Fernando Luis Egaña 23 de mayo de 2020
Rendirse
es someterse. Dejar de resistir. Entregarse. Mucha gente se ha rendido en estos
tiempos de mengua. No pocos forzados por la necesidad de la supervivencia
diaria. Si no me rindo no como podría ser el concepto. Otros se han rendido sin
ningún problema, porque la onerosa complicidad con el poder, disimulada y todo,
es la verdadera causa de la rendición. Y no faltan quienes se han rendido sin
darse cuenta, porque seguir el juego de la hegemonía roja, incluso de buena fe,
es una manera candorosa de rendirse.
La
catástrofe humanitaria que asola a Venezuela desde hace años, ahora agravada
por la pandemia de coronavirus y sus secuelas, es una realidad trágica que
debilita a los mandoneros que controlan el poder. Sin embargo, al éstos no
tener de frente una alternativa política creíble, el referido debilitamiento se
compensa, y con todas sus hábiles maromas y crasas mentiras, logran continuar
donde están. La rendición encubierta de voceros llamados a enfrentar la
hegemonía, tiene mucho que ver con todo ello.
En
verdad, los primeros que han entregado al país y todos sus recursos, al mando
de gobiernos e instancias foráneas son esos mandoneros. Se decía que la llamada
Venezuela bolivariana era una colonia del castrismo cubano. Pero es que también
es un refugio para las más diversas expresiones de la criminalidad organizada,
desde el narcotráfico caribeño hasta el terrorismo fundamentalista. Una
rendición deliberada, lo que jurídica y políticamente se denomina traición a la
patria.
Se
comprende que para la abrumadora mayoría de los venezolanos la catástrofe
humanitaria no deja tiempo sino para tratar de encontrar comida, en medio de la
escasez o falta de agua, de luz, de gasolina, de transporte, de medicamentos,
de comunicaciones, y ahora de televisión. Un caos avasallante en el que el
Estado formal ha sido desmontado y en su lugar campean colectivos armados de variada
índole, sin faltar los que se visten de uniforme oficial.
El
de Venezuela no es sólo un «Estado fallido o frágil», como señalaría la
nomenclatura respectiva. Es un Estado en colapsamiento, cuyos «poderes» han
venido siendo asumidos o usurpados por un tinglado de logias y carteles, que se
sostienen por el despotismo, la depredación y también el enchufe, vale decir,
la rendición corrupta. ¿Exagera quien compare a Venezuela con Somalia? No
necesariamente, si se toman en cuenta los niveles de desarrollo nacional que
han sido abajados hasta el subsuelo.
La
pregunta más importante no es cómo salir de esta tragedia. La más importante es
por qué salir de esta tragedia. La respuesta a ésta puede conducir a una
respuesta eficaz a aquélla. Sobre todo por la amplitud de la Constitución
formalmente vigente en materia de defensa de los principios democráticos. Eso
sí, la rendición es fatal ya que colabora con el continuismo. En especial la
rendición de los que deben luchar por el cambio. Por eso, al igual que millones
más, no me rindo: ¿y tú?
Fernando
Luis Egaña
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