Luis Manuel Esculpí 18 de noviembre de 2014
Tiempos difíciles nos ha tocado vivir,
el porvenir inmediato no se anuncia promisorio. Los desaguisados desde el poder
ya constituyen hábitos, la situación económica agobia la diaria existencia de
los venezolanos. La cúpula gobernante pareciera distanciada de la realidad o
intenta disimular en su retórica el conocimiento que tiene de ella.Se aleja
también del sentir de importantes sectores que antes los acompañaron. Su
negativa a reconocer errores les imposibilita rectificar. La pérdida de
confianza y credibilidad se torna irreversible. Su margen de maniobra se reduce
día a día. El paralelo anda por las nubes y los ingresos por el piso. Pueden
decretar unas navidades felices, pero las expectativas no se decretan.
Temporada tradicional de esperanza e
ilusiones futuristas, ahora está sensiblemente afectada por la altísima
inflación, el pago de utilidades y aguinaldos no ha despertado el entusiasmo de
otros años, el sentido común no posibilita generar mayores perspectivas. No
habrá repetición del Dakazo, los problemas de escasez continuaran agudizándose
y las navidades felices solo estarán presentes en el discurso oficial.
Ese duro diagnóstico es el que ha
posibilitado el crecimiento sostenido del descontento con la gestión del
gobierno que abarca todas las esferas sociales y coloca en primer plano la
necesidad del cambio. Cuando se aferran a viejos dogmas y adoptan meras medidas
de controles siempre fracasadas, en nombre de una supuesta revolución, les
impide tomar un rumbo distinto.
El mensaje de las fuerzas democráticas
tiene un fuerte asidero en la actualidad, las circunstancias posibilitan ganar
la confianza de una amplia mayoría los venezolanos para la comprensión de la
necesidad y factibilidad del cambio político. Las fuerzas opositoras con su
comportamiento deben contribuir,pese a las dificultades del presente, a
combatir el desaliento y al rescate de la esperanza. Para triunfar la lucha
social y política se requiere de aliento transformador y trascendente, para ese
propósito resulta inútil y contraproducente la diatriba menuda que a veces
ocupa los espacios opositores.
Aun con el rechazo creciente a las
ejecutorias del gobierno, el no puede ser subestimado considerando que aun con
las actuales limitaciones, ya agotó su capacidad de maniobra. Existen múltiples
signos de su actuación para estimular y aprovechar las divergencia en el campo
opositor. Es obvio que no abogamos por la unanimidad o la ausencia de discusión
y divergencias, nuestra característica plural lo niega, pero el procesamiento
de las diferencias y su debate debe partir de los propósitos fundamentales que
nos unen, de nuestra condición de aliados, diferencia notable con la polémica
existente en el territorio adversario.
En alguna medida la alianza unitaria
tiene que expresar rasgos del país que aspira, prefigurar la sociedad que desea
construir y elevarse por encima de la pequeñez y la mezquindad. Las
confluencias que han triunfado, pasaron por superar esos escollos para estar a
la altura que las exigencias del cambio reclaman. Otras etapas de nuestra
historia pueden servir de ejemplo.
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