MARUJA TARRE 24 NOV 2014
Dos países importantes de
América Latina están viviendo momentos terribles en el campo de los derechos
humanos
Es muy desagradable comparar horrores.
Pero resulta que dos países importantes de América Latina están viviendo momentos
terribles en el campo de los derechos humanos y vale la pena señalar las
semejanzas y diferencias entre ambas situaciones. 40 estudiantes asesinados en
México y en Venezuela también. Dos países agobiados por la violencia, los
secuestros, la corrupción. El narcotráfico con ramificaciones en todas las
ramas del Gobierno. La sociedad civil cansada, agotada de tanta impunidad. El
país anonadado ante la muerte violenta y la crueldad de los asesinos. Los
jóvenes en la calle protestando a diario la violencia en contra de sus
compañeros. Enorme riqueza y pobreza desesperante. Desconfianza en la clase
política de antes y la de ahora también. Corrupción, siempre corrupción.
Pero allí terminan las terribles
semejanzas. En México, una lucha contra el narcotráfico, enfocada como un
combate militar, ha desembocado en una desatada violencia. En Venezuela, ahora
pieza importante en el tráfico mundial de drogas, los militares con su famoso
Cartel de los Soles no luchan contra el narcotráfico sino forman parte activa
del mismo. En México los 40 estudiantes fueron asesinados en una zona remota,
en donde aparentemente no llega el poder del pusilánime Gobierno central. En
Venezuela los estudiantes fueron asesinados en las calles de las principales
ciudades del país, con pleno conocimiento y apoyo del Gobierno de Maduro. En
México, los culpables, los asesinos mismos y los autores intelectuales están
presos y repudiados por todos. En Venezuela, los asesinos de los estudiantes
están sueltos, no hay un solo culpable y el Gobierno no ha expresado pesar
alguno por esas muertes.
El Procurador en México se ha
manifestado agobiado, “cansado” de tanto horror mientras que su equivalente en
Venezuela, la Fiscal Ortega Díaz, es una furibunda militante del partido de
gobierno que culpabiliza a los manifestantes. La defensora del pueblo ha
llegado incluso a justificar la tortura, con argumentos muy parecidos a los que
usan los militares en Guantánamo. La tortura en Venezuela se ha vuelto tan
generalizada en las cárceles, que aún la ONU, que suele ser paquidérmica en sus
pronunciamientos sobre derechos humanos, ha llamado la atención sobre lo que
ocurre en las cárceles.
A Leopoldo López, líder principalísimo
de la oposición se le aplican maltratos psicológicos, dentro de un aislamiento
prolongado y torturas primitivas con excrementos humanos, como nunca se habían
visto en la violenta historia del país. La Comisión de Derechos Humanos de la
ONU en Ginebra, donde el Gobierno de Maduro tiene numerosos amigos, se ha
pronunciado por la liberación inmediata de Leopoldo López, sin que el Gobierno
haga un gesto por obedecer. Que yo sepa, en México no hay ese tipo de presos
políticos, ni se somete a los presidiarios a torturas sistemáticas avaladas por
las más altas autoridades gubernamentales.
Ante la muerte de los estudiantes, el
presidente Peña Nieto demostró debilidad y torpeza política, culminando en un
criticado viaje a China en vez de acercarse a sus compatriotas de Guerrero.
Ante el asesinato de los estudiantes, Maduro los culpa como autores de “guerras
económicas”, “agentes de la ultraderecha”, “hijitos de papá”, sin mostrar el
menor arrepentimiento por la terrible represión que ha habido durante su
Gobierno. Mientras México asume con dolor y dignidad la tragedia ocurrida y
busca explicaciones dentro de su propio sistema y sus enormes fallas, Maduro y
sus cómplices culpan de todo lo que ocurre en el país a paramilitares
colombianos, a Uribe, al imperio. Incluso a Obama, que según ellos hasta
conspira para que no llegue el papel higiénico a los baños venezolanos.
La Casa Blanca de la
esposa de Peña Nieto ha causado indignación por fundadas acusaciones de
conflicto de intereses y corrupción, aunque la señora dice que
la mansión fue pagada con sus ingresos como conocida artista de telenovelas. En
Venezuela, los “enchufados” no tenían —según ellos mismos confesaban— “donde
caerse muertos” cuando llegaron al Gobierno. Ahora son banqueros, propietarios
de mansiones fortificadas en Venezuela, palacetes en Europa, edificios en
Florida, yates, aviones, caballos de carrera, cotos de caza y pare Usted de
contar. La fortuna de Diosdado Cabellos se calcula en miles de millones de
dólares. En los periódicos salió una noticia, pronto silenciada, según la cual
al ministro petrolero Ramírez le investigan 40 (sí, 40) cuentas bancarias en
Suiza. Los ingresos petroleros mayores de la historia han desaparecido en los
bolsillos de los robolucionarios en el Gobierno.
México tiene una clase media pujante,
empresarios cuyo éxito es de talla mundial y sigue siendo —a pesar de la
violencia— un destino turístico privilegiado. Venezuela es un país que ya no
tiene el dinero para importar todo lo que se ha dejado de producir en estos 15
años. Los boliburgueses basan su éxito en la corrupción y no
en empresas. El turismo ha desaparecido después del asesinato de unos cuantos
forasteros incautos.
Pero lo más importante para México es
que allí sobreviven, y probablemente se harán más fuertes cuando se supere la
tragedia de Guerrero, instituciones sólidas, independientes de la presidencia.
En cambio, los Gobiernos de Chávez y de Maduro han ido acabando, una por una,
con todas las instituciones de Venezuela, quedando solo un Ejecutivo
ineficiente y acorralado por los problemas que ellos mismos han creado. México
logrará superar la horrible tragedia de sus estudiantes muertos. Ojalá
pudiéramos decir lo mismo de Venezuela.
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