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martes, 18 de noviembre de 2014

"Las elites políticas de Venezuela no tienen un lazo de obligación con la sociedad”, por Diana Fernández Irusta

Diana Fernández Irusta Domingo 16 de noviembre de 2014

Entrevista a Margarita López Maya
La "descomposición social" del país tiene raíces anteriores al chavismo, y están en el petróleo

Historiadora, investigadora y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela, a Margarita López Maya se la escucha muy preocupada cuando habla de su país. Lanza datos pasmosos: 62% de inflación que a fin de año podría llegar al 66; desabastecimiento que, de acuerdo con la industria farmacéutica (el gobierno dejó de publicar datos) supera el 50%, indicadores de violencia que pondrían a Caracas por encima de Ciudad Juárez.

Califica la situación como "descomposición social", pero también -docente al fin- contextualiza y explica que la matriz de la crisis actual va más allá del chavismo y tiene que ver con la constitución histórica del Estado venezolano. "Desde hace un siglo, el petróleo ha moldeado la economía y la sociedad del país -afirma-. Venezuela no vive de promover una industria con una mano de obra que dinamice la economía, sino de una economía rentística." Las consecuencias, explica, son un Estado ineficiente, corrupción, y "la idea de que las elites no pueden ser controladas por la sociedad". Porque no las sostienen los ciudadanos con sus impuestos, sino los recursos petroleros, de los que el Estado es el único dueño.

Desde ya, no cree que la Argentina tenga posibilidades de seguir un derrotero similar. Para ella, nuestra gran carta reside, paradójicamente, en la que fue nuestra mayor tragedia: "Los países del Cono Sur vivieron dictaduras muy duras -sostiene-. Y la ciudadanía adquirió una valoración hacia el individuo y sus derechos civiles y políticos que no existe en Venezuela".

-¿Cómo definiría la situación que se vive hoy en su país?
-Estamos viviendo lo que uno podría llamar, siguiendo la teoría sociológica, una "rutinización" del carisma de Hugo Chávez.

El líder carismático desapareció, dejó atrás un séquito de favoritos y un sucesor, Nicolás Maduro, que ya tiene año y medio tratando de estabilizar su situación. Desaparecido el encantador de las serpientes, Maduro no ha demostrado tener el liderazgo para afrontar esta situación. Y le estalló en las manos una crisis económica, social y política. Algunos dicen que también es una crisis moral. Una crisis que afecta todos los ámbitos de la vida en sociedad. Estamos ante un gobierno que se dice socialista, una alianza cívico militar que ha tratado de regular todos los ámbitos de la vida social, y que considera la economía como parte de la política. Es una ideología que desprecia profundamente la economía, lo que ha ido empeorando la situación.

-¿Cuál sería el factor determinante de la crisis actual?
-A Maduro se le ha empeorado la situación porque el presidente Chávez tuvo una gran prosperidad petrolera. Pero el precio del petróleo lleva tres años estancado, con tendencia a la baja, y eso ha hecho que la crisis se haya acentuado. La particularidad de Venezuela es que es un país petrolero, que exporta petróleo hace casi un siglo. Y ese petróleo ha moldeado la economía y la sociedad. Las trasnacionales comenzaron a llegar en 1910, Venezuela se convirtió en el principal exportador de petróleo en el mundo entre 1927 y1928 y, cuando se abrieron los pozos petroleros árabes, pasó a ser el cuarto o quinto. Fue fundador de la OPEP... Es un país que no vive de promover una industria con una mano de obra que dinamice la economía, sino del precio del petróleo, que es especulativo. Eso se llama economía rentística. El estado siempre ha sido el que retiene la renta. Hoy en día es, además, dueño de la empresa que extrae el petróleo. El Estado es el que recibe ese dinero, no los ciudadanos o los empresarios, y el Estado es el que lo distribuye. Nuestro país tiene una modernización muy particular, porque no está montada sobre el trabajo productivo. Algunos dicen que ni siquiera es un capitalismo, sino un rentismo. Todo esto ha moldeado varias cosas que tienden a empeorar: un Estado muy ineficiente y muy corrupto. Y la idea de que las elites no pueden ser controladas por la sociedad, porque la sociedad no es la que las sostiene con sus impuestos. Y esto no tiene que ver sólo con la elite chavista: todos los que han pasado por el poder en Venezuela han gozado de cierta autonomía en relación con la sociedad. No hay un lazo de obligación con la sociedad. Esto ha sido muy bien retratado en el libro El Estado mágico, de Fernando Coronil: ese Estado recibe tanto dinero sin ataduras que la elite empieza a delirar con sueños fantasiosos. En los años 70, Carlos Andrés Pérez quiso llevarnos al Primer Mundo en cuestión de años. Invirtió, se endeudó, se proyectó internacionalmente, nos habló de la gran Venezuela?, pero cuando bajó el precio del petróleo nos estrellamos. Esto ha vuelto ha pasar, aunque el sueño ya no era convertirnos en un país del Primer Mundo, sino ¡en un socialismo del siglo XXI!

-¿Qué efecto tuvieron las protestas de principios de este año?
-El movimiento sufrió una represión muy fuerte. Un saldo de 42 muertos, miles de detenidos. Leopoldo López, uno de los principales líderes de la oposición, está preso. Una gran cantidad de estudiantes y civiles tienen medidas cautelares que les prohíben volver a manifestarse o hablar: no pueden salir de su ciudad de origen y deben presentarse cada 15 días en los Tribunales. La motivación inicial de la protesta fue la inseguridad, pero la represión hizo que prendiera en la ciudad de San Cristóbal, luego en Caracas, y al final se enganchó todo el mundo. Se protestaba por la inflación, por la mala calidad de vida, la vulneración de derechos, la falta de libertad de expresión. Fue un ciclo de 3 o 4 meses de protestas que se fue agotando, pero logró que se preocupara la región. Los cancilleres persuadieron al gobierno de que abriera una mesa de diálogo. El gobierno lo hizo, aunque no dialogó mucho.

-¿Hubo cambios en lo que hace a la polarización política?
-Durante los 14 años del chavismo, la polarización política fue una estrategia del gobierno. Pero no inicialmente: se produce porque había un descontento que fue canalizado a través del discurso populista de Chávez. El descontento estaba ahí y él expresó una situación de desigualdad que se había producido en los años de crisis. Pero una vez en el poder, optó por mantener esa estrategia polarizante como manera de mantener cohesionadas unas bases que no tenían mucha ideología. Sin embargo, está claro que con el gobierno de Maduro está empezando a darse una despolarización. Hay un inmenso grupo de personas que se consideran independientes y no quieren identificarse ni con el gobierno ni con la oposición.

-Más allá de la crisis, ¿cuál sería la principal herencia que estaría dejando el chavismo?
-Siempre he sostenido que el legado más perdurable de Chávez va a ser la inclusión a la comunidad política de venezolanos que o bien se sintieron excluidos por el empobrecimiento que se sufrió en los años 80 y 90, o bien padecieron una exclusión histórica: personas a las que el ingreso fiscal petrolero nunca les había llegado. Creo que incluso una parte de la dirigencia chavista es expresión de sectores que nunca se sintieron parte de esa Venezuela moderna y urbana que surgió después de la Segunda Guerra Mundial. Hay que decirlo también: el siglo XX venezolano fue un siglo de oleadas de inclusión. La última oleada es la de Chávez; en la Constitución del 99 se otorgaron una cantidad de derechos que los grupos empobrecidos, los excluidos de siempre y las comunidades indígenas no habían tenido. Eso crea agradecimiento y fidelidad. Porque, ¿a qué se llama inclusión? A la idea de que el Estado se ocupa de uno, que uno tiene derechos. Son procesos de de ciudadanía irreversibles.

-En un artículo reciente, usted menciona la existencia de territorios de los que el Estado venezolano se habría retirado. ¿Cuáles serían esos espacios?
-Esto está vinculado a los grupos que armó el gobierno para defenderse de sus enemigos. Son chavistas, reciben dinero de algunos alcaldes. Y también son paramilitares, están por fuera del Estado. El golpe de Estado de 2002 fue un choque de trenes brutal, porque contra el presidente Chávez se aliaron sectores empresariales, sindicales, clases medias, la Iglesia Católica, sectores militares. Antes de que eso se produjera, el chavismo había comenzado a armar algunos grupos. Chávez sobrevive al golpe, pero ese embrión de grupos de defensa continuó a través de ciertas alcaldías. Chávez siempre dijo: "Aquí estamos, esto es una revolución pacífica, pero armada". Y a partir de 2006, cuando su proyecto se radicaliza, crea unas milicias por fuera del ejército. Por fuera de la Constitución, también. El fenómeno hoy se complejizó, porque hay grupos armados con una historia previa a Chávez, gente que venía de la lucha armada derrotada, y grupos surgidos cuando, en la crisis de los 80 y los 90, el Estado no pudo controlar la situación de inseguridad en los barrios populares, y los vecinos se armaron para protegerse ellos. El discurso de Chávez siempre fue muy ambiguo, siempre dejó hacer. Mientras vivió, pudo controlar la situación porque tenía ascendencia sobre esos grupos. Pero Chávez muere, y hoy esos grupos no responden a nadie. Yo estuve en el Mausoleo del presidente Chávez, en la montaña, en el Oeste, en los barrios populares de Caracas. El chofer que me llevaba me iba mostrando las banderas de los colectivos armados, los iba identificando y me decía: "Aquí no se roba, porque ellos tienen cámaras y vigilan". Una situación similar se da en las cárceles. Por inercia, por desatención -y por esta mentalidad simplista que supone que los presos que estaban allí eran pobres a los que el chavismo iba a redimir-, las cárceles quedaron bajo el control de lo que nosotros llamamos los pranes, los jefes. Que, en complicidad con los guardianes, controlan todo. Las prisiones están llenas de armas y drogas, lospranes cobran a los delincuentes, cada espacio de la prisión está controlado por alguien. Manejan sus negocios desde la cárcel, hacen fiestas, salen los fines de semana. Son territorios -las cárceles, algunos barrios-, donde el Estado se retrajo.

-¿Cómo afrontan las universidades toda esta situación?
-Las universidades públicas han sido muy opositoras a Chávez desde sus inicios, de manera que él decidió hacer una universidad por su cuenta y abrió la Universidad Bolivariana. Pero no se puede improvisar una universidad; es totalmente opaco lo que ocurre allí. Mientras tanto, a las universidades públicas, que son las que tienen los laboratorios, la investigación, la exigencia de currículum para los profesores, las han ahorcado presupuestariamente. Pero no las eximo totalmente de responsabilidad: ellas no han tenido la capacidad de abrirse y mantener abierto un debate académico; han estado muy polarizadas y enfrentadas. Pero también es cierto que en Venezuela quien combate al gobierno se enfrenta a un petroestado. Es muy desigual la lucha.

-¿Cómo evalúa los vínculos con América latina?
-El proyecto que Chávez llevó al poder fue una gran ilusión para la mayoría de los venezolanos, que venían de una gran crisis. Pero ese proyecto no era sólo chavista; se discutía en los movimientos sociales, partidos políticos, en la calle. Chávez tuvo la capacidad política de hacerlo suyo, y lo asentó en una constitución. Allí estaba la idea de la estrategia multipolar, de hacer de América latina un jugador con voz propia en el plano internacional. Chávez invirtió mucho dinero en eso. Y creo que en términos de América latina fue importante, porque los países de la región siempre fueron desconfiados entre ellos.

-¿Hay continuidad o cambio en la región?
-Pienso que América latina se hace cada vez más plural, que muchos países han tenido éxito en construir proyectos políticos más estables y democráticos. No soy especialista en temas internacionales, pero veo que no existe una única América latina. Hay intereses que miran al Pacífico, otros que se articulan alrededor de Brasil. En el Caribe, Colombia está resurgiendo. El modelo ecuatoriano ya no tiene nada que ver con Venezuela. Bolivia, tampoco. Venezuela quedó rezagada en un proyecto ideológico sin sentido. Un gran fracaso.

-Algunas voces equiparan la realidad argentina con la de Venezuela. ¿Cuál es su opinión?
-Hay afinidades, pero me parece que las historias son distintas. Los países del Cono Sur -la Argentina, Chile, Uruguay y Brasil- vivieron dictaduras muy duras. Y la ciudadanía adquirió cierta valoración hacia el individuo y sus derechos civiles y políticos, hacia los derechos humanos en general. Eso no existe en Venezuela. Mucho menos en la izquierda o en la alianza que gobierna el país. Para ellos son valores pequeñoburgueses. Entonces, tienes el caso del general Baduel, que fue ministro de la Defensa de Chávez, pero el día que terminó y pasó a la condición civil, le dijo: "Este socialismo del siglo XXI tuyo es el mismo capitalismo de Estado de antes". Y lo pusieron preso por corrupción administrativa. O la jueza Afiuni, que estuvo en prisión porque liberó, ajustada a derecho, a un preso que era algo así como preso personal de Chávez. No es una represión masiva, sino selectiva. Pero tú no ves a la sociedad particularmente indignada por la vulneración de derechos humanos fundamentales.

-¿Qué tipo de desajustes encuentra entre lo que se opina sobre su país en el exterior y lo que realmente ocurre allí?
-A Venezuela llega mucho "turismo revolucionario". Por ejemplo, se reúne un grupo de americanos sesentistas que quieren saber qué está pasando. Así que toman un tour, contactan personas que les dan conferencias, les arman recorridos, les muestran un módulo donde un médico cubano atiende a los niños? Vuelven a su país y dicen que es una maravilla. Y claro, en los primeros diez años de Chávez se redujo la pobreza a la mitad. La gente está agradecida. Lo que ocurre es que, si tratas de tener una mirada panorámica, ves cosas muy loables pero que tienen pies de barro. Por eso, cae el ingreso fiscal petrolero y se retraen todos los logros. En el caso de Chávez, está el agravante de la cuestión personal. Él no hizo políticas públicas sociales, sino que dijo: "Yo doy el dinero. Yo soy el que te da esto".

UN FUTURO POSIBLE, SEGÚN LÓPEZ MAYA. ¿EN AMÉRICA LATINA ALGUNA VEZ DEJARÁ DE PREPONDERAR LA FIGURA DEL CAUDILLO?
En la región existe una tradición histórica, la del caudillismo latinoamericano, que tiene que ver con la colonización española. A mi entender, cuando se removió al rey quedaron unos cuantos reyecitos en América latina. Porque en aquella época la fuente de legitimidad política era el rey, que era un rey absoluto. Un rey despótico. Pero, según la ley de Indias, el rey protegía. Entonces, cuando muere ese centro de legitimidad, los propietarios que comienzan a gobernar no tienen esa legitimidad. Y la gente terminó buscando unos reyecitos, hombres excepcionales, tipos bravos. Los caudillos. Toda esta tradición histórica hoy está convergiendo con los procesos del siglo XXI de la globalización mediática. Me refiero a los fenómenos que están ligados a la imagen y a la desconfianza frente a la política y los políticos. Por eso, considero que no va a ser fácil salirse del esquema del caudillo. De hecho, la política se ha personalizado mucho en todas partes del mundo. Los medios realzan lo individual. Y los ciudadanos, que han perdido identidad colectiva, prefieren vincularse directamente con personas.

MANO A MANO. CALIDEZ CARIBEÑA Y PERSPECTIVA AMPLIA
Todavía recuerda cómo, en el patio de la escuela de Caracas donde cursaba primer grado, las niñas las rodeaban, a ella y a su hermana, sólo para escucharlas hablar en inglés. "Mi mamá es gringa -dice, sonriendo, en alusión a su madre norteamericana-. Mis abuelos, colombianos." Y enfatiza, como si quedaran dudas sobre su nacionalidad: "Yo me crié en Venezuela, soy venezolana. No tengo ni siquiera el doctorado fuera de mi país". De todos modos, concede que el hecho de haber nacido en Nueva York y de haber vivido entre dos culturas los primeros años de su vida alguna influencia pudo haber tenido en su mirada: "Quizá permite tener el ojo un poquito más en otra dimensión, ver las cosas de otro modo". Propensa a la charla y cálida como sólo la gente del Caribe sabe serlo, esta historiadora y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela y ex directora de la Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales se muestra tan preocupada por la situación en su país como aliviada por la posibilidad de tomarse un breve respiro en la Argentina. "Es que ahora tengo unos yernos argentinos -cuenta, entre risas-. Una colega de aquí ya me ha dicho: sos muy globalizada."


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