Por Jesús Elorza
Todo era abrazos, besos,
brindis a la media noche del último día del 2021 para darle la bienvenida al
nuevo año. Recuerdos y lágrimas brotaban en aquellos que recordaban a sus seres
queridos que hoy no los acompañaban. Otros por medio de las redes sociales
establecían contactos con sus familiares que habían emigrado y hoy forman parte
de la diáspora de más de 6 millones de venezolanos que han tenido que marcharse
forzosamente del país. Padres, que en cada una de las doce campanadas sentían
estremecer sus cuerpos por la soledad del hogar al no tener la presencia de sus
hijos.
Sin embargo, en todas
las personas se hacía presente la esperanza de un mundo mejor. La esperanza, de
ver salir al país de la profunda crisis que hoy vivimos. En el pensamiento de
todos nosotros permanecen, con toda su fuerza, los problemas políticos,
sociales y económicos que en el año que se va nos han transformado
negativamente nuestro acontecer cotidiano. Problemas estos, que no solo se
circunscriben al 2021, sino que se acumularon y profundizaron en los últimos 23
años y que hoy constituyen una pesada carga para el Año Nuevo.
El año que se va, al
igual que las dos últimas décadas, por responsabilidad del régimen, estuvo lleno
de más y peor inflación y alcanzamos ser el país de la más alta de nuestra
historia y del mundo, tuvimos que soportar con inmenso dolor y lamento más
hambre de nuestro pueblo, la pobreza creció dramáticamente y se ubicó, por
encima del 85% de la población, siendo la extrema el 65% (personas que no
tienen que comer y cuando lo hacen es una vez al día), la inseguridad personal
y de bienes creció abismalmente y la delincuencia, uniformada o no, se hizo
dueña a toda hora de las calles.
Los hospitales públicos, fundamentalmente dedicados a
atender la salud de los menos pudientes, están destartalados sin los más
elementales equipos médicos y sin medicinas, no están en condiciones de atender
las urgencias de la población condenando a muerte a los pacientes que requieran
de atención.
Los centros de educación sufriendo su mayor calamidad y deterioro con alteraciones inadecuadas de los programas de estudios y profesores y maestros pésimamente remunerados con salarios de hambre. Las universidades públicas al borde de cerrar sus puertas porque el régimen les niega el presupuesto adecuado parar atender su responsabilidad académica y de investigación. Destrozaron a Pdvsa que producía 3.500.000 de barriles de petróleo diariamente en 1998 y ahora está por debajo de 600.000. Acabaron con las fértiles tierras (las invadieron o expropiaron) que contribuían mediante la cría y agricultura a satisfacer la demanda interna.
La Encuesta Nacional de
Condiciones de Vida, presentada por la UCAB, revela, de una desgarradora
manera, que en el último año 500 mil niños y jóvenes quedaron fuera del
sistema escolar, el empleo se redujo en 1,3 millones de puestos de trabajo y la
pobreza extrema creció más de 8%. También aumentó la dependencia de la
población de bonos y remesas. El desempleo abierto y el
desalentado (es decir, el asociado a que no vale la pena trabajar por la escasa
remuneración) alcanzan al 20% de la población, a lo que habría que añadirle 11%
de subempleo visible (personas que trabajan menos de 15 horas). En Venezuela no
hay donde trabajar y, además, el empleo vulnerable afecta a 57% de los
ocupados”.
Casi seis millones de
venezolanos se han ido del país, la gran parte, en edades activas. También se
está reduciendo el número de nacimientos, porque las potenciales madres también
se han ido del país. Más allá de la migración, somos menos debido al aumento de
los riesgos de muerte. Nuestros niveles de mortalidad infantil se asemejan a
los que teníamos 30 años atrás (25,7 por mil) y, además, la esperanza de vida
ha caído en 6,4 años. Los pronósticos previos a la crisis daban una esperanza
de vida de más de 83 años para el 2050. Ahora se calcula en 76,6. Esto quiere
decir que las generaciones que están naciendo en este periodo de crisis, van a
vivir casi 3 años menos que las generaciones pre crisis, esto es muy grave.
Las respuestas del
régimen, a esta crisis estructural han sido las mismas que dan los regímenes
autoritarios y autocráticos: congelación de los contratos colectivos, creación
de sindicatos paralelos, violación de la autonomía en el caso de las
universidades, salarios de hambre, bonificación salarial, eliminación de los
seguros HCM, la dolarización de la economía, salarios y pensiones en bolívares
devaluados y la criminalización de las protestas.
Estos viejos problemas
marcan al nuevo año. Sin embargo, al momento de comernos las “Doce uvas” o
pensar en nuestros deseos para el nuevo año al escuchar las doce campanadas, se
hizo presente una esperanza común para todos “Por encima de las dificultades,
la unión de los venezolanos hará posible recorrer el camino de Democracia y
Libertad hacia la superación de este régimen totalitario”.
2022 La
lucha continúa.
Jesús
Elorza es Licenciado en Educación, profesor en la UPEL
05-01-22
https://talcualdigital.com/ano-nuevo-problemas-viejos-por-jesus-elorza/
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