Por Mercedes Montero, 24/11/2014
Indudablemente los venezolanos han ido perdiendo progresivamente su
calidad de vida, en la misma medida que el destrozo causado por la revolución
avanza a paso de vencedores.
Cada día es mayor y más evidente el deterioro sufrido por nuestras
ciudades y pueblos, que se han transformado en cárceles debido a la violencia.
Es triste ver las puertas y ventanas enrejadas, las puertas de seguridad, los
muros que cada día son más elevados y con alambre de púas como corona. Los
automóviles no están seguros ni siquiera en los garajes de las casas y
edificios; los ladrones “trabajan” por encargo, cuando no se roban el carro, le
roban las piezas, los cauchos, los faroles, ya que no se consiguen los
repuestos.
Viajar por carretera en Venezuela es una aventura debido a los asaltos;
por no hablar del mal estado de las vías de comunicación, causa que aunada a la
imprudencia de los conductores ha ocasionado un sin número de accidentes con
víctimas fatales. A esto se le suma el ataque de aquellos ciudadanos que en vez
de tender la mano para auxiliar a los accidentados proceden a robarles todas
las pertenencias que les sea posible. Utilizar el transporte público se ha
transformado en una especie de lotería, los asaltos a conductores y pasajeros
son cosa diaria; el tener o no dinero en el bolsillo o cartera no ofrece
garantía alguna de consideración o respeto, ya que cualquier persona puede ser
agredida por tener o no tener dinero.
El venezolano se levanta con la preocupación pensando si la empresa en
la cual trabaja será ese día objeto de una toma forzada por parte del gobierno,
lo cual significa “adiós empleo”. Si está desempleado, algo que cada día se
hace mas común, irá a alguna empresa de las pocas que quedan para hacer cola y
entregar una aplicación y un currículum. También para ver dónde puede hacer un
trabajo a destajo, qué puede vender, qué cola hacer a fin de ganarse algo para
el día.
Está más que trillado el tema de las colas para comprar cualquier cosa,
desde gasolina hasta el pan, la leche o las medicinas, la inflación, la
devaluación, la falta de respeto, los muertos, los presos políticos, el estado
de los hospitales, escuelas, parques, cárceles, la basura en las calles, todas
estas manifestaciones continuas de la violencia del Estado contra el pueblo han
transformado al pueblo venezolano, otrora alegre, en una nación triste, ya que
ve al país diluirse, el futuro de sus hijos borrarse en medio de un presente
que más bien parece una escena del Dante.
Cuando veo en lo que ha transformado a mi país lo que el difunto tituló
la “revolución bonita” siento una gran pesadumbre. Considero que la gran
mayoría de los venezolanos al igual que a mí, nos duele ver a nuestra Venezuela
depauperada, con el corazón herido. Hasta nuestras imágenes de la Virgen han
sido atacadas.
Le pido a Dios que nos dé fuerza, que ilumine a la nación y a sus
líderes a fin de encontrar la senda apropiada para la reconquista de la
libertad, democracia, paz y de todo el bienestar del que vienen acompañadas. No
es por falta de lucha, hay que ver cómo hemos luchado los venezolanos para
salir de la pesadilla comunista. Recordemos para el 2019 de seguir como vamos
Venezuela habrá dejado de existir. Los venezolanos merecemos el triunfo.
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