Lunes, 7 de abril de 2014
Mientras no haya
voluntad política, los llamamientos al diálogo caerán en saco roto.
Las protestas, la represión y el
desastre económico parecen haberse instalado en Venezuela sin que haya visos de
solución. Desde hace dos meses el país vive en una situación de emergencia y,
lejos de diluirse, la crisis se enquista con el correr del tiempo. Los
llamamientos al diálogo chocan con la falta de voluntad política.
Una comisión de ministros de Exteriores
de la Unasur tiene previsto retomar hoy en Caracas las gestiones para facilitar
el acercamiento entre Nicolás Maduro y sus detractores. Pero difícilmente la
oposición va a sentarse con el Gobierno cuando sus líderes están siendo
encarcelados o acosados judicialmente, y cuando la brutalidad policial, la
arbitrariedad y la censura informativa coartan las libertades.
Estos días el presidente Maduro ha
movido ficha, pero en dos jugadas de alcance limitado. Por un lado, llamó al
diálogo en un artículo publicado en el diario The New York Times, en el que,
sin embargo, se presentaba como víctima de una conspiración golpista, culpaba a
los manifestantes de la violencia y acusaba a los medios de tergiversar la
realidad. Más que a la oposición, el texto apelaba al Congreso de EE UU, que
estudia la imposición de sanciones a Venezuela.
Por otro lado, Maduro creó esta semana
un consejo de derechos humanos, movido sin duda por la repercusión
internacional que están teniendo los abusos de las fuerzas policiales. Los informes
y pronunciamientos de Amnistía Internacional, la Conferencia Episcopal
Venezolana, la ONU, la UE y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
indican que, si bien tardíamente, la represión empieza a pasarle factura al
Gobierno. A ello se une la muy oportuna decisión española de suspender la venta
de material antidisturbios a Caracas.
Pero de la misma forma que los
llamamientos al diálogo caerán en el vacío mientras no haya disposición de ir
al fondo de la crisis —lo que implica rectificar las políticas—, ninguna
comisión servirá de nada si el Gobierno no toma medidas efectivas, como frenar
a los grupos de choque del chavismo que cometen tropelías con la connivencia de
las fuerzas de seguridad.
La oposición, por su parte, debe
conciliar posiciones. Los desacuerdos en la estrategia —retirada de las calles
o mantener la presión de las protestas— han acabado por agrietar a la Mesa de
Unidad Nacional. Y no es el momento de personalismos ni disputas de liderazgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico