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miércoles, 5 de enero de 2022

Los alacranes por @aaalzuru

Por Alexis Alzuru

En Venezuela el juego no está trancado, pues los hechos indican que hay una transición en desarrollo. Esa transición es dirigida por Maduro y, como era previsible, avanza hacia un neoautoritarismo panóptico. Un modelo que descansará sobre una red de militares y organizaciones paramilitares, comunas y la ilusión de riqueza.

Seguramente en el nuevo orden habrá élites privilegiadas que acumularán más dinero del que tienen; se continuará maquillando la economía y se producirán modestas mejoras en las condiciones de vida de la gente. Pero los cambios terminarán allí, porque el país es rediseñado para que las libertades civiles y políticas naufrague definitivamente. En esa sociedad, el venezolano no tendrá autonomía; al contrario, cada día será más vigilado, amenazado y degradado.

La evolución del modelo madurista exige colocar de lado los debates «moralinos» como diría el Sr. Nietzsche. Un vocablo con el que alertaba sobre la necesidad de desterrar los prejuicios al momento de redefinir límites y normas sociales.

En el caso de la oposición, esa advertencia significa que la discusión sobre su renovación debería deslindarse de la disputa con la cual se ha pretendido distinguir entre supuestos dirigentes «virtuosos» de aquellos que, por corruptos y cómplices del madurismo, fueron apodados «alacranes».

Después de todo, esa discusión que separa el político «virtuoso» del «mafioso» no debería darse en épocas de lucha contra las dictaduras; entre otras cosas, porque el debate es intervenido por quienes administran el poder y, en consecuencia, su publicidad termina produciendo más daño que beneficios en las filas de aquellos que fomentan el cambio.

Además, son las barreras y filtros de la democracia, sus principios, sus valores, criterios, normas, modos, procedimientos e instituciones, los que impiden que quienes promueven esas controversias lo hagan solo para ocultar su fanatismo, sus perversiones y delitos.

Un buen ejemplo es Venezuela. En esta sociedad la polémica sobre los «alacranes» ha resultado la tapadera que muchos han utilizado para esconder desde sus compromisos con el crimen organizado hasta visiones completamente antidemocráticas. De hecho, en la historia de la oposición hay suficientes datos y sucesos documentados que confirman que tanto los que se autodefinen «virtuosos» como los «alacranes» han echado mano de la mentira, el fraude, el engaño, el espionaje, la traición, el chantaje, la extorsión y el soborno. Incluso, muchos han pactado con los enemigos de quienes consideran sus enemigos. De allí que cada día aparezcan nuevas evidencias que sugieren que entre los «virtuosos» sobran quienes tienen o han mantenido, directa o indirectamente, vínculos con algunos de los capos más inescrupulosos del chavismo y el madurismo.

Pero los pecados de los «virtuosos» no se reducen al uso de todas aquellas prácticas que se incluyen en el concepto de «desinformación», y tampoco se reducen a sus alianzas con los jefes oficialistas, sino que abarcan otros delitos como autorizar la continuidad del saqueo de Monómeros y Citgo, o asociarse con criminales y paramilitares colombianos bajo la excusa de que esa alianza era necesaria para terminar con la dictadura madurista.

La historia cercana y no tan cercana de los grupos de la oposición ratifica que los que se autodefinen como «virtuosos» comparten con sus enemigos, los «alacranes», ese gusto por cruzar la línea que separa lo permitido de lo prohibido cada vez que les conviene o se les antoja.

Por cierto, esa disposición también la tienen los «virtuosos» más radicales. Basta pensar que ese grupo decidió abrazarse con la ultraderecha internacional más regresiva de Occidente. Esa que en pleno siglo XXI alza su voz y sus garras, no solo para desparramar por el mundo su odio hacia los emigrantes, pobres, mujeres y colectivos LGBTIQ+, sino, además, para defender la supremacía de las élites sobre los pueblos.

Sin embargo, en Venezuela tratar de distinguir entre políticos «virtuosos» y «alacranes» ha sido algo más que pura hipocresía. También ha sido un recurso activado para desviar la atención de la opinión pública de asuntos que son políticamente cruciales. Por ejemplo, esa maniobra discursiva evaporó el debate sobre el gobierno de Guaidó.

Su ratificación se produjo sin la evaluación más elemental. De hecho, si antes de tomar esa decisión se hubiesen revisado los tres años de su interinato, la población se hubiese enterado de que su saldo ha favorecido los intereses y objetivos de la élite oficialista con exclusividad. Por supuesto, como no hay filtros democráticos, cualquiera pudiera entonces concluir que la mano invisible de Maduro es lo que explica la ratificación sordomuda de Guaidó.

Alexis Alzuru es Doctor en Ciencias Políticas. Magíster y Licenciado en Filosofía. Profesor jubilado de UCV.

04-01-22

https://talcualdigital.com/los-alacranes-por-alexis-alzuru/

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