Por Rafael Uzcategui, 26/11/2014
Si usted lo hubiera visto llorar como yo, también se le hubiera
enfriado el guarapo. Aquel fortachón de casi dos metros de altura, calvo y de
bigotes, que ha sido luchador social de toda la vida y diputado durante un
ratico, que ha conocido prisión y se ha enfundado un revolver para caminar por
la calle, por si las dudas. Que no le ha temblado el pulso para denunciar, con
nombre y apellido, a los policías y militares corruptos.
Ese Víctor Martínez lloró desencajado un 26 de noviembre, y a la
distancia yo lloré con él. Ese día, por las cámaras de televisión del parte
noticioso, Víctor confirmaba la tragedia: “La revolución que ayudé a llegar al
poder fue la que me mató a mi hijo”. La síntesis de la frase, que parece
haberse creado para difundir por twitter, resume como pocas la metáfora de vida
de un hombre que, a su vez, resume la historia de un pueblo que apostó por un
proyecto político llamado “proceso bolivariano”.
Recuento del luchador popular
Víctor Martínez nació en Guanarito, estado Portuguesa, en el seno de
una familia tan pobre que cuando se mudaron a Barquisimeto invadieron un
terreno baldío al oeste de la ciudad para construir su casa, y que a falta de
todo lo internaron en un albergue para menores. De ese sitio Víctor se escapó,
varias veces, caminando durante horas hasta su casa, lo que algunos piensan fue
el inicio de una rebeldía sorda que comenzó a crecerle detrás de las costillas.
Su propia carestía lo llevó a solidarizarse con los excluidos, iniciando su
camino dentro de las luchas sociales de la mano de la Juventud Obrera Católica
y la Teología de la Liberación, así como diferentes organizaciones de
izquierda. A comienzos de los 90´s Víctor entró en contacto con el movimiento
sedicioso que se gestaba dentro de los cuarteles. En 1992 empeñó su propia casa
para financiar el levantamiento de noviembre. Tras el 27N fue detenido por su
participación. Tras ser liberado, Víctor participa en el movimiento popular que
pedía la liberación de los presos políticos, los militares golpistas, además de
participar en diferentes luchas de las zonas populares de Barquisimeto. Es acá
que como candidato, Hugo Chávez duerme varias veces en su casa, a pocos metros
de donde años después caería mortalmente herido Mijaíl.
En 1998 con el cambio de gobierno, Víctor es uno de los coordinadores
del naciente Movimiento V República en el estado Lara, siendo electo como
diputado por la asamblea legislativa. Víctor creía en los postulados redentores
de la revolución bolivariana, y desde su puesto de poder continuó haciendo lo
único que sabía: ponerse de lado de los desfavorecidos, señalando con nombre y
apellidos a los funcionarios policiales abusadores. Estas denuncias se
amplifican en programas de televisión y radio regionales de su propia factura,
lo cual aumentaba su reconocimiento como luchador popular. Poco a poco comenzó
a percatarse que sus compañeros de partido se convertían en cómplices de las
situaciones que, hasta ayer, denunciaban. Víctor comenzó a denunciar estas
situaciones e, inclusive, realizó varios informes sobre las diferentes
corrupciones de funcionarios civiles y militares para el propio presidente
Chávez. Sus denuncias no se investigaron y, paradójicamente, desembocaron en su
expulsión del MVR y su inhabilitación política.
El ostracismo político no lo amilanó y desde los medios de comunicación
continuó denunciando delitos y violaciones de derechos humanos, señalando a sus
excompañeros de partido. Es en su programa de televisión donde familiares de
abuso policial acordaron crear un Comité de Víctimas, al cual se incorpora el
hijo de Víctor, Mijail Martínez, quien comienza a realizar un documental de la
lucha de los sectores populares contra la impunidad. Mijaíl es asesinado por
tres sicarios un 26 de noviembre de 2009. En un sentido y concurrido entierro
el comentario recurrente era “el asesinato era un mensaje para su padre”.
Mijaíl Martínez, junto a su padre había visitado a Hugo Chávez en la cárcel de
Yare. Dos días después del crimen, la cadena presidencial realizada desde el
propio estado Lara omite su nombre. Víctor, un fortachón de dos metros de
altura, descompuesto declara a los medios de comunicación: “Chávez, te hago
corresponsable de la muerte de mi hijo”. De las pocas llamadas de condolencia
que recibió de las esferas de poder recuerda la de Iris Varela: “Víctor, ¡te
echaron una vaina!”.
Cruzada contra la impunidad
Ante la inacción de las autoridades, Víctor comienza a investigar por
su propia cuenta a los autores materiales del crimen. A su teléfono comienzan a
llegar llamadas de personas con datos con el que comienza a armar aquel
rompecabezas. En una mezcla de audacia y vocación suicida Víctor desarrolla su
propia “inteligencia social”, haciendo cosas que sí las relatamos acá pondrían,
aún más, en peligro su integridad. De esta manera ubica a los tres autores
materiales, comenzando en solitario una operación para que sean detenidos,
juzgados por el crimen y sean confirmados los nombres de las personas que pagaron
por el asesinato. Es así como logra dibujar el mapa de la corrupción e
impunidad en la región.
La última vez que Víctor conversó con Iris Varela ella le pidió que no
fuera más a los medios de comunicación con la denuncia del asesinato. “Vamos a
formar una comisión en la Asamblea Nacional para investigar tu caso”. Víctor
nunca recibió el supuesto informe parlamentario y continuó llamando a las cosas
por su nombre. Varela ya no le responde las llamadas.
Hoy, ante la inminencia de otros 26 de noviembre Víctor Martínez sigue
en su cruzada personal contra la impunidad. Afirma que los verdaderos asesinos
de su hijo están libres, y que la mano que movió los hilos, el autor
intelectual, sigue gozando de los privilegios del poder.
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