Stalin González noviembre de 2014
Este año se cumple por segunda ocasión
el decreto de unas navidades felices para el pueblo venezolano
Este año se cumple por segunda ocasión
el decreto de unas navidades felices para el pueblo venezolano. El año pasado,
tal decreto vino acompañado del ya conocido Dakazo, que le dio al venezolano
una fugaz alegría pudiendo comprar productos a buen precio, pero luego -en el
nuevo año- nos encontramos de lleno con un país desabastecido, comercios
cerrados, productos y gasto público desorbitados.
Para darle fin a ese problema, el
Gobierno a lo largo de 2014 ha resuelto esconder los indicadores de inflación
para no hablar de ella, colocarnos dispositivos biométricos para disimular la
escasez y controlar más la economía para, asumo, paralizarla.
En ese desatino económico, nos
encontramos de nuevo con la Navidad y su respectivo decreto feliz. Esta
navidad, como las otras, no incluye regalos solo en el rubro alimenticio,
incluye venta de electrodomésticos, textiles, juguetes, calzados y ferreterías
a precios justos, esperando que la existencia de aceitunas, whisky y un
televisor a precio de dólar regulado nos haga olvidar la inflación, la escasez
y la torpeza política que nos han regalado todo el año; sin embargo, todo luce
más complicado. La acumulación de malas decisiones políticas puso a los
venezolanos en la incapacidad monetaria de hacerle frente a las compras,
incluso en aquellas que el Gobierno presume que nos hará felices, y en caso de
poder hacerlo, será después de haber sufrido una cola interminable en abastos,
tiendas o supermercados.
El asunto es que Venezuela está pasando
por una de sus crisis económicas más importantes en su vida republicana. La
economía venezolana se encuentra paralizada por su excesivo control, viciada
por la burocracia corrupta y atrapada en medio de la improvisación
gubernamental, que se ha traducido en una canasta básica incomprable, en una
cola interminable y en un futuro muy pesimista.
Una Navidad feliz solo será posible si
asumieran sus responsabilidades, diseñaran una política pública efectiva,
sinceraran nuestra política cambiaria y trabajaran por arrancar nuestra
economía; de resto, quedará como un decreto más que feliz fugaz será.
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