Diana Fernández Irusta Domingo 16 de noviembre de 2014
Entrevista a Margarita López Maya
La "descomposición social" del
país tiene raíces anteriores al chavismo, y están en el petróleo
Historiadora, investigadora y doctora en
Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela, a Margarita López
Maya se la escucha muy preocupada cuando habla de su país. Lanza datos
pasmosos: 62% de inflación que a fin de año podría llegar al 66;
desabastecimiento que, de acuerdo con la industria farmacéutica (el gobierno
dejó de publicar datos) supera el 50%, indicadores de violencia que pondrían a
Caracas por encima de Ciudad Juárez.
Califica la situación como
"descomposición social", pero también -docente al fin- contextualiza
y explica que la matriz de la crisis actual va más allá del chavismo y tiene
que ver con la constitución histórica del Estado venezolano. "Desde hace
un siglo, el petróleo ha moldeado la economía y la sociedad del país -afirma-.
Venezuela no vive de promover una industria con una mano de obra que dinamice
la economía, sino de una economía rentística." Las consecuencias, explica,
son un Estado ineficiente, corrupción, y "la idea de que las elites no
pueden ser controladas por la sociedad". Porque no las sostienen los
ciudadanos con sus impuestos, sino los recursos petroleros, de los que el
Estado es el único dueño.
Desde ya, no cree que la Argentina tenga
posibilidades de seguir un derrotero similar. Para ella, nuestra gran carta
reside, paradójicamente, en la que fue nuestra mayor tragedia: "Los países
del Cono Sur vivieron dictaduras muy duras -sostiene-. Y la ciudadanía adquirió
una valoración hacia el individuo y sus derechos civiles y políticos que no
existe en Venezuela".
-¿Cómo definiría la situación que se
vive hoy en su país?
-Estamos viviendo lo que uno podría
llamar, siguiendo la teoría sociológica, una "rutinización" del
carisma de Hugo Chávez.
El líder carismático desapareció, dejó
atrás un séquito de favoritos y un sucesor, Nicolás Maduro, que ya tiene año y
medio tratando de estabilizar su situación. Desaparecido el encantador de las
serpientes, Maduro no ha demostrado tener el liderazgo para afrontar esta
situación. Y le estalló en las manos una crisis económica, social y política.
Algunos dicen que también es una crisis moral. Una crisis que afecta todos los
ámbitos de la vida en sociedad. Estamos ante un gobierno que se dice
socialista, una alianza cívico militar que ha tratado de regular todos los
ámbitos de la vida social, y que considera la economía como parte de la
política. Es una ideología que desprecia profundamente la economía, lo que ha
ido empeorando la situación.
-¿Cuál sería el factor determinante de
la crisis actual?
-A Maduro se le ha empeorado la
situación porque el presidente Chávez tuvo una gran prosperidad petrolera. Pero
el precio del petróleo lleva tres años estancado, con tendencia a la baja, y
eso ha hecho que la crisis se haya acentuado. La particularidad de Venezuela es
que es un país petrolero, que exporta petróleo hace casi un siglo. Y ese
petróleo ha moldeado la economía y la sociedad. Las trasnacionales comenzaron a
llegar en 1910, Venezuela se convirtió en el principal exportador de petróleo
en el mundo entre 1927 y1928 y, cuando se abrieron los pozos petroleros árabes,
pasó a ser el cuarto o quinto. Fue fundador de la OPEP... Es un país que no
vive de promover una industria con una mano de obra que dinamice la economía,
sino del precio del petróleo, que es especulativo. Eso se llama economía
rentística. El estado siempre ha sido el que retiene la renta. Hoy en día es,
además, dueño de la empresa que extrae el petróleo. El Estado es el que recibe
ese dinero, no los ciudadanos o los empresarios, y el Estado es el que lo
distribuye. Nuestro país tiene una modernización muy particular, porque no está
montada sobre el trabajo productivo. Algunos dicen que ni siquiera es un
capitalismo, sino un rentismo. Todo esto ha moldeado varias cosas que tienden a
empeorar: un Estado muy ineficiente y muy corrupto. Y la idea de que las elites
no pueden ser controladas por la sociedad, porque la sociedad no es la que las
sostiene con sus impuestos. Y esto no tiene que ver sólo con la elite chavista:
todos los que han pasado por el poder en Venezuela han gozado de cierta
autonomía en relación con la sociedad. No hay un lazo de obligación con la
sociedad. Esto ha sido muy bien retratado en el libro El Estado mágico,
de Fernando Coronil: ese Estado recibe tanto dinero sin ataduras que la elite
empieza a delirar con sueños fantasiosos. En los años 70, Carlos Andrés Pérez
quiso llevarnos al Primer Mundo en cuestión de años. Invirtió, se endeudó, se
proyectó internacionalmente, nos habló de la gran Venezuela?, pero cuando bajó
el precio del petróleo nos estrellamos. Esto ha vuelto ha pasar, aunque el
sueño ya no era convertirnos en un país del Primer Mundo, sino ¡en un
socialismo del siglo XXI!
-¿Qué efecto tuvieron las protestas de
principios de este año?
-El movimiento sufrió una represión muy
fuerte. Un saldo de 42 muertos, miles de detenidos. Leopoldo López, uno de los
principales líderes de la oposición, está preso. Una gran cantidad de
estudiantes y civiles tienen medidas cautelares que les prohíben volver a
manifestarse o hablar: no pueden salir de su ciudad de origen y deben
presentarse cada 15 días en los Tribunales. La motivación inicial de la
protesta fue la inseguridad, pero la represión hizo que prendiera en la ciudad
de San Cristóbal, luego en Caracas, y al final se enganchó todo el mundo. Se
protestaba por la inflación, por la mala calidad de vida, la vulneración de
derechos, la falta de libertad de expresión. Fue un ciclo de 3 o 4 meses de
protestas que se fue agotando, pero logró que se preocupara la región. Los
cancilleres persuadieron al gobierno de que abriera una mesa de diálogo. El
gobierno lo hizo, aunque no dialogó mucho.
-¿Hubo cambios en lo que hace a la
polarización política?
-Durante los 14 años del chavismo, la
polarización política fue una estrategia del gobierno. Pero no inicialmente: se
produce porque había un descontento que fue canalizado a través del discurso
populista de Chávez. El descontento estaba ahí y él expresó una situación de
desigualdad que se había producido en los años de crisis. Pero una vez en el
poder, optó por mantener esa estrategia polarizante como manera de mantener
cohesionadas unas bases que no tenían mucha ideología. Sin embargo, está claro
que con el gobierno de Maduro está empezando a darse una despolarización. Hay
un inmenso grupo de personas que se consideran independientes y no quieren
identificarse ni con el gobierno ni con la oposición.
-Más allá de la crisis, ¿cuál sería la
principal herencia que estaría dejando el chavismo?
-Siempre he sostenido que el legado más
perdurable de Chávez va a ser la inclusión a la comunidad política de
venezolanos que o bien se sintieron excluidos por el empobrecimiento que se
sufrió en los años 80 y 90, o bien padecieron una exclusión histórica: personas
a las que el ingreso fiscal petrolero nunca les había llegado. Creo que incluso
una parte de la dirigencia chavista es expresión de sectores que nunca se
sintieron parte de esa Venezuela moderna y urbana que surgió después de la
Segunda Guerra Mundial. Hay que decirlo también: el siglo XX venezolano fue un
siglo de oleadas de inclusión. La última oleada es la de Chávez; en la
Constitución del 99 se otorgaron una cantidad de derechos que los grupos
empobrecidos, los excluidos de siempre y las comunidades indígenas no habían
tenido. Eso crea agradecimiento y fidelidad. Porque, ¿a qué se llama inclusión?
A la idea de que el Estado se ocupa de uno, que uno tiene derechos. Son
procesos de de ciudadanía irreversibles.
-En un artículo reciente, usted menciona
la existencia de territorios de los que el Estado venezolano se habría
retirado. ¿Cuáles serían esos espacios?
-Esto está vinculado a los grupos que
armó el gobierno para defenderse de sus enemigos. Son chavistas, reciben dinero
de algunos alcaldes. Y también son paramilitares, están por fuera del Estado.
El golpe de Estado de 2002 fue un choque de trenes brutal, porque contra el
presidente Chávez se aliaron sectores empresariales, sindicales, clases medias,
la Iglesia Católica, sectores militares. Antes de que eso se produjera, el
chavismo había comenzado a armar algunos grupos. Chávez sobrevive al golpe,
pero ese embrión de grupos de defensa continuó a través de ciertas alcaldías.
Chávez siempre dijo: "Aquí estamos, esto es una revolución pacífica, pero
armada". Y a partir de 2006, cuando su proyecto se radicaliza, crea unas
milicias por fuera del ejército. Por fuera de la Constitución, también. El
fenómeno hoy se complejizó, porque hay grupos armados con una historia previa a
Chávez, gente que venía de la lucha armada derrotada, y grupos surgidos cuando,
en la crisis de los 80 y los 90, el Estado no pudo controlar la situación de
inseguridad en los barrios populares, y los vecinos se armaron para protegerse
ellos. El discurso de Chávez siempre fue muy ambiguo, siempre dejó hacer.
Mientras vivió, pudo controlar la situación porque tenía ascendencia sobre esos
grupos. Pero Chávez muere, y hoy esos grupos no responden a nadie. Yo estuve en
el Mausoleo del presidente Chávez, en la montaña, en el Oeste, en los barrios populares
de Caracas. El chofer que me llevaba me iba mostrando las banderas de los
colectivos armados, los iba identificando y me decía: "Aquí no se roba,
porque ellos tienen cámaras y vigilan". Una situación similar se da en las
cárceles. Por inercia, por desatención -y por esta mentalidad simplista que
supone que los presos que estaban allí eran pobres a los que el chavismo iba a
redimir-, las cárceles quedaron bajo el control de lo que nosotros llamamos los pranes,
los jefes. Que, en complicidad con los guardianes, controlan todo. Las
prisiones están llenas de armas y drogas, lospranes cobran a los
delincuentes, cada espacio de la prisión está controlado por alguien. Manejan
sus negocios desde la cárcel, hacen fiestas, salen los fines de semana. Son
territorios -las cárceles, algunos barrios-, donde el Estado se retrajo.
-¿Cómo afrontan las universidades toda
esta situación?
-Las universidades públicas han sido muy
opositoras a Chávez desde sus inicios, de manera que él decidió hacer una
universidad por su cuenta y abrió la Universidad Bolivariana. Pero no se puede
improvisar una universidad; es totalmente opaco lo que ocurre allí. Mientras
tanto, a las universidades públicas, que son las que tienen los laboratorios,
la investigación, la exigencia de currículum para los profesores, las han
ahorcado presupuestariamente. Pero no las eximo totalmente de responsabilidad:
ellas no han tenido la capacidad de abrirse y mantener abierto un debate
académico; han estado muy polarizadas y enfrentadas. Pero también es cierto que
en Venezuela quien combate al gobierno se enfrenta a un petroestado. Es muy
desigual la lucha.
-¿Cómo evalúa los vínculos con América
latina?
-El proyecto que Chávez llevó al poder
fue una gran ilusión para la mayoría de los venezolanos, que venían de una gran
crisis. Pero ese proyecto no era sólo chavista; se discutía en los movimientos
sociales, partidos políticos, en la calle. Chávez tuvo la capacidad política de
hacerlo suyo, y lo asentó en una constitución. Allí estaba la idea de la
estrategia multipolar, de hacer de América latina un jugador con voz propia en
el plano internacional. Chávez invirtió mucho dinero en eso. Y creo que en
términos de América latina fue importante, porque los países de la región
siempre fueron desconfiados entre ellos.
-¿Hay continuidad o cambio en la región?
-Pienso que América latina se hace cada
vez más plural, que muchos países han tenido éxito en construir proyectos
políticos más estables y democráticos. No soy especialista en temas
internacionales, pero veo que no existe una única América latina. Hay intereses
que miran al Pacífico, otros que se articulan alrededor de Brasil. En el
Caribe, Colombia está resurgiendo. El modelo ecuatoriano ya no tiene nada que
ver con Venezuela. Bolivia, tampoco. Venezuela quedó rezagada en un proyecto
ideológico sin sentido. Un gran fracaso.
-Algunas voces equiparan la realidad
argentina con la de Venezuela. ¿Cuál es su opinión?
-Hay afinidades, pero me parece que las
historias son distintas. Los países del Cono Sur -la Argentina, Chile, Uruguay
y Brasil- vivieron dictaduras muy duras. Y la ciudadanía adquirió cierta
valoración hacia el individuo y sus derechos civiles y políticos, hacia los
derechos humanos en general. Eso no existe en Venezuela. Mucho menos en la
izquierda o en la alianza que gobierna el país. Para ellos son valores
pequeñoburgueses. Entonces, tienes el caso del general Baduel, que fue ministro
de la Defensa de Chávez, pero el día que terminó y pasó a la condición civil,
le dijo: "Este socialismo del siglo XXI tuyo es el mismo capitalismo de
Estado de antes". Y lo pusieron preso por corrupción administrativa. O la
jueza Afiuni, que estuvo en prisión porque liberó, ajustada a derecho, a un
preso que era algo así como preso personal de Chávez. No es una represión masiva,
sino selectiva. Pero tú no ves a la sociedad particularmente indignada por la
vulneración de derechos humanos fundamentales.
-¿Qué tipo de desajustes encuentra entre
lo que se opina sobre su país en el exterior y lo que realmente ocurre allí?
-A Venezuela llega mucho "turismo
revolucionario". Por ejemplo, se reúne un grupo de americanos sesentistas
que quieren saber qué está pasando. Así que toman un tour,
contactan personas que les dan conferencias, les arman recorridos, les muestran
un módulo donde un médico cubano atiende a los niños? Vuelven a su país y dicen
que es una maravilla. Y claro, en los primeros diez años de Chávez se redujo la
pobreza a la mitad. La gente está agradecida. Lo que ocurre es que, si tratas
de tener una mirada panorámica, ves cosas muy loables pero que tienen pies de
barro. Por eso, cae el ingreso fiscal petrolero y se retraen todos los logros.
En el caso de Chávez, está el agravante de la cuestión personal. Él no hizo
políticas públicas sociales, sino que dijo: "Yo doy el dinero. Yo soy el
que te da esto".
UN
FUTURO POSIBLE, SEGÚN LÓPEZ MAYA. ¿EN AMÉRICA LATINA ALGUNA VEZ DEJARÁ DE
PREPONDERAR LA FIGURA DEL CAUDILLO?
En la región existe una tradición
histórica, la del caudillismo latinoamericano, que tiene que ver con la
colonización española. A mi entender, cuando se removió al rey quedaron unos
cuantos reyecitos en América latina. Porque en aquella época la fuente de
legitimidad política era el rey, que era un rey absoluto. Un rey despótico.
Pero, según la ley de Indias, el rey protegía. Entonces, cuando muere ese
centro de legitimidad, los propietarios que comienzan a gobernar no tienen esa
legitimidad. Y la gente terminó buscando unos reyecitos, hombres excepcionales,
tipos bravos. Los caudillos. Toda esta tradición histórica hoy está
convergiendo con los procesos del siglo XXI de la globalización mediática. Me
refiero a los fenómenos que están ligados a la imagen y a la desconfianza
frente a la política y los políticos. Por eso, considero que no va a ser fácil
salirse del esquema del caudillo. De hecho, la política se ha personalizado
mucho en todas partes del mundo. Los medios realzan lo individual. Y los
ciudadanos, que han perdido identidad colectiva, prefieren vincularse
directamente con personas.
MANO
A MANO. CALIDEZ CARIBEÑA Y PERSPECTIVA AMPLIA
Todavía recuerda cómo, en el patio de la
escuela de Caracas donde cursaba primer grado, las niñas las rodeaban, a ella y
a su hermana, sólo para escucharlas hablar en inglés. "Mi mamá es gringa
-dice, sonriendo, en alusión a su madre norteamericana-. Mis abuelos,
colombianos." Y enfatiza, como si quedaran dudas sobre su nacionalidad:
"Yo me crié en Venezuela, soy venezolana. No tengo ni siquiera el
doctorado fuera de mi país". De todos modos, concede que el hecho de haber
nacido en Nueva York y de haber vivido entre dos culturas los primeros años de
su vida alguna influencia pudo haber tenido en su mirada: "Quizá permite
tener el ojo un poquito más en otra dimensión, ver las cosas de otro
modo". Propensa a la charla y cálida como sólo la gente del Caribe sabe
serlo, esta historiadora y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad
Central de Venezuela y ex directora de la Revista Venezolana de Economía y
Ciencias Sociales se muestra tan preocupada por la situación en su país como
aliviada por la posibilidad de tomarse un breve respiro en la Argentina.
"Es que ahora tengo unos yernos argentinos -cuenta, entre risas-. Una
colega de aquí ya me ha dicho: sos muy globalizada."
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