Por Ángel Oropeza
En el país de la
incertidumbre, una de las muy pocas cosas seguras es que la pavorosa crisis
social que padecemos se va a agudizar. Y, para colmo, tal agravamiento ocurre
sin que la mayoría de la población perciba cuál puede ser una salida creíble y
viable a su tragedia.
Según las mediciones
recientes de opinión pública, los venezolanos entienden que mientras Maduro
permanezca aferrado al poder, los problemas del país no tendrán solución. Él y
su régimen son los obstáculos que nos impiden comenzar a resolver la compleja
emergencia humanitaria que ellos mismos han producido. Eso pareciera estar muy
claro para la mayoría. Donde no hay claridad es en la percepción de cuál es
entonces la solución.
Ciertamente existen
algunas formas que en teoría pueden dar al traste con el régimen de Maduro,
desde supuestas intervenciones militares extranjeras hasta insurrecciones
armadas internas o la fractura de la base militar de apoyo del sistema. Sin
embargo, todas estas son “rutas” que los civiles no controlamos ni en su
génesis, ni en su desarrollo ni en sus consecuencias. Por tanto, aunque en el
mundo de lo hipotético todo es posible, lo inteligente (y ojalá así ocurra) es
no seguir atendiendo a discusiones sobre esas “vías” que en la práctica solo
producen confusión y parálisis. Además, una cosa es un “desenlace” y otra
distinta una “solución”. Y el país ha sufrido ya bastante para solo obtener
desenlaces, que quizás nos alejen de las verdaderas soluciones.
Solo hay una ruta para
salir de la dictadura que verdaderamente está en nuestras manos, y es la
presión cívica sostenida, democrática, creciente, masiva, que en conjunción con
la presión de la comunidad internacional, genere las condiciones donde resulte
inviable para el régimen no negociar la transición.
En este punto, hay que
estar muy claros. Ante la temible y segura exacerbación de la crisis que se nos
viene, la única alternativa seria es la conformación de un gobierno
equilibrado, de transición, democrático, con la participación de todos los
sectores, para detener el desastre e impedir que el país se nos muera. Un
gobierno que atienda con seriedad y conocimiento los problemas de hambre, salud
y pobreza, y que nos permita tener agua, luz, comida, gasolina y paz.
El liderazgo político
democrático ha lanzado la propuesta de un Gobierno de Emergencia Nacional. Esa
iniciativa, cuyo punto de partida es la constitución de un Consejo de Estado
formado por siete miembros, tres del sector opositor democrático y tres
nombrados por el actual régimen (con la condición de no estar incursos en
violaciones de los derechos humanos ni en delitos como corrupción y
narcotráfico), más uno escogido de mutuo acuerdo, es una propuesta seria,
equilibrada, de integración, a diferencia de una declaración de guerra o de una
amenaza estéril de aniquilación total.
Esta propuesta de un
Gobierno de Emergencia Nacional no es solo la única oferta sensata actualmente
sobre la mesa, sino que además goza del apoyo internacional, prevé garantías
para todos los sectores, y es la salida más viable en un ambiente de ya pocas
posibilidades reales. Adicionalmente, hay un aspecto crucial que se debe
considerar: en un escenario altamente probable donde el agravamiento de la
crisis social haga la situación de ingobernabilidad insostenible, esta
propuesta puede funcionar como una especie de “puente de plata” para personajes
de la dictadura que les permita una salida de relativo bajo costo comparativo
con relación a la opción de resistir hasta inmolarse.
El reto de la
dirigencia política y social es tratar de alinear al país con esta propuesta,
darla a conocer en todos los ambientes, colocar al Gobierno de Emergencia
Nacional en el centro de la discusión y “nacionalizarla”, esto es, hacerla de
todos propia y convertirla en demanda nacional. Es una propuesta para salvar
vidas, para impedir que más venezolanos sigan muriendo.
Por supuesto, no se
trata de lanzar la propuesta y esperar ahora ingenuamente que la dictadura la
acoja. Ello nunca va a ocurrir si no va antecedido –de nuevo– por una presión
social sistemática, masiva y continua, desde todos los frentes y cada uno desde
su espacio de influencia, hasta provocar las condiciones y circunstancias que
obliguen a la dictadura a aceptarla como una especie de “mal menor” para ella.
Nadie puede ser tan crédulo como para esperar que el régimen piense en el país.
Para ellos, estar en el poder es un negocio y Venezuela es el botín. Se trata
es de generar el escenario social donde aceptar la propuesta de un Gobierno de
Emergencia Nacional sea para el régimen, pensando en su propio beneficio, su
salida de menor costo.
21-05-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico