Demetrio Boersner 17
de noviembre de 2014
Hace
más de una década, Teodoro Petkoff difundió la noción de la existencia en América Latina de dos
izquierdas diferentes y enfrentadas. Una
de ellas es democrática y respetuosa de los derechos humanos, y ha llegado a
gobernar a países como Brasil y Uruguay. La otra, de características autoritarias,
estalinistas y “borbónicas” ejerce el poder en Cuba y domina la conducta del
régimen venezolano.
Hasta hace poco, la autocracia venezolana –surgida de un maridaje de
extrema derecha y extrema izquierda, pero disfrazada de “socialista”- tuvo
éxito en recoger los apoyos, no sólo de las extremas izquierdas mundiales de
raíz estalinista, emparentadas con el chavismo por su vocación autoritaria,
sino también de algunos elementos de la izquierda, democrática. Esa complicidad
de ciertos sectores de la izquierda democrática americana y mundial con el
abusivo régimen venezolano se debió a varios motivos. Algunas personas o colectividades de buena fe
creyeron la propaganda bolivariana, pero con mayor frecuencia los motivos eran
menos perdonables. Gobernantes y otros dirigentes –aun siendo demócratas y
conocedores de la realidad venezolana- colaboraron por craso oportunismo con el
gobierno de Caracas, ávidos de las prebendas repartidas por ese gobierno (rico
en el pasado): petróleo barato o gratuito, dólares, contratos leoninos, y
apoyos políticos clientelares. Durante largos años, los progresistas dentro de
la unidad democrática opositora en Venezuela
sufrimos el desencanto de escuchar y observar la cínica defensa de
nuestro régimen opresor, de palabra y de hecho, por parte de los máximos
voceros de la “otra” izquierda latinoamericana: la democrática, que
consideramos “nuestra”
Sin
embargo, “los molinos de Dios muelen despacio pero muelen muy fino”. A los tiranos, y a los canallas que les sirven y que se engordan bajo su amparo, se
les demora la hora del juicio, pero no dejará de llegarles al final. Los pueblos dominados, engañados y explotados
pueden tener que sufrir diez, quince, veinte o más años, pero al final será
ignominiosa e inapelable la caída y la desgracia de sus opresores. Así lo determina la fuerza cósmica que
algunos perciben como justicia divina y otros como ley impersonal de la
historia.
El
principal factor que hoy castiga a ambas izquierdas latinoamericanas y
mundiales –pero a la autoritaria y perversa más que a la democrática- es el
final de la bonanza de los precios de productos básicos exportados por países
emergentes y en desarrollo. A gobiernos
izquierdistas de ambos tipos les faltan los recursos para programas
sociales. Apremiados por los reclamos de sus pueblos y necesitados de apoyos de la
derecha, moderan sus planteamientos, y ya comenzaron a retirar su solidaridad a
aquellos miembros de la “izquierda” global cuya conducta es indefendible,
además de que ya no tienen dádivas que
ofrecer.
Demetrio
Boersner
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