Julio César Arreaza B. 17 de mayo de 2020
@JulioCArreaza
El
coronavirus llegó inesperadamente al mundo y a Venezuela particularmente en el
momento más difícil de su historia republicana, inmersa en una crisis
humanitaria-sanitaria compleja causada por la usurpación; la cual carece de
todo punto de sustentación salvo las bayonetas en manos de un alto mando
degenerado en guardia pretoriana del dictador.
El
estado de alarma ha servido al régimen forajido para un control soñado de la
población, le ha permitido avanzar en el autoritarismo y la restricción de las
libertades. Se ha desatado la “furia bolivariana” contra cualquier asomo de
protesta social; se ha traducido en mayores niveles de censura y la imposición
del silencio frente a la narrativa oficial contraria a la verdad y la vida
misma.
Según el director del Programa Mundial de Alimentos se
cierne sobre el país una hambruna de proporciones bíblicas, ya se sabe de gente
muriendo de hambre y no hablemos del crimen constituido por el patético cuadro
de la desnutrición infantil; estamos rozando una caída de 70% en el consumo de
alimentos, esto es una monstruosidad.
El nivel de daño infligido a la economía es letal,
Venezuela ha perdido dos terceras partes de su producto interno bruto, más de
70% del PIB. Se estima una caída para este año de 25 puntos. Todos los sectores
de la actividad económica desde la producción más elemental de bienes y
servicios hasta la extracción de petróleo, están sufriendo problemas en
términos de su capacidad para producir.
Evidenciamos una destrucción paulatina del bolívar
como institución social, no es medio de cambio, no es patrón contable y no es
reservorio de valor; porque ciertamente el precio de la moneda dólar lo ha
demolido estructuralmente en su forma de bolívar fuerte y en su condición de
bolívar soberano. El bolívar queda anclado a una moneda inexistente que es el
petro y pierde todas sus cualidades monetarias.
En el momento que ocurre la reconversión monetaria, toda
la administracion publica queda sumida en la más absoluta de las miserias.
Los profesores universitarios en su mayor rango
académico que es profesor titular, y en la mayor de las dedicaciones que es la
exclusiva, ganan menos de 4 $ y con el ajuste salarial llegan por escala a 8 $.
Es absolutamente miserable lo que percibe un profesor universitario en
Venezuela; frente a los controles de precios no pueden con el salario devengado
comprar un kilo de leche en polvo, porque supera la remuneración salarial.
En Venezuela se ha llegado a la precarización del
salario; en términos de las relaciones laborales se llama desalarizacion del
salario que entraña la destrucción del trabajo como institución social.
Resulta innecesario acudir al trabajo en un país donde
los gastos por el simple hecho de acudir a trabajar superan las remuneraciones
percibidas, constituyendo un acto absolutamente antieconómico.
Frente a este cuadro el equipo de Maduro sigue
inyectando, ni siquiera imprime, masa monetaria desordenada para poder
financiar su batería de bonos que en valor per cápita no supera los 2 $, pero
que su efecto consolidado tiene características demoledoras no solamente sobre
la estructura inflacionaria de la república sino sobre la realidad del tipo de
cambio. Continúa existiendo una presión en la pulverización del tipo de cambio.
En el mes de abril tuvimos una inflación de 80%, lo
cual llevaría a 4.200% la inflación anualizada. Dentro de ese esquema solamente
es la miseria la que medra en los diferentes sectores, particularmente en el de
la tercera edad, los pensionados y jubilados, un sector muy vulnerable, porque
no está siquiera bancarizado de forma eficiente, y la mayoría no posee tarjetas
de débito ni mecanismos electrónicos de pagos, que permitan un proceso de
transacciones para esa capa de la población de manera más fluida.
Sólo un cambio radical de rumbo político, previo el
cese de la usurpación, permitirá actuar en pro de los ciudadanos; los asuntos
venezolanos lo resolveríamos entre nosotros por la vía electoral, manifestación
directa de la soberanía popular, pero ha sido confiscada.
La lógica del régimen es la violencia a contrapelo de
la lógica del poder en democracia. Frente a esto qué hacer: organizarnos contra
la ignominia como un solo hombre y seguir demandando la ayuda internacional
para restablecer el orden constitucional roto.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados,
ni exiliados!
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