Por Ismael Pérez Vigil, 12/11/2016
Querámoslo o no, el país está sumido en los vericuetos del dialogo
político, entre el gobierno y la oposición, para salir de esta aguda crisis
política, económica y social. Y alrededor del tema se tejen todo tipo de mitos,
interpretaciones y conjeturas, que es necesario analizar.
El diálogo es el tema de todas las conversaciones políticas del país.
Discutimos sus bondades y defectos. Las características de los mediadores, del
Presidente de UNASUR, Ernesto Samper y sus simpatías por el Chavismo y la
idoneidad de los expresidentes Rodríguez Zapatero, Fernandez y Torrijos y su
imparcialidad, en la que no creemos. Nos enzarzamos en especulaciones sobre la
mediación de El Vaticano, las supuestas inclinaciones “izquierdistas” del Papa
Francisco y como su vinculación con las negociaciones entre los Estados Unidos
y Cuba, pudiera favorecer al régimen de Maduro. Se especula también acerca de
la posible influencia sobre los negociadores de la Santa Sede que pueda haber
ejercido el Papa Negro, Arturo Sosa, y sus conceptos acerca del proceso
venezolano y el hecho de que, en su criterio, no necesariamente correcto, de
que la oposición no tiene una opción que ofrecer al país.
Discutimos y nos quejamos de que no estamos informados adecuadamente
por nuestros negociadores acerca de cuáles son sus objetivos en la negociación
y afirmamos alegremente que nos han “entregado” al haberse sentado a negociar
con el Gobierno tirano de Nicolás Maduro y de haber entregado las joyas de la
corona –el juicio al Presidente y la marcha a Miraflores– tan solo porque nos
lo pidió la Iglesia y El Vaticano, sin exigir nada a cambio o que primero que
estuvieran dadas toda una serie de condiciones que nos garanticen una supuesta
paridad de fuerza. Pareciera, por los reclamos de información y participación,
que algunos creen en una especie de democracia asamblearia, en donde los
negociadores deben informar en detalle, a viva voz y a las multitudes cuales
son, paso a paso, sus actividades y esperar que de una amplia consulta salgan
los “consejos” y opiniones para volver a la mesa de discusión con las
propuestas “frescas”, recién salidas de esa sabia asamblea multitudinaria.
Trivializando la situación, algunos piensan que el método de discusión
a aplicar para resolver los graves problemas del país es como si se tratara de
una junta de condominio discutiendo acerca del problema de los ascensores o de
la junta comunal del barrio resolviendo el problema de la basura acumulada en
una de las calles. En el fondo, sí, el método pudiera ser el mismo, pues
ambos son problemas de negociación y diálogo, pero el de la negociación entre
la oposición y el gobierno es algo más complejo y sobre todo involucra no unas
decenas de afectados, sino varios millones, a los cuales es materialmente
imposible consultar en cada uno de los pasos que se deben dar.
Ya he argumentado porque considero que el diálogo es nuestra mejor
alternativa y no creo necesario repetir los argumentos. Basta con decir lo que
ya muchos han dicho, que la fuerza de la oposición es tal que ha obligado al
Gobierno a sentarse a la mesa y aceptar a el Vaticano como mediadores, que
seguramente no es de su agrado, pues se sentía muy bien con la triada de expresidentes
más UNASUR. A pesar de esa fuerza innegable y de que es imprescindible negociar
con toda la fuerza de nuestra mayoría, sobre todo electoral, no hay que olvidar
que del otro lado hay también una fuerza, sobre todo institucional y represiva,
de cuyos efectos tenemos experiencia de la que pueden atestiguar cientos de
víctimas –y sus familiares– que están en la cárcel y en régimen de presentación
en tribunales, sin olvidar los heridos y víctimas fatales de este proceso.
Pero también he afirmado que es preciso negociar manteniendo la
presión, nacional e internacional. Criticar a la oposición y la MUD, como
muchos han hecho por los errores cometidos –y que la propia MUD ha reconocido–
en los inicios del proceso de negociación es importante y es necesario para
mantener alertas a nuestros negociadores y corregir el rumbo; pero más
importante es que asumamos una actitud más proactiva y propositiva y nos
preguntemos que podemos aportar, que podemos hacer los ciudadanos para ser
útiles al proceso y mantener esa presión nacional e internacional, ese ambiente
de agitación que existe en el país, que esta soterrado y a punto de estallar en
cualquier momento.
En vez de limitarnos solo a criticar en nuestros círculos íntimos,
familiares, de amigos o trabajo, a los miembros de la MUD y el equipo
negociador, hay sobrados motivos para mantener una actitud de permanente
movilización en el país. Por problemas menos graves que lo ocurrido hasta ahora
con el diálogo y la falta de comunicación adecuada, en el pasado, en años recientes,
realizamos asambleas de ciudadanos, reuniones de vecinos, para mantenernos
informados, para informar a nuestros líderes locales, regionales y nacionales y
dirigentes de partidos acerca de nuestros puntos de vista, acerca de nuestras
preocupaciones, sobre muchos de los problemas del país. ¿Por qué no las estamos
haciendo ahora? ¿Qué le impide a los vecinos de cualquiera de las ciudades y
pueblos del país, reunirse por ejemplo en sus Asambleas de Ciudadanos, como ya
hicieron en el pasado, e invitar a los negociadores de la MUD o a algunos de
sus integrantes o a los comandos locales o regionales de oposición, para
intercambiar puntos de vista y que estos escuchen los comentarios del ciudadano
común?
¿Qué impide a nuestras ONGs, defensoras de los derechos humanos, las
que se ocupan de los temas educativos, del ambiente, de los temas de salud, de
los temas electorales, de los problemas regionales específicos, etc. exponer
por escrito o a viva voz, a los mediadores del dialogo, la situación real de la
crisis en Venezuela desde sus puntos de vista? ¿Por qué esas ONGs no los tienen
atiborrados de cartas, solicitudes de entrevistas y reuniones, exponiéndoles
nuestros problemas y preocupaciones?
Se trata además de insistir y presionar para que en el proceso de diálogo
se den acciones reciprocas frente a lo que hace el Gobierno, que además de
manera palmaria insulta, amenaza y desconoce lo que los mediadores han señalado
que son acuerdos ya alcanzados en el proceso de diálogo; como por ejemplo,
actitudes como las de esta semana del Procurador General de la Republica quien
anunció que interpuso una acción de amparo autónomo contra la Asamblea Nacional
por haber emitido amenazas contra los Poderes Públicos; en reciprocidad la
Asamblea Nacional debe reanudar de inmediato el juicio político al Presidente
de la Republica que fue suspendido la semana pasada a instancias de la Iglesia
Católica Venezolana y el mediador de El Vaticano. Más aún, la oposición debe
reanudar también de inmediato la solicitud de aplicación de la carta
Democrática de la OEA y el Protocolo de Ushuaia que reafirma el compromiso
democrático de los firmantes de Mercosur, del cual se supone que Venezuela
forma parte.
De manera pues que además de criticar y hablar sobre los errores
cometidos, se trata de dar apoyo activo, en la calle, a nuestros negociadores y
proponerles ideas y alternativas.
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