Juan Guerrero 29 de mayo de 2020
@camilodeasis
El inicio del largo e interminable período de
cuarentena en Venezuela marcó el nacimiento del Estado Socialista venezolano,
nombrado acá Estado Comunal. Pocos se han dado cuenta de ello, unos por estar
distraídos por el corte abrupto de su señal televisiva por cable, la gran
mayoría por sobrevivir buscando alimentos, medicinas y sus servicios básicos,
como agua potable o gas doméstico.
Esto que indicamos forma parte del Plan de la Patria
que viene ejecutándose de manera planificada y constante. No se ha detenido
desde los tiempos cuando el desaparecido ex presidente Chávez lo inició, desde
el momento que declaró a la anterior constitución como “moribunda”. Esto es lo
singularmente importante, porque mientras se le criticaba constantemente por
ser un improvisado en la política y desclasado, la inmensa mayoría de políticos
venezolanos y muchos otros, desde otras partes del mundo, desconocían que este
personaje pertenecía a una cofradía roja y daba inicio a un plan que tardó poco
más de 40 años en hacerse del poder en un país que hacía ya varios años estaba
resentido en su base de liderazgo socio-político, e incluso económico.
Desde hace tiempo existen estudios que dan fe de esto
que indicamos. Nos interesa el ahora, este presente que devora a la sociedad y
se traduce en decenas de muertos cada día. Porque no estoy indicando nada
nuevo, sólo que ahora “los muertos se terminan de morir” lanzándose desde los
balcones de sus apartamentos o desde la azotea de edificios públicos o en los
viaductos. Es así de terrible el presente en Venezuela y de ello se nutre cada
día la información de las noticias que dibujan el rostro del venezolano que
vive la cotidianidad, mientras busca los alimentos básicos: harina de maíz
precocida, sal, agua potable, quizás una o dos cucharadas de azúcar, una
donación de un vecino que divide su kilo de granos o queso y le ofrece un
pedazo.
No nos caigamos a mentiras ni discusiones estériles
que sólo sirven para drenar el espanto de vivir en este espacio geográfico
llamado Venezuela. Ya el control social se está terminando de ejecutar: de poco
más de 32 millones de venezolanos que era la población que existía para inicios
del 2000, poco más de 5 millones y medio forman eso que se conoce como la
“diáspora”, verdaderas almas desamparadas que deambulan por otras tierras. De
esos 32 millones quedan dentro de este espacio cerca de 27, de los cuales 9,6
millones han sido declarados por las agencias de socorro y especialistas, como
de riesgo inminente a pasar hambre atroz. Están física y emocionalmente
anulados.
Habría entonces que restar a los 27 millones de
activos venezolanos esa dolorosa cifra, quedando poco más de 17 millones de
nacionales en capacidad para afrontar con ánimo y decisión el poderío bélico
que representa un espacio invadido por fuerzas militares de otros países,
paramilitares y de organizaciones terroristas y del narcotráfico. De esos 17
millones de pobladores, cerca de 6 resultan como habitantes incómodos para ser
controlados por este régimen totalitario de izquierda radical.
Decimos
esto porque en centros de control social de amplia experiencia, como el
castrismo en Cuba, una isla centro penitenciario modelo para una sociedad de
servidumbre, es manejable la cifra que desde hace años tienen, entre 10-11
millones de personas. Creo que en los próximos meses veremos en nuestras vidas
la acentuación de los controles sociales (regularización), como el libre
tránsito (exigencia del salvoconducto), o para la compra de artículos de
primera necesidad o el acceso libre al agua potable, el surtido de combustible,
como gasolina o gasoil. Incluso los servicios de telefonía, televisión
satelital/cable, e Internet, no serán eliminados pero su servicio será
restringido y autorizado a determinadas personas.
Estamos por estas semanas y meses asistiendo a los
últimos vestigios de eso que se llamó sociedad democrática. Los partidos
políticos realmente opositores van a ser eliminados o sustituidos por otros que
aparezcan como de corte neutral o de conveniencia para el Estado Comunal. Como
pretexto de una ridícula invasión que se planificó en Miami se está acelerando,
previo una “reflexión de sentencia jurídica”, la declaración para criminalizar,
no uno, sino todos y cada uno de los partidos y agrupaciones partidistas que se
opongan a este Estado.
Mientras esto ocurre los partidos políticos de
oposición viven un proceso de “entretenimiento” en su lucha interna
“generacional” que les impide nuclearse y presentar un frente único contra la
hegemonía oficialista y lo que es más grave, la lucha para expulsar a las
fuerzas militares y paramilitares de ocupación. Muchos políticos de oposición,
hoy, se dedican a ofrecer un resumen noticioso de banalidades de lo que ya
todos sabemos.
Uno de los escollos más graves que existe en el
liderazgo opositor es revelar las verdades de la tragedia a la población
venezolana. Hablarle con la verdad por muy dolorosa que sea resulta en estos
momentos como palabra sanadora y solidaria, aunque parezca descabellado. Ya no
es posible seguir ocultando que tenemos una fuerza militar conjunta de
ocupación que tiene, junto con el generalato militar nacional, policial y de
fuerzas insurgentes paramilitares y del crimen organizado y terrorismo
internacional, organizado y sectorizado en absolutamente toda la geografía
nacional, para el control total y absoluto de la población. Solicitar de manera
clara, formal y urgente, la ayuda militar internacional para expulsar las
fuerzas de ocupación, y enfrentar la tragedia de la hambruna y el riesgo
sanitario inminente de la pandemia del coronavirus.
El tiempo presente es resistir desde el resguardo en
el propio hogar, centro de trabajo y de trasmisión, persona a persona, de
información de lo que ocurre a diario. No exponerse innecesariamente ni estar
inventando protestas sin un objetivo claro.
La clase media que podía orientar al resto de la
población en su lucha por una vida mejor y en libertad, hace tiempo fue
desarticulada y en la actualidad sólo actúa desde su refugio en las redes
sociales y por la poca actividad de los partidos políticos que se oponen
realmente al régimen. Su presencia en el resto de sus espacios tradicionales de
expresión, no existe o es nulo: asociaciones, universidades, gremios,
federaciones, colegios profesionales.
Esta es la realidad de un Estado socialista que se
instauró en Venezuela y que seguirá expandiéndose como una pandemia por el
resto de Latinoamérica y Europa. Pandemizar el mundo a través del control
social, generando miedo, temor y terror por el riesgo de padecer por
contaminación se extiende a otros contextos y realidades: por escasez de
alimentos, medicinas, agua, gas, gasolina, electricidad, seguridad. Es la
excusa perfecta para dar inicio a semejante enfermedad: el social-comunismo de
nuevo cuño, el Estado Comunal.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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