Mirra Banchón,
desde Estrasburgo 27 de noviembre
Para una América Latina que crece
económicamente, su desigualdad –la mayor del mundo– es una bomba de tiempo. “A
medida que crece la desigualdad, crece la violencia en las ciudades, crece la
criminalidad”, explicó a DW Eduardo López Moreno, de ONU-Hábitat, en la
presentación de su estudio Construcción de ciudades más equitativas. Políticas
públicas para la inclusión.
Una inequidad notoria en todo el
continente ha detectado López Moreno, especialista en geografía, sociología y
arquitectura urbanas. En su estudio analizó índices y estadísticas de 320
ciudades latinoamericanas y caribeñas a lo largo de dos décadas.
Crecimiento,
pobreza, equidad
Si estaba comprobado que el aumento del
ingreso no crea necesariamente bienestar, este estudio resalta que
–contrariamente a lo que se afirma– si crece la pobreza, no necesariamente
crece la violencia.
“No existe relación estadística entre
crecimiento económico y desigualdad. Hay países que crecieron y redujeron
desigualdad. Otros, con porcentajes de crecimiento similares, crecieron, pero
aumentaron la desigualdad. Y otros que dejaron de crecer: unos aumentaron en
desigualdad, otros no. Lo que sí está comprobado es que si crece la
desigualdad, aumenta la criminalidad. Por otro lado, las ciudades pueden ser
pobres, pero no criminales”, explica López Moreno.
Además, si bien América Latina ha logrado combatir la pobreza, no puede anotarse grandes logros en el combate de la desigualdad. Comparando los resultados de las ciudades latinoamericanas en las últimas dos décadas –no los índices nacionales-, López Moreno afirma: “excepto Perú y Uruguay, que están en el límite, todo el resto está en la parte roja del termómetro”. Es decir, 25 por ciento de las ciudades en América Latina se enfrentan a una desigualdad moderada pero alta, 26 por ciento a una alta y 22 por ciento a una muy alta.
Las murallas, el ejemplo
“En las ciudades latinoamericanas, ricos y pobres muchas veces están físicamente en lugares contiguos pero separados por muros, separados por guardias, separados a veces por violencia social”, apunta el investigador.
Además, si bien América Latina ha logrado combatir la pobreza, no puede anotarse grandes logros en el combate de la desigualdad. Comparando los resultados de las ciudades latinoamericanas en las últimas dos décadas –no los índices nacionales-, López Moreno afirma: “excepto Perú y Uruguay, que están en el límite, todo el resto está en la parte roja del termómetro”. Es decir, 25 por ciento de las ciudades en América Latina se enfrentan a una desigualdad moderada pero alta, 26 por ciento a una alta y 22 por ciento a una muy alta.
Las murallas, el ejemplo
“En las ciudades latinoamericanas, ricos y pobres muchas veces están físicamente en lugares contiguos pero separados por muros, separados por guardias, separados a veces por violencia social”, apunta el investigador.
En el detallado estudio –financiado por
el CAF, Banco de Desarrollo de América Latina, y la Fundación Avina– , se
compara el aumento de la desigualdad y sus peligros con la agudización de
barrios amurallados:
“Aunque los espacios cerrados han sido marca de privilegio y estatus, sirven según sus creadores para preservar los valores del suelo. Recientemente se están expandiendo a zonas de ingresos medios y bajos en muchas zonas. En Guatemala, por ejemplo, una cantidad sustancial de colonias y barrios de clase media y baja, que iniciaron su vida como barriadas de trabajadores, también han cerrado accesos, dado el incremento de los robos, drogas, secuestros y homicidios”.
Reducir la pobreza no basta
Según el investigador, una de las fuentes de que la pujante Latinoamérica siga siendo la región más desigual del mundo, es que se sigue confundiendo pobreza con desigualdad. “Y son dos cosas muy diferentes. Esto tiene que ver con el número de veces que el rico gana más que el pobre”. En Brasil –el país más desigual- esto es 49 veces; en Perú –el menos desigual-, 15”. Ambos, con todo, han logrado reducir la desigualdad.
Por otro lado, en Ecuador y Colombia –países de alto crecimiento y que han logrado reducir la pobreza–, entre 1989 y 2010 la inequidad aumentó. En este último, donde más del 40 por ciento de la población vive en las ciudades, “el proceso de paz va a funcionar en la medida que las ciudades funcionen, en la medida en que haya políticas de integración entre el campo y la ciudad, ambos con altos índices de desigualdad”, afirma el especialista.
Un estallido social
“Aunque los espacios cerrados han sido marca de privilegio y estatus, sirven según sus creadores para preservar los valores del suelo. Recientemente se están expandiendo a zonas de ingresos medios y bajos en muchas zonas. En Guatemala, por ejemplo, una cantidad sustancial de colonias y barrios de clase media y baja, que iniciaron su vida como barriadas de trabajadores, también han cerrado accesos, dado el incremento de los robos, drogas, secuestros y homicidios”.
Reducir la pobreza no basta
Según el investigador, una de las fuentes de que la pujante Latinoamérica siga siendo la región más desigual del mundo, es que se sigue confundiendo pobreza con desigualdad. “Y son dos cosas muy diferentes. Esto tiene que ver con el número de veces que el rico gana más que el pobre”. En Brasil –el país más desigual- esto es 49 veces; en Perú –el menos desigual-, 15”. Ambos, con todo, han logrado reducir la desigualdad.
Por otro lado, en Ecuador y Colombia –países de alto crecimiento y que han logrado reducir la pobreza–, entre 1989 y 2010 la inequidad aumentó. En este último, donde más del 40 por ciento de la población vive en las ciudades, “el proceso de paz va a funcionar en la medida que las ciudades funcionen, en la medida en que haya políticas de integración entre el campo y la ciudad, ambos con altos índices de desigualdad”, afirma el especialista.
Un estallido social
¿Qué genera la desigualdad? En cada caso
es diferente: “Puede ser educación, oportunidades, accesos a recursos, puede
ser magra infraestructura, falta de conectividad. Se requiere de estudios más
focalizados que ya no contemplen a la nación toda, sino que se vayan a cada
ámbito específico, a cada lugar geográfico, a cada espacio cultural”, afirma el
especialista de ONU-Hábitat.
Según lo afirmó en la Asamblea
EuroLatinoamericana en el Parlamento Europeo en Estrasburgo, la organización
espera –con vistas a los nuevos objetivos de desarrollo a partir del 2016- elaborar
junto con la cooperación europea y los países latinoamericanos pactos y
operativos específicos.
¿Y si no se hace nada, si no se combate
la desigualdad? “La principal amenaza es el estallido social, a corto y mediano
plazo”, responde a DW López Moreno. “Esto primero va a generar violencia, la
violencia pérdida de institucionalidad, ésta pérdida de confianza, erosión de
las instituciones y una visión un poco catastrófica del desarrollo. Hay que
entender que la desigualdad conspira contra el desarrollo de los países”.
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