Por Antonio Pérez Esclarín, 25/11/2014
Ya se acerca Navidad: Tiempo propicio para el reencuentro, el diálogo
sincero, la reconciliación, y el trabajo compartido para resolver nuestros
gravísimos problemas entre ellos el de la pobreza, la corrupción, el
clientelismo, la inseguridad, la violencia, la inflación, la escasez y la
ineficiencia. En Venezuela, necesitamos con urgencia recuperar una mirada
cariñosa e inclusiva para vernos como conciudadanos y hermanos y no como
rivales o enemigos.
Al enemigo se le ataca con violencia. Al hermano se le acepta con
cariño a pesar de la diversidad y las diferencias. La genuina democracia es un
poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos
diferentes. Diferentes pero iguales.
Precisamente porque todos somos iguales, todos tenemos derecho a
ser, pensar y decidir de un modo diferente dentro, por supuesto, de las
normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos
constitucionales.
Son tiempos para trabajar juntos, sin descalificaciones ni
exclusiones para, sin claudicar de las grandes utopías de buscar
con empeño un mundo mejor y seguir denunciando la creciente insensibilidad de
los poderosos y el pragmatismo político que antepone los propios
intereses a la defensa del bienestar colectivo y de los derechos humanos,
emprender las micro revoluciones urgentes y necesarias que nos resuelvan los
gravísimos problemas de la cotidianidad. No podemos seguir
proclamando que estamos construyendo un mundo nuevo, si hay que hacer colas de
varias horas para comprar alimentos, medicinas o repuestos; si no somos capaces
de recoger la basura; si nuestras calles y carreteras parecen recién salidas de
un bombardeo; si tenemos miedo de salir a la calle y ser atracados o asesinados;
si gran parte de nuestros hermanos viven en condiciones inhumanas; si las
cárceles son centros de deshumanización y universidades del delito; si la
corrupción y la impunidad imperan soberanas; si seguimos pegados a la teta
petrolera y no asumimos el trabajo productivo y responsable como medio esencial
de producir riqueza y de garantizar a todos unas condiciones de vida digna en
vivienda, alimentación, educación, salud, recreación… como factores esenciales
para la convivencia pacífica.
Todos debemos comprometernos a superar de una vez las ofensas, el
maltrato y el rencor. El amor a Venezuela, si real, se debe traducir en unidad
en la diversidad, y en trabajo solidario para que nuestros pueblos y ciudades
sean bellos y seguros; para que todos los niños y jóvenes disfruten de una
educación de verdadera calidad; para que enfermarse no sea una tragedia; para
que la inflación no devore ahorros y salarios; para que el agua llegue a todas
las casas; para que no haya apagones; para que las instituciones funcionen,
resuelvan problemas y traten a todos los ciudadanos por igual; para que
todos los venezolanos podamos vivir dignamente de nuestro trabajo y
disfrutar de servicios eficientes.
De nada sirve proclamar que tenemos Patria si no nos
garantiza la vida ni los bienes y servicios esenciales.
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