Ángel Oropeza 21 de mayo de 2020
@angeloropeza182
En
el país de la incertidumbre, una de las muy pocas cosas seguras es que la
pavorosa crisis social que padecemos se va a agudizar. Y, para colmo, tal
agravamiento ocurre sin que la mayoría de la población perciba cuál puede ser
una salida creíble y viable a su tragedia.
Según
las mediciones recientes de opinión pública, los venezolanos entienden que
mientras Maduro permanezca aferrado al poder, los problemas del país no tendrán
solución. Él y su régimen son los obstáculos que nos impiden comenzar a
resolver la compleja emergencia humanitaria que ellos mismos han producido. Eso
pareciera estar muy claro para la mayoría. Donde no hay claridad es en la
percepción de cuál es entonces la solución.
Ciertamente
existen algunas formas que en teoría pueden dar al traste con el régimen de
Maduro, desde supuestas intervenciones militares extranjeras hasta
insurrecciones armadas internas o la fractura de la base militar de apoyo del
sistema. Sin embargo, todas estas son “rutas” que los civiles no controlamos ni
en su génesis, ni en su desarrollo ni en sus consecuencias. Por tanto, aunque
en el mundo de lo hipotético todo es posible, lo inteligente (y ojalá así
ocurra) es no seguir atendiendo a discusiones sobre esas “vías” que en la
práctica solo producen confusión y parálisis. Además, una cosa es un
“desenlace” y otra distinta una “solución”. Y el país ha sufrido ya bastante
para solo obtener desenlaces, que quizás nos alejen de las verdaderas
soluciones.
Solo
hay una ruta para salir de la dictadura que verdaderamente está en nuestras
manos, y es la presión cívica sostenida, democrática, creciente, masiva, que en
conjunción con la presión de la comunidad internacional, genere las condiciones
donde resulte inviable para el régimen no negociar la transición.
En
este punto, hay que estar muy claros. Ante la temible y segura exacerbación de
la crisis que se nos viene, la única alternativa seria es la conformación de un
gobierno equilibrado, de transición, democrático, con la participación de todos
los sectores, para detener el desastre e impedir que el país se nos muera. Un
gobierno que atienda con seriedad y conocimiento los problemas de hambre, salud
y pobreza, y que nos permita tener agua, luz, comida, gasolina y paz.
El
liderazgo político democrático ha lanzado la propuesta de un Gobierno de
Emergencia Nacional. Esa iniciativa, cuyo punto de partida es la constitución
de un Consejo de Estado formado por siete miembros, tres del sector opositor
democrático y tres nombrados por el actual régimen (con la condición de no
estar incursos en violaciones de los derechos humanos ni en delitos como
corrupción y narcotráfico), más uno escogido de mutuo acuerdo, es una propuesta
seria, equilibrada, de integración, a diferencia de una declaración de guerra o
de una amenaza estéril de aniquilación total.
Esta
propuesta de un Gobierno de Emergencia Nacional no es solo la única oferta
sensata actualmente sobre la mesa, sino que además goza del apoyo
internacional, prevé garantías para todos los sectores, y es la salida más
viable en un ambiente de ya pocas posibilidades reales. Adicionalmente, hay un
aspecto crucial que se debe considerar: en un escenario altamente probable
donde el agravamiento de la crisis social haga la situación de ingobernabilidad
insostenible, esta propuesta puede funcionar como una especie de “puente de
plata” para personajes de la dictadura que les permita una salida de relativo
bajo costo comparativo con relación a la opción de resistir hasta inmolarse.
El
reto de la dirigencia política y social es tratar de alinear al país con esta
propuesta, darla a conocer en todos los ambientes, colocar al Gobierno de
Emergencia Nacional en el centro de la discusión y “nacionalizarla”, esto es,
hacerla de todos propia y convertirla en demanda nacional. Es una propuesta
para salvar vidas, para impedir que más venezolanos sigan muriendo.
Por
supuesto, no se trata de lanzar la propuesta y esperar ahora ingenuamente que
la dictadura la acoja. Ello nunca va a ocurrir si no va antecedido –de nuevo–
por una presión social sistemática, masiva y continua, desde todos los frentes
y cada uno desde su espacio de influencia, hasta provocar las condiciones y
circunstancias que obliguen a la dictadura a aceptarla como una especie de “mal
menor” para ella. Nadie puede ser tan crédulo como para esperar que el régimen
piense en el país. Para ellos, estar en el poder es un negocio y Venezuela es
el botín. Se trata es de generar el escenario social donde aceptar la propuesta
de un Gobierno de Emergencia Nacional sea para el régimen, pensando en su
propio beneficio, su salida de menor costo.
Angel
Oropeza
@angeloropeza182
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