Opus Dei 19 de febrero de 2022
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Comentario
del 7.º domingo del Tiempo ordinario (Ciclo C). "Perdonad y seréis
perdonados; dad y se os dará". Es necesario encontrar una salida a los
conflictos cotidianos. La propuesta de Jesús es creativa y eficaz: solo el amor
es capaz de desarmar el odio.
Evangelio
(Lc 6, 27-38)
Pero a
vosotros que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los
que os odian; bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os calumnian.
Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite el
manto no le niegues tampoco la túnica. Da a todo el que te pida, y al que tome
lo tuyo no se lo reclames. Como queráis que hagan los hombres con vosotros,
hacedlo de igual manera con ellos.
Si
amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman
a quienes les aman. Y si hacéis el bien a quienes os hacen el bien, ¿qué mérito
tendréis?, pues también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos
de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores
prestan a los pecadores para recibir otro tanto. Por el contrario, amad a
vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada por ello; y será
grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con
los ingratos y con los malos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso.
No
juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y
seréis perdonados; dad y se os dará; echarán en vuestro regazo una buena
medida, apretada, colmada, rebosante: porque con la misma medida con que midáis
se os medirá.
Comentario
Una
vez que Jesús ha presentado las bienaventuranzas, las claves que descubren
dónde está la felicidad (cf. Lc 6,20-26), ahora señala el camino para
alcanzarla, un sendero duro y espinoso, pero que vale la pena recorrer. Sus
palabras son exigentes.
“Amad
a vuestros enemigos”. ¿No es esto algo que excede la capacidad humana? Es,
ciertamente, costoso pero necesario. Basta abrir los ojos para ver que, en las
relaciones profesionales, en el debate político y social, e incluso, a veces,
entre amigos y miembros de la propia familia, se hace daño, se comenten
injusticias, y no faltan humillaciones, rencores o venganzas. Pero cuando la
respuesta a esos atropellos es violenta, las consecuencias son todavía peores.
Es necesario encontrar una salida a los conflictos desde otra perspectiva. La
propuesta de Jesús es creativa y eficaz: solo el amor es capaz de desarmar el
odio.
“Haced
bien a los que os odian”. ¿Es justo exigir hacer el bien a quien nos guarda
rencor o nos hecho algún mal? “Jesús no pretende alterar el curso de la
justicia humana, no obstante, recuerda a los discípulos -observa el Papa
Francisco- que para tener relaciones fraternales es necesario suspender los
juicios y las condenas. (…) ¡El cristiano debe perdonar! Pero ¿Por qué? Porque
ha sido perdonado”[1].
Jesús entregó su vida en la Cruz para traer la salvación al mundo entero,
también a sus perseguidores.
“Bendecid
a los que os maldicen”. ¡Cuánto destrozan los insultos, las calumnias, las
difamaciones, las habladurías, y con qué facilidad nos justificamos cuando nos
sumamos al coro de los chismosos! Todos debemos permanecer vigilantes, porque
como dice Santiago: “la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad; es ella, de
entre nuestros miembros, la que contamina todo el cuerpo y, encendida por el
infierno, inflama el curso de nuestra vida desde el nacimiento” (St 3,6). La
maledicencia no cabe en el perfil del discípulo de Cristo, sino todo lo
contrario. Quien ama, habla bien incluso de quienes lo maldicen, y les desea lo
mejor, que Dios los bendiga. Reza hasta por aquellos que lo están fastidiando:
“rogad por los que os calumnian”.
“Lejos
de nuestra conducta, por tanto –señala San Josemaría–, el recuerdo de las
ofensas que nos hayan hecho, de las humillaciones que hayamos padecido –por
injustas, inciviles y toscas que hayan sido–, porque es impropio de un hijo de
Dios tener preparado un registro, para presentar una lista de agravios. No
podemos olvidar el ejemplo de Cristo”[2]. El camino
cristiano no es fácil, requiere afrontar pruebas arduas en las que es
inevitable padecer, como Jesús sufrió en la Cruz, pero es un sendero de paz,
alegría y amor, que conduce a la felicidad. Solo quienes perdonan se comportan
como buenos hijos de Dios Padre misericordioso y serán bienaventurados.
“Con
razón, esta página evangélica se considera la carta magna de la no violencia
cristiana -comentaba Benedicto XVI-, que no consiste en rendirse ante el mal
-según una falsa interpretación de “presentar la otra mejilla” (cf. Lc 6,29)-,
sino en responder al mal con el bien (cf. Rm 12,17-21), rompiendo de este modo
la cadena de la injusticia. (…). El amor a los enemigos constituye el núcleo de
la “revolución cristiana”, revolución que no se basa en estrategias de poder
económico, político o mediático (…) sino que es don de Dios que se obtiene
confiando únicamente y sin reservas en su bondad misericordiosa. Esta es la
novedad del Evangelio, que cambia el mundo sin hacer ruido”[3].
[1] Francisco, Audiencia
general, miércoles 21 de septiembre de 2016
[2] S.
Josemaría, Amigos de Dios, 309.
[3] Benedicto
XVI, Angelus, 18 de febrero de 2007
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/gospel/2022-02-20/
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