Descifrado 23 de febrero de 2022
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No hay
consenso sobre la magnitud del movimiento migratorio irregular que desde hace
un año vive Chile: en 2022 ya se han registrado casi 3.000 ingresos irregulares
a través de pasos clandestinos
A
escasa distancia del paso fronterizo de Colchane, por donde cada día
transitan de forma irregular cientos de migrantes provenientes de la
vecina Bolivia, un pequeño y modesto albergue supone el primer refugio
frente al frío y el largo peregrinar por el inclemente altiplano.
Un recinto, a casi 3.700 metros de altura sobre el nivel del mar, con un puñado de tiendas de campaña, incapaz de absorber un flujo que oscila entre 200 y 400 migrantes diarios y al que Efe tuvo acceso en exclusiva.
“Nosotras
llegamos acá después de caminar desde principios de noviembre, cuando salimos
de Venezuela. El frío es devastador, pero al menos podemos
descansar y evitar los peligros que vimos en el viaje”, explica a Efe Lisette
Andrade, de 32 años y quien acaba de llegar sola, con dos niñas de 5 y 3 años y
un bebé de pocos meses.
A
escasos kilómetros de este lugar, quienes no han conseguido cupo en el albergue
deambulan por la ruta internacional CH-15 rumbo a la ciudad de Iquique —a casi
cuatro horas de distancia en automóvil—, llevándose las manos a la boca
repetidas veces y diciendo: “¡Agua!”.
Colapso
fronterizo
No hay
consenso sobre la magnitud del movimiento migratorio irregular que desde hace
un año vive Chile: en 2022 ya se han registrado casi 3.000 ingresos
irregulares a través de pasos clandestinos y 2021 cerró con la llegada de
más de 23.000 personas, según cifras de la Policía.
El
campamento de Colchane, levantado por el Gobierno, poco puede hacer frente a
semejante ola: con un total de 13 carpas de campaña, clavadas al yermo del
altiplano, en sus precarias instalaciones los migrantes pasan entre dos y tres
días a la espera de un transporte que les permita continuar la ruta.
Una
espera que se volvió más angustiosa y difícil hace una semana, cuando
camioneros bloquearon durante unos días la ruta en protesta por el aumento de
la inseguridad en la zona y que abrió una nueva oportunidad a los coyotes, que
se aprovechan de la desesperación de los que caminan.
La
travesía de los migrantes también se ha complicado por la nueva ley migratoria
y la militarización de la zona decretada hace una semana por el Gobierno, que
dificulta el movimiento y multiplica el hacinamiento en el desbordado
campamento de Colchane.
“Pido
disculpas al Gobierno chileno por cosas malas que hayan hecho los
venezolanos. Pero no es justo que por lo que hayan hecho 20 paguen 2.000
personas. Quiero llegar a Santiago y trabajar de verdad, no nos
pueden meter a todos en el mismo saco”, explicó a Efe Luis Montillo, de 25
años, mientras decenas de migrantes protestaban a las afueras de un recinto
aduanero.
Esa
misma noche, una hilera infinita de personas aguardaban para usar los baños
móviles: una intoxicación alimenticia, posiblemente producto del almuerzo
que se consumió esa tarde, afectó a más de 60 adultos y niños y varias
ambulancias tuvieron que asistir a los más descompensados.
“Agradezco
en el alma la ayuda, pero fueron seis días donde el almuerzo era muy poco para
el hambre que teníamos”, afirmó a Efe Jaden Medina, venezolana de
24 años que logró partir a Iquique.
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