Américo Martín 06 de septiembre de 2021
El
oficio de las comparaciones históricas contribuye a descubrir la verdad y es
una vía directa para las necesarias rectificaciones. Héctor
Pérez Marcano, Caracciolo Betancourt y yo hemos estado revisando nuestra
propia historia con el objeto de evitar la repetición de errores imperdonables.
Analizamos un océano de casos que el desacierto arruinó. Entre los tiempos
corridos de Pérez Jiménez hasta Hugo Chávez y Nicolás Maduro, todo fue
conversado con objetividad y sin odio y fue ese doble rasgo lo que nos permitió
observar mejor la fuente de los errores cometidos por las partes enfrentadas.
Durante
el perezjimenismo, la represión era feroz y la resistencia, heroica. En los más
de 20 años de predominio chavomadurista esa pauta represiva pareció repetirse,
aunque con altibajos en gran parte desaprovechados. Se cometieron errores
absurdos que se repiten hasta el cansancio, y no digo que su recurrencia es
para reír por respeto a nuestra nación, hundida como está en las tinieblas de
una tragedia griega.
Hoy
sufrimos diariamente el rigor y consecuencias de esos disparates, pero venimos
de la prosperidad. El ingreso per cápita de los tres o cuatro países que
observaron un crecimiento sostenible por décadas, fueron Venezuela, Cuba
Argentina y Uruguay. Se atribuía al altísimo volumen de exportación de petróleo
el crecimiento de Venezuela y la broncínea estabilidad de su moneda, y el de
Cuba a la enorme fuerza del turismo. Pocos países podían exhibir tantos
atractivos para los viajeros del mundo. En cambio, Argentina y Uruguay
mantenían un incremento más clásico, un cierto «desarrollo» más que
«crecimiento». Esas fueron la realidad y las realidades.
Por
eso gozamos de una era dorada de nuestra democracia a la que los dogmas,
errores y agresiones interpersonales están terminando de destruir, sin admitir
que lo determinante es la ceguera de los líderes, que no quieren aceptar su
responsabilidad en el fomento de la tragedia, endosándola a los que no piensan
como ellos.
La
declaración oficial de la oposición anunciando su participación en las
elecciones del 21 de noviembre, y con los que quieran incorporarse a esa nueva
política, brinda una notable oportunidad de retomar la iniciativa con un
realismo impresionante. Si acaso, les anotaría el error de no proporcionarle a
su declaración un tono más emotivo, que se corresponda con la importancia del
paso que se ha dado. El contenido, sin embargo, es bueno y completo. Pienso que
debería brindársele un respaldo expreso, sin necesidad de devolver ataques
injustos o de atribuirles intenciones malévolas.
Porque
lo primero es que los amigos del cambio democrático se unan y, si aún no puedan
hacerlo, respeten sus diferencias en lugar de insistir obsesivamente en la comisión
de errores que no hay manera de pasar por aciertos.
Al
pasearse por el agitado gallinero de errores y aciertos, Pérez Marcano alude a
uno de los más celebres al tiempo que dañinos. La abstención, que por cierto
trata de pasar como una novedad añadiéndole un calificativo que nada nuevo
trae. Ni más ni menos que la ocurrencia del presidente Chávez, quien al
postular el socialismo siglo XXI insinuó que siendo de este siglo, su
socialismo era una propuesta nueva, pues nadie podría acusarlo de repetir los
fallidos sistemas de los siglos XIX y XX
¡Y lo
más gracioso es que es verdad! Aparte de que sería una genial forma de mentir
diciendo la verdad. A sabiendas de que el disparate de serlo si se le añade un
adjetivo apropiado, desaparecerán virtualmente los errores y mentiras del
rostro del planeta.
Ya lo
saben pues, ¡falaces de todos los países uníos!
Bueno,
Caracciolo Betancourt y Pérez Marcano han decidido responder y para que me una
a ellos se comunicaron conmigo. Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo.
Resulta
que Caracciolo critica esa manera de presentar la abstención bajo la fórmula
inútilmente útil que es, y que a Pérez Marcano le recuerda la que nosotros
llamamos «abstención militante». «Útil» o «militante», viene a ser lo mismo, en
medio de un esfuerzo inútil por atribuirle al error la apariencia del acierto.
Decidimos
respaldar el llamado a la participación electoral en noviembre, que los
firmantes fortalecen anunciando candidaturas unidas con la tarjeta de la MUD.
Hemos
criticado enérgicamente la práctica de infamar a quienes no piensen como uno,
para al final incurrir en lo mismo que se rechaza. Es peligroso darle aire a
probadas equivocaciones sobre todo si las hemos experimentado en el pasado.
Insistir
en la abstención no tiene el menor sentido práctico y solo da para suponer que
no alcanzará a tener más éxito del que, en mejores condiciones, no logramos
antes. Pero ninguno de nosotros, como tampoco los firmantes del documento,
hemos caído en la torpe injusticia de infamar a quienes postulen la
participación. Puesto que se trata de fijar posición en un tema crucial,
decimos, sí, estamos de acuerdo y con el debido y merecido respeto hacia
quienes discrepen de nosotros.
Américo
Martín
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