Por Soledad Morillo Belloso, 15/11/2016
Leo un par de comunicados, unos cinco artículos y
me hacen llegar resúmenes de tuits que circularon por las redes el fin de
semana. Son en su mayoría textos heroicos, llenos de frases que buscan
celebridad, párrafos cortos de 140 caracteres para que puedan rodar y ser
rebotados sin mayor esfuerzo o reflexión por la infinita autopista de las redes
Hay momentos en la vida en los que uno tiene que respirar. Oxigenar el
cerebro.
El cambio de pesos de apoyo no necesariamente
supone que hemos aprendido a diferenciar la democracia de la oclocracia. La
muchedumbre que antes brindó su fervor a la "revolución bonita"
cambia, con el viento. Temo, repito, que no hemos aprendido. Prácticamente
nada. Al menos en lo referente a cómo dejar de buscar a Dios por los rincones.
La MUD anuncia las resultas de la segunda sesión
del "diálogo". Son buenas noticias, banderillas clavadas sobre el
lomo del toro y que lo han debilitado aún más, pero inmediatamente esos logros
reciben ataques, de opositores (el régimen se relame). Lo digo sin que me quede
nada por dentro: las reacciones de Vente y de Voluntad Popular son erradas y yo
diría que hasta pueriles. La política es la guerra que usa palabras. Y supone
entonces un vasto conocimiento lingüístico. Me pregunto y pregunto: ¿cuál es la
promesa básica expresada en esos comunicados? Que no les gusten los acuerdos
conseguidos, o que no les parezcan suficientes o siquiera satisfactorios, pase.
Pero el denuesto no viene acompañado de una promesa básica alcanzable, sino de
un festival de pajaritos preñados. ¿Qué proponen? Lo ya gastado. Ir a
Miraflores. Supongamos que una nutrida multitud llega a Palacio. ¿Con cuántos
nuevos muertos? Supongamos que de hecho conseguimos rodear Miraflores. Y
entonces, ¿qué? Supongamos que Maduro, luego de algunos días de sitio, se va.
¿Qué sigue? Aristóbulo asume la presidencia. Porque eso dice la Constitución. Y
aparece la pregunta clave: "Mama, ¿qué será lo que quiere el negro?".
La Constitución no establece líneas de sucesión, como ocurre en otros países.
Entonces estaríamos en una tremenda crisis política, peor que la actual, que se
monta sobre el colapso económico y social de características bíblicas que
tenemos sobre el lomo.
Si no entendemos los logros alcanzados el fin de
semana, estamos jugando ajedrez con las normas del parchís. Claro que el
presidente tenía que anunciar una prolongación del decreto de emergencia y
estado de excepción. Pobre Maduro sabe que está a días, horas más bien,
de enfrentar una Asamblea Nacional reactivada y en pleno uso de sus
competencias y facultades, que le va hacer la vida a cuadritos y lo hará sudar
tinta china. Entonces salió raudo y veloz a darle extensión al decreto.
El régimen piensa en corto plazo. Por eso todas
sus jugadas tienen como mucho un rango de meses. La oposición tiene por fuerza
que tener visión telescópica. Y dejar de comprarle las babosadas y gritonerías
a Maduro, Diosdado, Jorge Rodríguez y demás villanos de esta novela. En el
análisis del "status" destaca un ramito de importantes conquistas. 1.
La designación de dos nuevos rectores del CNE tan pronto como el 4 de diciembre
es un hit con hombre en base. Y lo es todavía más dado que el acuerdo determina
que la oposición nombra un rector y el segundo va por acuerdo entre oposición y
oficialismo. 2. Nuevas elecciones en Amazonas. O en su defecto la aprobación de
los electos en diciembre de 2916. Eso genera reacción en cadena, que imagino
huelga explicar. 3. No se niega ni se prohíbe la protesta en la calle. Pero, y
esto es mi consejo, hay que acabar con el fetiche de ir a Miraflores. Por
varias e importantes razones. Riesgoso y una jugada que puede salir muy cara y
que no ofrece garantías de éxito. Pero hay más. Ir a Miraflores deja por fuera
a millones de ciudadanos. Que quieren protestar. Que están indignados. En
cambio, la protesta en miles de lugares en el territorio nacional abarca y
aprieta. Hay oficinas de Corpoelec en todo el territorio. También de las
hidrológicas. Hay Seniat, Saime. Hospitales. Escuelas. Universidades. Puertos y
aeropuertos. Peajes. Mercados manejados por el régimen. Cientos de oficinas
gubernamentales. Sedes del Ministerio Público, de la Defensoría del Pueblo, de
policías, cárceles, cuarteles. Hay que desparramar la protesta.
Desconcentrarla, descentralizarla. Federalizarla. Hacerla incluyente, oportuna,
variada y contagiosa. Que el país entero se queje. Todos los días. Por
todo. Porque así se le manda al régimen un mensaje poderoso: estamos mal porque
ustedes son un desastre; usted destruyeron este país. Y porque así los
ciudadanos se ven unos a otros y se genera una monumental estado de empatía.
Un cuarto asunto que resalta en esos acuerdos de
noviembre es lo relativo a la habilitación de ayudas humanitarias y la
liberación de presos políticos. Eso, mis amigos, es una confesión abierta del
régimen. Es aceptar que hay hambre y terrible escasez de medicamentos. Es
aceptar que hay muchos tras las rejas por razones políticas.
Así las cosas, a quienes sientan y digan que les
invade terrible pesar por los acuerdos anunciados el fin de semana, pues
que lo piensen mejor. La plaza de toros estaba cerrada con todos nosotros
adentro. Los acuerdos van quitando los candados y el torero clavó banderillas.
@solmorillob
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