Félix Arellano 22 de febrero de 2022
La
dinámica política de la región está experimentando un proceso de fragmentación
polarizada, pero la polarización, producto de la creciente participación de
grupos populistas y radicales, está alcanzando mayores niveles de complejidad;
inicialmente se presenta bajo el tradicional esquema del enfrentamiento entre
derecha e izquierda, pero avanza a expresiones novedosas y más destructivas,
pues está en juego el funcionamiento y existencia de la democracia y de los
valores liberales que constituyen su fundamento.
Podríamos quedar cortos de perspectiva, si limitamos la observación de la polarización exclusivamente al enfrentamiento entre derecha e izquierda, que está planteado en la mayoría de los casos, pues en la medida que los sectores populistas y radicales, gracias a las bondades de la democracia, logran el poder, para ufanarse de su legitimidad de origen, van orientando sus estrategias al desmantelamiento de las instituciones democráticas, en particular, las libertades y los derechos humanos.
En
este nuevo nivel de complejidad, la polarización se presenta entre los
defensores de la democracia competitiva y los promotores del autoritarismo, que
va asumiendo diversas tonalidades, definidas como: autoritarismo competitivo,
autoritarismo hegemónico o democracia iliberal.
Los
radicalismos, no obstante sus diversas expresiones, presentan importantes
coincidencias, entre otras, aprovechan las oportunidades que ofrecen las
democracias; luego, desarrollan narrativas manipuladoras, con muchos elementos
comunes: como el nacionalismo, la supremacía de la soberanía nacional sobre el
orden internacional, la xenofobia, la exclusión y discriminación de los que
piensan diferente.
Otra
importante coincidencia tiene que ver con en el manejo de los instrumentos de
penetración y control social, ya que las diferentes versiones del autoritarismo
privilegian el uso de las nuevas tecnologías de las comunicaciones y, en
particular, de las redes sociales, para llegar a la población y estimular
confusión, malestar e inestabilidad en el sistema. Adicionalmente los
populismos y radicalismos, de cualquier color, coinciden en el rechazo a
controles, límites y sanciones; todos ellos elementos funcionales fundamentales
para la democracia.
En el
uso de la manipulación tecnológica a gran escala, cuenta con un respaldo activo
de los actores de la geopolítica del autoritarismo, en particular de Rusia,
China, Irán y Corea del Norte. Los laboratorios de comunicaciones de los
grandes centros de poder del autoritarismo trabajan sin descanso en el
desarrollo de la llamada guerra hibrida, caracterizada, entre otros, por la
generación de falsas noticias, desinformación e inestabilidad para erosionar
las instituciones liberales, aprovechando sus bondades.
Pero
también mantienen los clásicos esquemas de apoyo a los grupos que generan
inestabilidad, violencia social cercana al vandalismo; que luego, en sus falsos
discursos, presentan como la legitima protesta social. Promover confusión para
generar descontento e inestabilidad. Ahora bien, las prácticas de manipulación
del descontento social, encuentran en nuestra región condiciones favorables,
por los graves problemas estructurales que arrastran la mayoría de nuestros
países, que se han exacerbado con los perversos efectos sociales de la pandemia
del covid-19.
Los
populistas y radicales de forma directa o subliminal promueven la tesis de las
bondades del autoritarismo para generar crecimiento económico y estabilidad
política. Al respecto, sobredimensionan casos como el desarrollo económico de
la China comunista y, más recientemente de Vietnam, sin reconocer que ha sido
posible cuando sus partidos comunistas superaron el grave error de satanizar el
mercado.
Entre
las manipulaciones del autoritarismo también destaca la estrategia de
promocionar el eufemismo de la democracia iliberal de partido único con la
farsa de procesos electorales, dinámica puesta en escena por la dictadura
cubana desde hace varias décadas. Libreto que están desarrollando fielmente el
dúo Ortega-Murillo, en la progresiva destrucción de la institucionalidad
democrática en Nicaragua.
Una
clara evidencia del importante papel de la geopolítica del autoritarismo en la
promoción de los movimientos populistas y radicales en la región, indiferente
de su orientación, la hemos podido apreciar recientemente con el papel de
Rusia, que ha enviado una delegación de alto nivel, presidida por el General
Yuri Borisov Viceprimer Ministro, a fortalecer sus relaciones con gobiernos
autoritarios de la región, en pleno desarrollo del conflicto con Ucrania.
Adicionalmente,
el Presidente Vladimir Putin recibió en Moscú a Jair Bolsonaro Presidente de
Brasil y uno de los representantes del radicalismo conservador. Días antes se
reunión con Viktor Orban Primer Ministro de Hungría, uno de los promotores del
autoritarismo conservador a escala global, crítico de la integración europea,
de la que aprovecha sus beneficios, pero se resiste a cumplir con las
obligaciones.
La
promoción del autoritarismo se desarrolla con una narrativa simplificadora y,
como toda simplificación, desvirtúa la realidad, ocultando aspectos
fundamentales, entre otros, la sistemática violación de los derechos humanos y,
en el plano económico, el hecho de que el mercado, en última instancia, se
mantiene controlado por el autócrata.
Como
se ha podido observar brevemente, la intervención de los actores de la
geopolítica del autoritarismo es relevante; empero, no debemos caer en otra
simplificación, y asumir que los factores externos representan el factor
fundamental del deterioro de nuestras instituciones democráticas. Como bien
sabemos son diversas las causas de nuestra problemática y, entre ellas
destacan: la atomización de los sectores democráticos, los personalismos y la
desconexión de los partidos y sus líderes con la grave situación de los
sectores más débiles.
Al
abordar algunas de las recientes experiencias sobre la complejidad de la
polarización en la región, podemos destacar el caso de Bolivia donde, en una
primera lectura, el enfrentamiento entre el partido de MAS de Evo Morales y una
oposición democrática fragmentada, reproduce el tradicional esquema del
enfrentamiento entre la izquierda y la derecha; empero, al realizar una
observación más exhaustiva, se puede apreciar que el trabajo de Evo Morales se
orientaba a la progresiva destrucción de las instituciones democráticas y las
libertades.
En el
caso de Perú, el enfrentamiento entre Pedro Castillo de Perú Libre y Keiko Fujimori
de Fuerza Popular, en la segunda vuelta de las recientes elecciones
presidenciales, también reproduce el clásico y anacrónico enfrentamiento entre
la izquierda y la derecha. Ahora bien, al analizar el programa de gobierno de
Perú Libre se observa su objetivo de desmantelar la democracia liberal.
Los
desafíos que genera la polarización, en sus diversas manifestaciones, se
presentan muy complejos, lo que exige de un enorme esfuerzo de los partidos
políticos, la sociedad civil y cada uno de los ciudadanos que valoramos las
libertades y los derechos humanos, para trabajar en equipo y poder enfrentar
los cantos de sirena de los radicalismos autoritarios, que manipulan con falsos
discursos con el único objetivo de perpetuarse en el poder.
Félix
Arellano
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