Eddie A. Ramírez 23 de febrero de 2022
En el
partido que usurpa el gobierno no hay dirigentes, sino perritos falderos de un
mandón. Con sumisión aceptan que “jefe es jefe, aunque tenga cochochos”.
Obedecen mientras puedan enriquecerse o recibir dádivas. En el caso de la
oposición democrática sucede el otro extremo.
Hay
muchos que quieren dirigir, pero pocos están dispuestos a ser dirigidos; esta
situación propicia que esté de moda hablar y discutir sobre la necesidad de
legitimar a nuestra dirigencia. Suena atractivo y conveniente. Como casi
siempre, el qué está claro. Las interrogantes son el cómo se hará el proceso,
si esa legitimación sacará a relucir nuevas caras, si los actuales aceptarán
medirse y, sobre todo, si eso es lo que esperan los ciudadanos de a pie.
Dejemos de lado el cómo, problema operativo que por alguna vía se podrá resolver; quizá el punto más complejo es identificar quiénes serían los electores dentro de cada partido. ¿Se presentarán algunos candidatos nuevos? En caso positivo, ¿podrán imponerse a la mayor o menor maquinaria de los dirigentes tradicionales? La historia de nuestros partidos políticos del siglo XX y lo que va del XXI es que la confrontación de liderazgos no se produce dentro de cada partido, sino que los disidentes montan tienda aparte, a pesar de que las diferencias son solo personales y no ideológicos. Así, se separaron de Acción Democrática, Ramos Giménez para formar el partido PRIN; Prieto constituyó el MEP; Rosales, Un Nuevo Tiempo y Ledezma, Alianza Bravo Pueblo. El MIR fue el único caso de diferencias ideológicas.
Caldera
abandonó su partido Copei cuando perdió liderazgo, fundando Convergencia.
Primero Justicia fue la reacción contra los partidos tradicionales, pero al
poco tiempo Leopoldo se separó y creó Voluntad Popular. De Un Nuevo Tiempo se
separó Delsa Solórzano para fundar Encuentro Ciudadano. El MAS se desintegró
por jugar al oportunismo. URD murió de inanición. Vanguardia Popular se
dividió. Causa R persiste en el estado Bolívar y Proyecto Venezuela, en
Carabobo. Como las diferencias no son ideológicas, algunos dirigentes pasan por
varios partidos. Por si fuera poco, el régimen compró a seudodirigentes de AD,
Copei, Primero Justicia y Voluntad Popular. Además, abundan los partidos de
maletín, como el de Fermín y otros, para venderse al mejor postor.
La
democracia se está debilitando en muchos países y falló en el nuestro porque no
formamos buenos ciudadanos y porque no aceptamos nuestros errores. La
dirigencia debe reconocer que la causa no fue el discurso de Caldera el 4F, el
sobreseimiento de Chávez, las advertencias de Uslar y del grupo de Notables, la
injusta defenestración de Carlos Andrés, ni la campaña de varios medios de
comunicación. Los vientos de fronda se formaron mucho antes. Es tiempo de
rectificar.
Lo
anterior explica en parte la decepción del electorado con los dirigentes. Desde
luego que hay unos más aceptados que otros, pero el porcentaje que tienen es
bajo. El presidente Guaidó es quien tiene mayor aprobación, porque sigue siendo
una esperanza por el apoyo internacional. Lo desgastó el ataque de los mismos
opositores, al reclamarle que no cumplió la promesa de poner fin a la
usurpación, lo cual no está en sus manos, ni en la de ninguno. Solo una unidad
bien entendida, con objetivos y metas definidas, puede crear condiciones
favorables para sacar a Maduro.
No
podemos decir que es malo intentar esa legitimación de la dirigencia de los
partidos, pero el resultado será más de lo mismo.
La
gente está consciente de que la generación espontánea no existe, por lo que
clama por una Mesa de Unidad como la que se constituyó con Ramón Guillermo
Aveledo como coordinador. En algún momento habrá elección presidencial. Ojalá
anticipada.
Sin
embargo, nos guste o no, salvo algún imponderable deseado, lo único seguro es
que habrá una en el 2024. ¿Nos preparamos para cualquiera de los dos casos o
dejamos correr el tiempo, para decidir a última hora? ¿Seguirán algunos con la
prédica sin base de que cuando hemos ganado es porque el régimen nos regaló el
resultado o que no se debe ir a la elección porque el actual inquilino de
Miraflores no es presidente?
Ir a
una elección con un solo candidato no es garantía de triunfo. Es necesario
ofrecer al electorado una plataforma unitaria que dure varios períodos
presidenciales. Además, una organización bien engrasada que garantice testigos
en todas las Mesas electorales y que nuestros testigos dispongan de todas las actas.
Lo ideal sería presentar un candidato independiente que no esté quemado, por lo
que los actuales dirigentes deberían posponer sus legítimas ambiciones.
Este
candidato independiente, ojalá sin paso por la administración pública, haría
más difícil la inhabilitación por parte del régimen ¿Complicado? Sí, pero es lo
apropiado.
¿Que
el 2024 está muy lejos y que la crisis amerita una solución a muy corto plazo?
Cierto, ojalá se presentara una situación que obligue a Maduro a renunciar o
aceptar una elección adelantada. También es posible que la Corte Penal
Internacional acelere sus procesos, así como que la Fuerza Armada decida exigir
el respeto a la Constitución. Mientras tanto utilicemos lo único que está a
nuestra disposición, que es crear plataforma unitaria y votar masivamente, aun
a sabiendas que el régimen intentará arrebatar.
Como
(había) en botica: El aislamiento social como castigo a los
corruptos y violadores de los derechos humanos es una herramienta poderosa que
tenemos los ciudadanos. Adolfo Salgueiro y Román Duque Corredor han dado un
buen ejemplo al renunciar al Consejo Académico del Politics Center Academy de
la Florida Global University, de la que es parte la Universidad Bicentenaria de
Aragua, por el vergonzoso doctorado honoris causa otorgado a Freddy Bernal. Sus
autoridades Basilio Sánchez Aranguren, Manuel Piñate, Gustavo Sánchez y Edilia
Papa. Los cinco deben tener doctorado en “Indignis Causa”. Chelique Sarabia,
gran compositor y demócrata. Américo Martín, político intelectualmente honesto
que luchó por una mejor Venezuela. Nuestro pésame a Nancy Hernández ¡No más
prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie
A. Ramírez
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