antojaba.

Pero es que humanidad, sensibilidad, sentimientos, solidaridad, respeto, honor, si estos “socialistas” tenían, eran verdes y se los comió un burro. Como diría mi difunta madre.

Ramírez sale hecho una fiesta en la foto de marras y Chávez lo felicita por la eficientísima labor extinguiendo el fuego. Nada dicen de los destrozos causados, de los costos económicos y ambientales, además de las vidas humanas y animales cobradas por el fuego que al decir de la mayoría de los expertos se originó por la falta de mantenimiento. La sonrisa de Ramírez demuestra que no tiene el más pequeño remordimiento, como si la refinería, su funcionamiento y control y las vidas de quienes allí trabajan no fueran su responsabilidad. Son más de 40 muertos y más de 80 heridos los que suma la tragedia. Por lo menos 100 millones de dólares diarios de pérdidas por paralización de la producción, miles de millones de dólares para reconstruur las instalaciones. El medio ambiente se ha visto seriamente afectado con daños irreversibles de contaminación atmosférica, de los suelos y las aguas. Y, como dice el ingeniero Efraín Campos, especialista en confiabilidad, la reputación de Pdvsa queda en entredicho y su imagen internacional muy comprometida, ahora figura como empresa  ineficiente e insegura que aleja a los inversionistas.

De nada de estas consecuencias han hablado ni el Ministo ni el presaliente. A ninguno de los dos parece remorderles en lo mínimo sus consciencias. Hacen espectáculo repartiendo casas cual nuevo rico que a punta de real pretende expiar sus culpas y, por supuesto, el show debe continuar.
Se fue el fuego de Amuay. Nos queda la tristeza, el dolor, la indignación y la terrible certeza de que, para el oficialismo, Venezuela no es mas que una tarima en un templete de feria de pueblo en el que al animador de la elección de la reina lo único que le importa es que el show continúe.

Tomado de:

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