Por Dra. Aida Lamus Valero, 19/11/2014
Boletín 207 AIPOP
En estos días sin que se vislumbre una esperanza, ni un camino hacia la
convivencia pacífica en una sociedad cuyos integrantes apenas luchan para
sobrevivir, en un ambiente hostil, donde la inseguridad, la escasez, la
ineficiencia en los sistemas de salud y educación, dificultan el libre
desenvolvimiento de las personas, con un salario insuficiente para satisfacer
las necesidades básicas, donde pareciera que la conformidad con el paulatino
deterioro del nivel de vida sea la base de una relativa calma, sin otra
alternativa que no sea la participación en los comicios del próximo año, a
objeto de lograr independientemente del número de votos, una posición
minoritaria en la Asamblea, acorde a los requerimientos del régimen.
Es en estas circunstancias que la oposición ve reducida sus
expectativas a ser simplemente un factor legitimador de un poder sin autoridad,
que de otra manera estaría únicamente fundamentado en la contención de la
disidencia mediante la represión, uniendo sus esfuerzos con los aparatos
represivos creados para defender la revolución. Si este fuese el único
escenario posible, se justificaría la opción del abandono de la lucha pacífica,
sin embargo y para bien de nuestros pueblos cegados por las expectativas
creadas por un líder mesiánico, encasillado en utopías fracasadas como lo
demostró la caída de los regímenes marxistas al final del siglo pasado, existe
la posibilidad de que diferentes organizaciones sociales y la sociedad misma
unida abra el camino hacia la democracia y la libertad.
La historia se repite, cuando hace veinticinco años ni en la Europa del
Este, ni en el mundo occidental, se creía que los grandes movimientos sociales
ocurridos en Checoeslovaquia, Polonia, pudiesen tener éxito. Sin embargo, el
tiempo demostró lo contrario, el imperio soviético era vulnerable frente a las
demandas de miles y miles de pequeños grupos que a lo largo y ancho de los
países integrantes de la desaparecida Unión Soviética clamaban por sus
derechos.
En nuestro país, frente a un régimen que ha ido involucionando desde la
legitimidad inicial al sostenimiento mediante la represión, la constante
reiteración de la violación de los derechos humanos a la disidencia, aunado a
una nueva reinterpretación de la historia que varían desde supuesto socialismo
de Bolívar hasta inculcar en el imaginario popular la creencia de un Chávez
heroico, capaz de transmutar en realidades lo que únicamente eran visiones
distorsionadas de un sistema fracasado y que, hoy en un duro despertar ha permitido
a los venezolanos rechazar el modelo.
Estamos en presencia de un Estado injusto, de un régimen obsesionado
con una ideología que niega a los ciudadanos el derecho a manifestar
pacíficamente, o el acceso a la justicia imparcial, situación que nos obliga a
despertar en los venezolanos el sentido de nación, el orgullo de haber nacido
en esta tierra. Es un llamado a las nuevas generaciones 2007, 2014 que tan
valientemente salieron en demanda de un futuro mejor a que convoquen al país para
generar acciones transformadoras hacia una Venezuela grande donde parafraseando
a la Canciller Ángela Merkel “Los sueños puedan hacerse realidad y que nada
tiene que seguir como estaba, sin importar lo alto que sean las barreras” Ese
día llegará y entonces como los alemanes de hace veinticinco años, viviremos
con intensidad el momento que hoy consideramos casi imposible, compartiendo
dentro de la diversidad un país unido en su objetivo común la convivencia
creadora de una sociedad que ofrece oportunidades para todos.
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