Por Piero Trepiccione
El bitcoin es un medio
de intercambio virtual nacido en 2009, con un supuesto origen japonés que no
está del todo claro. Funciona como moneda pero sin la regulación de un Estado
en particular y menos, un banco central o autoridad monetaria única. Ha servido
para adquirir productos como cualquier otra moneda y el número de operaciones
asociadas a él ha venido creciendo sustancialmente en todo el planeta. Su
particularidad radica en lo descentralizado de sus operaciones y el
involucramiento de muchísimas personas y organizaciones alrededor del mundo,
para concebir su valor y darle vida activa. Esto la hace aparentemente muy
democrática, pero también corre el riesgo de evitar los controles necesarios
para impedir operaciones de lavado de dinero, provenientes de fuentes ilegales.
El bitcoin ha
venido ganando un alto valor en su cotización, con respecto a las grandes
monedas tradicionales que sirven de divisas para alimentar el comercio
internacional. Con este detalle para nada menor, se le comienza a asociar con
fines geopolíticos globales en lo que se refiere a la redistribución
del poder entre las grandes potencias. Y es que hasta ahora, el dólar ha sido
el gran referente para la economía mundial y la gran mayoría de transacciones
intercontinentales se hacen con esta moneda. Esto le da un protagonismo estelar
a la primera economía del mundo como lo es EEUU, para afianzar su estatus de
superpotencia y aglutinar la mayor influencia posible en el campo de las
decisiones políticas. No obstante, pensar que el trasfondo central del bitcoin
es atacar esta hegemonía, no es para nada descabellado. Sobre todo, en medio de
una dinámica global que apunta a una transformación del
sistema-mundo, en lo que se refiere a áreas de influencia y ejes geopolíticos y
geoestratégicos.
Y aunque su origen
sigue siendo un misterio, el nuevo eje Beijing-Moscú con todo su aparataje
comunicacional esparcido por el mundo ha venido alimentando la importancia del
bitcoin y la potenciación de granjas de minería que lo operan. La gran mayoría
de ellas están en China y Rusia, y han incorporado operaciones también en EE
UU, así como en muchos otros países, pero en mucha menor proporción. Por lo
tanto, por acá pueden ir las pistas sobre cuáles serían los verdaderos
objetivos del bitcoin a mediano y largo plazo; tomando en cuenta que
el rublo siempre ha sido una moneda débil y con poca transparencia de
cara a las operaciones globales, mientras que el yuan, es mantenida por el
gobierno chino por debajo de su valor, en función de potenciar siempre la
capacidad de exportación de sus productos manufacturados y ganar espacio
económico global, como lo ha venido haciendo en los últimos treinta años.
Dice Nouriel Roubini,
economista norteamericano, “Para mí, las cuestiones geopolíticas son cada vez
más importantes, porque ¿cómo se puede entender la economía si usted no
entiende la geopolítica? La gente piensa que los economistas sólo tratan con
hojas de cálculo y gráficos. Eso es una caricatura de mente estrecha”. Y
definitivamente, el mundo está en presencia de una especie de transición,
donde se busca una redistribución del peso de las potencias en todo el mundo,
con un protagonismo de la economía en el peso de las influencias globales, pero
tras bastidores, la política es la que sigue alimentando el poderío nacional.
Eso lo han entendido los chinos y han venido actuando en consecuencia. En tal
sentido, el bitcoin es un instrumento de intercambio, pero también busca
cristalizar la posibilidad de trastocar las hegemonías actuales, en favor de
nuevas hegemonías. Al final, hay que tener cuidado con la ley del “embudo”, que
termina beneficiando a unos pocos en contra de las grandes mayorías. Esto lo
indico, ante las múltiples experiencias previas de carácter piramidal
que han sacudido la economía mundial, afectando a millones de hogares con
consecuencias terribles. ¿Podrá seguir siendo el bitcoin un secreto
geopolítico?
02-01-22
https://efectococuyo.com/opinion/bitcoin-y-geopolitica-global/
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