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domingo, 17 de mayo de 2020

Venezuela: del camburismo a la macropolítica por @polis360



Por Piero Trepiccione


Durante los ochenta y noventa era muy común en Venezuela referirse al denominado “camburismo”. Es un término que se utilizaba frecuentemente para describir  a políticos que buscaban el poder solo para “encamburarse”; es decir, hacerse de un cargo o varios cargos (en este caso se poliencamburaba) para aprovecharlos económicamente hablando y no para solucionar los problemas de la gente. Algo así como el “quítate tú pa’ ponerme yo” que indicaba que no había un real interés por asumir la política como un noble servicio público, sino como una catapulta para el beneficio personal. 

Hoy en día el término está en desuso. Se ha cambiado por otras denominaciones como por ejemplo “enchufao”. Pero el sentido descriptivo y analítico-popular sigue siendo el mismo y más aún, tiene una vigencia plena. 

El “camburismo” o el “enchufismo”, según se le conozca, tiene que ver con acciones de micropolítica. Es decir, con los conflictos para llegar a conquistar el poder. Con las luchas intestinas que se dan con mucha frecuencia entre los factores de poder para alcanzar o mantener posiciones clave en la toma de decisiones de carácter económico y financiero en las instituciones públicas. El típico “reparto de la renta” entre grupos medianamente organizados que piensan casi exclusivamente en sus intereses particulares, disfrazándolos con argumentaciones ideológicas y políticas de defensa de los anhelos generales de la nación. Esta conducta ha sido nefasta para el Estado venezolano que, en muchas ocasiones, ha sufrido enormes desbarajustes fiscales, dejados por la corrupción generalizada, asociada a la práctica del camburismo. 

En resumidas cuentas, la práctica nefasta del camburismo es la búsqueda del poder por el poder mismo; más allá de cualquier consideración ética o de servicio a la comunidad desde el ejercicio de la política. Lo más grave es que ha sido una forma de ejercer la política con cierto aval social. Sí, parece una contradicción, pero es una realidad. Nuestra sociedad califica de “avispados” a aquellas personas que se enriquecen con el tesoro público. Inclusive, los eleva de estatus y hasta les procura cierta admiración si esos recursos son compartidos en algo con los cercanos.


Cómo acabar con el lastre del camburismo

Hoy en día, en medio de la pandemia y el descalabro de nuestra economía, estamos sintiendo la dura realidad de un Estado mal administrado. Peor aún, somos testigos de una lucha política que tiene que ver más con alcanzar o preservar el poder y no precisamente, con el interés superior de jugar a la macropolítica para favorecer la recuperación de todo el país.

Como sociedad debemos aprender a valorar el ejercicio de la política en sentido colectivo y no personalizado. Si Pedro Pérez es mi amigo del alma, pero lo está haciendo mal, debo señalarlo. Porque nada hacemos con beneficiar a nuestros círculos íntimos, y a nuestro alrededor, vemos una fábrica  de miseria.

Es hora de superar el “camburismo” y el “enchufismo”. Para ello requerimos una sociedad con mucha formación política y cultura ciudadana demandando activamente comportamientos más éticos en los asuntos públicos. En Venezuela necesitamos dar ese paso rápidamente para construir una gobernabilidad fundamentada en parámetros democráticos y corresponsables por al menos tres o cuatro décadas continuas, que nos lleve a estadios de desarrollo colectivo superando las duras y rudas condiciones por las que estamos atravesando actualmente.

17-05-20




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